Katherine
Cuando el sol se esfumaba entre las montañas, recuerdo cómo le preguntaba mi madre en qué momento volvería a salir. La respuesta de mi madre no era nunca blanco o negro, tampoco gris para ponerle un punto intermedio. Las palabras de mi madre siempre eran brillantes; relucientes como luces de neón en la medianoche. Cuando le hacía esa pregunta, ella sonreía y miraba en mi dirección, siendo recibida por el suave viento de la noche. Recordaba como sus cabellos negros brillaban con mayor intensidad al ser deslumbrados con la luz de la luna.
El sol desaparecía para dar comienzo a la noche, a la luna que nos alumbraba con mimo. También daba paso a las estrellas, esos brillantes puntos blancos que yo observaba cada noche tras mi ventana. ¿Cuando nosotros moríamos nos convertíamos en estrellas así de brillantes? ¿Otorgábamos nuestra luz al resto del mundo?
La risa de mi madre aun me acompaña ahora cuando era interrogada de aquella forma por mi pequeña curiosidad. Echaba de menos esas noches de insomnio en las que pasaba horas y horas hablando con ella. En las que el reloj parecía avanzar de manera vertiginosa. Sus manos arropándome con mimo y sus suaves labios como los del aleteo de una mariposa, me ofrecían un beso en la mejilla o frente.
¿Por qué habían tenido que desaparecer aquellos días que recordaba con tanto cariño?
Detengo mi carrera con la respiración considerablemente agitada. El cuerpo me pesa una tonelada y mi corazón hace rato que se ha detenido en una incomprensión insoportable. Esas palabras aún me acosan en la cabeza. Las palabras de David cuando me vio abrazar a Elena. Sus ojos sinceros viéndome como si jamás lo hubiesen hecho antes.
¿Por qué me ha olvidado a mí? ¿Por qué ha dejado de recordarme?
Mi mano actúa por sí sola y golpea la pared del hospital, descargando en él un grito que soy incapaz de sostener dentro más tiempo. Noto como las manos de Elena me rodean por la espalda. Su pecho me cobija en una calidez tranquilizante, pero en él no encuentro el consuelo que anhelo. ¿Por qué no pueden ser sus brazos? ¿Acaso realmente no se acuerda de mí? ¿De la chica que le ha amado por tantos años?
Grito de nuevo aferrándome a la camisa de mi amiga, descargando mi rabia en las lágrimas que me niego a detener. No quiero disimular de nuevo. Estoy cansada de hacerlo. Yo también necesito descargar mi rabía, mi tristeza, mi amargura. ¿Cómo actuar cuando la persona que amaste ya no recuerda ni tu rostro?
El rostro de mi madre vuelve a mi mente. Recuerdo sus palabras con más nitidez, el cómo me consolaba en mis momentos de tristeza. Sus manos suaves secando mis lágrimas y su dulce voz diciendo que no perdiera la esperanza. La tormenta siempre amaina, pero honestamente yo ya he permanecido suficiente tiempo debajo de ella. ¿Vale la pena un último esfuerzo? ¿Merece dar el esfuerzo una vez más?
¿O acaso lo mejor es saber asumir la clara derrota?
Han pasado varias semanas después de que David despertó del coma. En todo este tiempo he mantenido mi mente ocupada entre el trabajo y mi carrera. De vez en cuando me permitía a mí misma llamar a Elena para saber de él, aunque desde ese día no había vuelto a pisar el hospital y mucho menos aquella habitación en concreto. Llamadme cobarde si queréis, después de todo no voy a cambiar de parecer ante nada.
David tampoco parecía preocupado por mi desaparición, puesto que estaba bastante ocupado atendiendo a las visitas de su espléndida novia -nótese mi claro sarcasmo en esta última línea- que se encargaba de otorgarle maravillosos momentos.
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Algún día, bajo las estrellas #1.5 (Libro #1.5 ADBECA)
RomanceToma mis manos y siente lo que yo siento. No decidas escapar, tampoco escojas esfumarte y menos apartar la mirada. Alza tus ojos y mira los míos; sólo entonces podrás ver lo que yo tengo guardado dentro de mí. Que estoy enamorada. Enamorada...