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David

Se puede decir que mi suerte se había puesto de mi parte hoy. Gracias a la intervención de Kath en aquel momento, Sam no se había marchado a su casa malinterpretando la situación. No quiero decir que estuviera desencaminada, pero sé que su mente imaginó que en esa escena que mostraba la imagen, habían pasado más cosas que un inocente beso, acto que tampoco sucedió.

Me sobo disimuladamente el pelo mientras espero pacientemente en la mesa del lujoso restaurante al que he ido con Sam después del malentendido. Por mucho que intenté cambiarle de parecer, estaba decidida a invitarme para disculparse debidamente. No me desagradaba su tierno acto, pero nunca me he sentido del todo cómodo en este tipo de lugares. Además, tampoco me merecía estos esfuerzos, ya que si bien no había hecho nada fue gracias a Kath, porque podría haber sucedido.

Veo como Sam vuelve del baño y le sonrío castamente. No estoy muy animado que digamos, así que a la hora de pedir algo de la carta, ordeno lo primero que veo. Ni siquiera tengo intención de leer un menú con comidas que desconozco hasta su aspecto.





La mano de Sam se abre camino en la mesa para acariciar la mía. Sus labios se funden en una sonrisa ciertamente culpable. De nuevo siento una opresión en el pecho al saber quien de los dos es el verdadero culpable. ¿De veras voy a poder seguir con ella teniendo esta culpa dentro?




-Me alegro de que la mejor amiga de tu hermana apareciese. Si no llega a ser por ella habría cometido la mayor estupidez del mundo -su  mano sube hasta mi barbilla, la cual acaricia finamente con sus dedos-. Que es perder a un hombre tan maravilloso como tú.



Cierro los ojos y agarro la mano de Sam para apartarla de mi rostro. De repente sus caricias me queman de manera dolorosa, no puedo creer que por mi cabeza haya pasado la idea de besar a Kath, cuando ni siquiera la recuerdo con ninguna nitidez. ¿Por qué me siento tan nervioso con su presencia? Es como si algo se me removiese cada vez que sus ojos se mezclan con los míos. ¿Sentía yo esto antes del accidente?

El camarero llega con la comida. Al tenerla delante me es imposible no torcer brevemente el gesto. Como era de suponer en restaurantes de tal alta calidad, su comida es microscópica.



Esto no me da ni para llenar una milésima parte de mi estómago.



Eso es porque comes como un gigante, me diría Elena. Y no le falta razón.

Tomo un tenedor y un cuchillo de los miles que hay repartidos en toda la mesa. Prefiero no darle tantas vueltas en adivinar cuál corresponde a la comida que tengo delante. Corto un trozo de la extraña pasta que hay en el centro del plato y pruebo un trozo. No esta mal, aunque desde luego he comido platos mejores. Al contrario que yo, Sam ha pedido un tipo de carne igual de minúscula que degusta como si fuera un manjar de dioses. Sigo sin entender donde le ven el lujo a una comida que ni siquiera se puede ver en el plato.


La conversación en la mesa no es necesaria. Al menos eso es lo que piensan en estos restaurante, en lo que lo único que debes hacer es comer tu comida o observar a tu pareja comer la suya. La comida, como era de esperarse, no me tarda ni dos minutos en el plato, así que no me queda otra que ver como mi novia come de su plato a pasos de tortuga.



Que aburrimiento.



No puedo evitar imaginarme como sería ir a un restaurante de este estilo con Kath. Seguramente acabaría indignada y se iría corriendo a cualquier establecimiento de comida rápida.




Todo sea por el adorable muñeco que te regalan, recuerdo vagamente y me sorprendo.




Cuando intento buscarle un sentido a ese pensamiento, Sam ya ha terminado de comer y podemos irnos. Pagamos la cuenta y agarrándome del brazo, me saca de allí con una postura elegante. Mientras caminamos de vuelta a su casa, me permito inspeccionarla con la mirada. Siempre he pensado que Sam es una mujer preciosa. De esas jóvenes que sientes que con el menor movimiento podrían agrietarse. Sin embargo, aunque su cuerpo da una impresión, su carácter da otro distinto. Es decidida y fuerte al enfrentar un problema y radiante al caminar hacia su propósito. Fue por eso que me consiguió, era imposible no quedarse atrapado por aquella seguridad. Esa tenacidad. Aunque últimamente admito que no tiene esa figura de antes. ¿El amor puede hacerte más débil?





Algún día, bajo las estrellas #1.5 (Libro #1.5 ADBECA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora