Querida Rina:
¿Sabed quién es Amaia? Amaia es una suerte de hermana que tengo y a quien quiero mucho. Amaia es la hija de Alberto y durante un par de años vivió con nosotros. Es mayor, nos pasa con seis años, pero siempre nos quisimos mucho. Yo me entiendo mejor con ella que mi hermana. Con mi hermana siempre tuvieron muchos conflictos, en cambio conmigo nunca.Ella vive en Argentina, pero vino a pasar la Navidad con la familia y se quedó en Quito hasta que empiece su nuevo año. Durante las vacaciones de Navidad nos fuimos a la playa y fue muy especial. Conversamos mucho. Ella me contó de su vida allá, de que a veces se siente sola, pero de que al mismo tiempo está contenta, porque Buenos Aires es una ciudad a lo bestia. A mí me gusta escucharla.
Yo también le cuento mis cosas. Le digo que mi pelo es horrible, pero ella dice que es muy lindo. Otra más que me ve con los ojos del cariño. Ella tambien tiene el pelo complicado, no es tan crespo como el mío, pero en cambio es súper grueso. El pelo puede acabar con la vida de una persona, ahora que lo pienso. Y no es una exageración, Rina. Cuando una está bien peinada hasta los problemas son más llevaderos.
Volviendo a Amaia, ella ahora tiene diecinueve años, pero sigue siendo especial estar con ella. Ya se regresó a Buenos Aires, pero vino hace dos días a dormir en la casa y a despedirse. Nos reímos acordándonos de nuestros juegos en la casa de Cumbayá.
Me acuerdo de una vez en que se hizo un piercing en el ombligo y no quería que nadie se enterara. Sólo me lo contó a mí. La que se armó cuando ya todos supieron porque a mi padrastro no le gustaban los piercings.
A mí me encantaba sobrarme en el colegio contándoles a todos que tenía una hermana mayor. Algunas veces me acompañó al colegio y yo me sentía muy bien. El primer día en que nos cambiamos a vivir a Cumbayá ella vino al colegio para acompañarnos en el bus y se nos olvidó de dónde quedaba la casa. Dimos vueltas y vueltas en el bus y al final el chofer nos dejó en una calle que no conocíamos. Yo ya no aguantaba las ganas de ir al baño y estaba asustada. Nos dejaron usar el baño y el teléfono de una tienda y las dos nos sentamos luego en la vereda a esperar a mi mamá y a mi padrastro. La noche iba cayendo y yo sentía que sólo le tenía a ella, pero luego Amaia me confesó que también había estado muriéndose del miedo.
Es estraña la vida, Rina, pensar que alguien que en principio no es nada para una termina siendo tan cercana. Me da pena que se haya ido. Por suerte existe el Messenger y el Facebook. No sé cómo habrá hecho mi mamá cuando era joven para comunicarse con sus amigos cuando se fue de Ecuador.
Tuya siempre,
Victoria 🎆