Sonrojos

1.5K 210 28
                                    

••• El actual fic participa en el reto long-fic 2016: Tu OTP. Para el foro Anteiku. •••

Cuando se toparon por primera vez, apenas habían cumplido los 15 años, estaban en el mismo grupo en la escuela. Shinya se había encaprichado con escuchar la voz de Guren, pues el pelinegro no hablaba jamás, ni siquiera cuando pasaban lista en la clase. El rubio incluso tenía un plan, uno en el que, si todo salía bien, podría escuchar la voz de su compañero para el final de la semana entrante. Aún tenía que hacerle unos ajustes, pero el martes comenzaría a ponerlo en marcha.

¿Que si era un buen plan? En realidad, era bastante simple -también un poco tonto-: fastidiarlo hasta que Guren decidiera hablar. En su mente parecía una buena opción.

Shinya pasó toda la tarde del lunes pensando en múltiples formas de hacer enojar al pelinegro, decidió no hacer cosas estúpidas como tirarle una cubeta con agua encima o gritarle en el oído. Ya no eran niños. Así trazó más o menos un plan, que en realidad no tenía mas que ideas de cómo fastidiar a alguien.

El martes salió de su casa temprano. Se había dado cuenta de que Guren siempre hacía las mismas cosas, en el mismo orden: llegaba, se sentaba en el mismo lugar de siempre, hacía algo en su libreta, la guardaba y se quedaba jugando con el lápiz en la mano derecha, luego lo cambiaba a la izquierda y cruzaba la pierna derecha sobre la otra. Era así siempre. A veces llegaba con un termo, pero eso solo era cuando hacía frío. Le daba un trago corto, luego uno largo, después dos cortos y lo apartaba de él por un rato, hasta que recordaba que existía y repetía aquello.

Shinya iba a romper esa rutina, así que cuando llegó, se sentó en el pupitre de su compañero. Pasaron diez minutos antes de que Guren llegara y tomara asiento justo enfrente de él, sin siquiera chistar o hacer una mueca. En su mente, Guren le pedía que se retirara... ¿Qué estaba mal?

El rubio pasó el día observándolo, necesitaba recaudar información. No había nada nuevo hasta la hora del almuerzo, cuando se dio cuenta: Guren siempre compraba una lata de café en la máquina expendedora y se sentaba a comer solo.

El miércoles por la mañana, Shinya llegó más temprano de lo usual. La máquina tenía tan solo seis latas de café restantes, así que se apresuró a comprarlas y esconderlas en su mochila. Se sentó de nuevo en el lugar robado de Guren.

Las clases parecieron eternas, pero al fin el almuerzo llegó y Guren se levantó para ir por su lata de café diaria. Regresó con las manos vacías... Pero no dijo nada, en lugar de eso, sacó una botella de agua de su mochila.

«Algo estoy haciendo mal» se dijo Shinya en su mente.

Estaba a punto de darse por vencido ese día y continuar observando el pacífico comportamiento de Guren, pero pronto una idea cruzó su mente. Él tenía las latas de café que Guren quería, ¿no? ¡Era una perfecta excusa para hablar con él!

-Hey -se apresuró a levantarse y sacar una lata de café. Se acercó a su compañero y acercó una silla para sentarse frente a él-. Hola, soy Shinya -se presentó, pero el pelinegro tenía la mirada en su comida-. ¿Guren?

El aludido levantó la vista. Era poco obvio que se encontraba sorprendido porque alguien le hablara, pero lo estaba.

-¿Quieres esto? -le tendió la lata y el de ojos morados la tomó e inclinó la cabeza levemente como agradecimiento, la abrió y le dio un sorbo pequeño, luego uno largo-. Era el último de la máquina.

Guren dejó de prestarle atención.

-Siempre compras uno, no pensé que se acabarían -mintió. Siguió siendo ignorado, pero aún así parloteó durante todo el rato hasta que fue hora de clases nuevamente.

El jueves no tenía nada nuevo, así que simplemente se limitó a hablar y hablar. Le pasó notas que el otro no respondió y le contó todos los chistes que sabía. Pero Guren era imperturbable.

El viernes las cosas salieron igual de mal, Guren simplemente lo ignoraba todo el día.

La semana había pasado sin resultados.

El lunes de la semana siguiente llegó y pasó justo como los otros días, el martes y miércoles también. Shinya hablaba todo el día, lo seguía hasta al baño, lo acosaba todo lo que podía, intentaba hacerle bromas en las que el otro nunca caía.

El jueves se dio por vencido, llegó temprano al salón y se fue a sentar al lugar en el que se sentaba antes del plan. Se dejó caer en el pupitre, su cabeza estaba recostada sobre sus brazos. Nadie dijo nada, de hecho, Guren ni siquiera fue. Se hubiera apuntado para llevarle los apuntes de no ser porque no sabía donde vivía y, la verdad, se había rendido.

El viernes seguía sin ánimo, no volvió a robar el lugar original de Guren. Estaba desparramado sobre el banco, sintiéndose sin ganas.

Faltaban diez minutos para que empezaran las clases, cuando alguien tocó su hombro. Sin ganas se irguió y volteó para encontrar al pelinegro.

-¿Estás bien, Shinya? -la voz de Guren era suave, era como una melodía susurrada al oído-. ¿Shinya?

El rostro del aludido comenzó a sentirse repentinamente caliente, su corazón se había acelerado y no tenía idea de por qué.

-Estás rojo, Shinya -acusó el pelinegro.

-¿Te gusta decir mi nombre? -no se le ocurrió mejor linea, era mejor molestarlo un poco.

Los ojos púrpura rodaron y un bufido escapó de los delgados labios de Guren.

-¡Dilo de nuevo! -la emoción de Shinya fastidiaba un poco a Guren, sentía que estaba burlándose, así que lo ignoró-. ¡Vamos, vamos!

Pero por más que lo pidió, Shinya solo consiguió ser ignorado por el resto del día.

Setenta veces [GureShin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora