24. Que difícil verte, no sé si te quiero.

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Los primeros días después del viaje a Viena, fueron días extremadamente duros, la echaba de menos, no me sentía cómoda en ningún lado, estaba tensa y enfadada con todo el mundo, y lo peor, empecé a pensar que tal vez la culpa fue mía, tal vez no actué correctamente, tal vez, no la supe retener entre tanta multitud. Cada rincón de cada calle me recordaba a ella, cada historia de amor que contaban los clásicos me recordaba a lo nuestro, aunque fuera en una palabra, en un sentimiento, en un pequeño matiz. Lloré hasta vaciar mi alma. 

 Finalmente Bob hizo un trabajo maravilloso y el disco quedó precioso. Malú y yo coincidimos en algunos conciertos, el tiempo y nuestras amistades suavizaron un poco la situación y habíamos logrado con mucho esfuerzo, no discutir ni pelearnos cada vez que nos veíamos. Logramos tener un trato cordial. Pero nada que pasara más allá del 'Hola'. Es una verdadera pena no poder pasar de un 'Hola' con alguien con quien os habéis dicho cosas hasta sin decíroslas, con quien solo era necesaria una mirada para hablar.

De vez en cuando yo volvía a Italia, aquel país me enamoró profundamente. Tan profundo que caló en mi interior. Con Ana las cosas avanzaron hasta tal punto en el que llegamos a ser algo, sí, algo, sin concretar, puesto que tampoco pusimos nombre a aquello, pero al final las cosas se torcieron y decidimos dejarlo, ella encontró a otra persona que le pudo proporcionar lo que yo, con mi corazón hecho trizas, no podía darle a nadie. Amor. Me volví dura como una piedra, fría como el hielo que habita en la cima de las montañas en invierno. Todo eso cambió cuando mi fiel amiga Marina me presentó a una tal Inma. La culpable de mi recuperación. Ella supo alegrarme el corazón y curarme las heridas a sabiendas de que podría caer y recaer cien millones de veces.

El éxito me llegó y ella, la que me había robado el corazón, no estaba a mi lado para celebrado. A mi lado tenía a una mujer que cada día sentía menos novia, a la que cada día me dolía más despertar a su lado. Pero no quería causarle dolor, prefería seguir así, engañándome un tiempo más. Tal vez me di cuenta de cuanto me dolía cuando Risto, ahora ya ex amigo, me preguntó por ella, ahí, algo en mi interior se removió, algo en mí se rompió, esa herida se abrió. Mis amigos ya no me hablaban de ella, preferían no hacerlo, sabían que me dolía. En aquel momento sentí ese dolor en el pecho que se siente cuando te das cuenta de que pese a que haya pasado el tiempo, tú sigues ahí, varado en el tiempo, anclado en el recuerdo de un amor ahora ya imposible, aferrándote a cosas vacías con tal de pensar que la otra persona sigue queriéndote. Aunque la realidad sea otra.

Pasaron los años, era un caluroso 3 de septiembre de 2015, hacía días que me preparaba para este día, el concierto del 25 aniversario de Cadena Dial. Inma prefirió quedarse en casa, no quería armar revuelo. Yo me encontraba en el photocall cuando me pareció vela, decidí avanzar y llegar al camerino, al llegar la vi de frente, su camerino estaba al lado del mío. Me la quedé mirando de arriba a bajo. Me faltaba el aire. Llevaba un vestido rojo que se ajustaba a la perfección a su cuerpo. El vestido tenía un corte que empezaba en la mitad de su muslo. El pelo lo llevaba ondulado con unas trenzas de espiga en un lateral. Iba preciosa.

-Hola.-dijo sonriendo.

-Hola.-dije sonriendo levemente por inercia.

La miré un segundo más y me metí en el camerino a toda prisa. Empecé a recordar esos días en Italia, los paseos por la plaza de Duomo de Milán mientras llovía, las pesadillas que me atormentaba noche sí, noche también, las tardes corriendo por el corazón de Milán intentando sudar su recuerdo, sacarla de mí.  Recordé la última vez que la vi, fue en los premios Dial. Ella estaba con Miguel Bosé, Alejandro Sanz y David Summers de Hombres G, ni tan solo me saludó, ni me miró, no se molestó ni en eso, en mirarme. En cambio yo no dejaba de mirarla, no podía apartar mi mirada de ella, me moría por dentro al imaginarla con aquel hombre que supuestamente le hacía tan feliz. Me dolió ver en lo que se había convertido. También recordé aquel momento en el que vi en el kiosko una portada de una revista en la que salía ella de la mano de Gonzalo, mostrándose sonriente y lo peor, mirando a cámara. Ella, que había odiado a los periodista del corazón. De pronto e interrumpiendo mis pensamientos, alguien golpeó ligeramente mi puerta.

-¿Quién?-dije alzando la voz.

-Vanesa, soy Alejandro, ¿se puede?-dijo respondiendo.

-Pasa, pasa.-dije secándome rápidamente las lágrimas que se me escaparon.

Entró y me levanté rápidamente, forcé una sonrisa y le di un abrazo.

-Mi niña...-dijo mientras me abrazaba.

-No... Tu niña está en el otro camerino.-respondí mientras le abrazaba más fuerte.

-Ya me ha contado que os habéis visto al llegar al camerino.-dijo acariciando mi espalda.

Me quedé callada, no podía decir nada, si decía algo me echaría a llorar.

-No te ha olvidado, Vanesa.-dijo separándose de mí.

Tragué saliva y sonreí levemente.

-¿Y por qué no me lo ha venido a decir ella?

-Porque sigue siendo la niña asustada a la que abrazaste cuando Manu se marchaba con la grúa.-respondió sonriendo tristemente.

-¿Sabes?-dije con lágrimas en los ojos.-Todavía no entiendo por qué todo acabó, por qué ella pensó que yo no la quería, no entiendo por qué me echó de su vida.-dije llorando.



Aquí tenéis otro capítulo más, ya van 24, y parecía ayer cuando estaba editando la portada y escribiendo la descripción... Espero que os haya gustado el capítulo. Aprovecho para decir que mil gracias a quienes comentáis, votáis y leéis Trampas. Hacéis grande algo tan pequeño y humilde como lo es esta historia. Un abrazo enorme y no olvidéis comentar.

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