Capítulo 6

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-No me digas que nunca has montado en skate. -Me reí, mientras Dylan y yo íbamos andando por la calle. Llevábamos una media hora dando vueltas, cuando había pasado un chico en skate y había salido el tema.
-No. -Se encogió de hombros.- No es algo que esté en mi lista de cosas que hacer antes de morir.
-¿Tienes una lista de cosas que hacer antes de morir?
-Sí, ¿tú no? -Me miró, extrañado.
-No, pero yo sí he montado en skate.
-¿Qué mas dará que haya montado o no?
-Sí da. Te tengo que enseñar a montar.
-¿Y si no quiero? -Enarcó una ceja.
-Pues vas a querer. ¿Nunca has pensado en aprender?
-No. -Se rió.
-No sabes lo que te pierdes. -Suspiré. Le cogí de la muñeca y empecé a tirar de él.
-¡Ah! Me haces daño. -Se quejó.- ¿A dónde se supone que estamos yendo? -Me movió la mano hasta su brazo, quitándola de su muñeca.
-A una tienda de deportes en la que venden skates.
-Ah, pero que me vas a enseñar ahora.
-Claro. No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, ¿nunca lo habías escuchado? -Le miré, sonriendo. Tenía los ojos entrecerrados porque íbamos un poco deprisa y el viento nos daba en la cara.- Además, tú me has convencido para irme de clase, cosa que tú querías, por lo que ahora tenemos que hacer algo que yo quiero.
-Vaya, veo que vas aprendiendo.
-Aquí es. -Dije, girando a la derecha y soltándole el brazo a Dylan. Subimos las escaleras y entramos.
-¡Hombre, Audrey! -Me saludó Sam. Sam era el chico que trabajaba allí. Era un par de años mayor que yo y él me había enseñado a montar en skate a mí. Antes me encantaba el deporte, por lo que iba a su tienda millones de veces y nos empezamos a llevar bien, aunque hacía bastante tiempo que no nos veíamos.
-Hola, Sam. -Le sonreí, antes de darle un abrazo.
-¿Qué te trae por aquí? -Apoyó sus manos en la cadera.
-Bueno Sam, este es Dylan. -Señalé a Dylan, y este saludó a Sam con la mano.- Es un amigo mío, y al parecer, no sabe montar en skate, así que...
-¿Que qué? -Exclamó Sam.- ¿Tú sabes lo que te estás perdiendo?
-Te lo dije. -Me reí, dirigiéndome a Dylan.
Este se encogió de hombros, y volvió a repetir:
-No está en mi lista de cosas que hacer antes de morir.
Sam suspiró y se fue. A los dos minutos volvió con un skate, leyéndome la mente.
-Este es perfecto para él. -Puso el skate en el mostrador. Era negro, con las ruedas rojas, igual que el mío.- ¿Le vas a enseñar tú?
-Sí, y me da miedo. -Respondió por mí Dylan.
-Ha tenido al mejor profesor, te enseñará bien. -Sonrió Sam, refiriéndose a él como "el mejor profesor".
-¿Cuánto...? -Fui a preguntar, pero Sam me interrumpió en seguida.
-No, no, llévatelo gratis, solo faltaba.
-Gracias, Sam.
-Espero verte pronto por aquí. -Me guiñó un ojo, como hacía siempre.- Y tú, disfruta con el skate, no te caigas mucho. -Le dijo a Dylan.
-Lo haré. -Respondió.- Digo, lo de disfrutarlo, no lo de caerme.
-Anda, vamos. -Le di a Dylan su skate y le empujé hacia fuera, después de despedirme de Sam con un gesto de la mano.
-No me gusta ese tío. -Agregó Dylan, una vez que estábamos en la calle.

Llegamos a mi casa y rápidamente cogí mi skate y volví a la puerta para irme, sin dejar a Dylan entrar.
-Vamos. -Le dije, cerrando la puerta detrás de mí y haciendo que él retrocediera.
-¿Tenemos el mismo patinete...? -Señaló mi skate.
-Pareces mi abuela diciendo "patinete". -Me reí.- Y sí, tenemos el mismo.
-¿No los vamos a confundir?
Decidí ignorar esa estúpida pregunta y volví a cogerle de la muñeca para tirar de él hacia las escaleras del portal e irnos. Automáticamente, Dylan movió mi mano hasta su brazo, quitándola de su muñeca por segunda vez en ese día.
-¿No te gusta que te toquen la muñeca? -Le pregunté, mientras bajábamos las escaleras.
-No mucho. -Se encogió de hombros.- Es como las chicas con el pelo. No os gusta que os lo toquen y menos que os tiren de él porque os hacen daño, ¿no? Pues esto es igual.
-Buena comparación. -Abrí la puerta del portal y salimos a la calle.
Por suerte, en la calle que había delante del portal de mi casa apenas pasaban coches, por lo que era el sitio perfecto para aprender con el skate.
-Vale. -Dije, decidida. Apoyé el skate en el suelo y esperé a que Dylan hiciese lo mismo. En cambio, se quedó mirándome, sin saber qué tenía que hacer.- Pon el skate en el suelo. -Suspiré.
Dylan se movió hasta mi lado, apoyó (o tiró) el skate en el suelo, e hizo un gesto de afirmación con la cabeza.
-Siga con su lección, profesora Robinson.
-No vuelvas a decir eso o te tiro del skate.
-Todavía no me he subido.
-Me da igual. -Exclamé.- A ver, ahora pon el pie derecho en esta parte de delante. -Le dije mientras lo hacía, y Dylan me imitó.- Gira un poco más el pie.
-¿Hacia dónde?
-Como lo tengo yo, idiota.
-No te enfades, profe. -Dylan hizo un puchero antes de empezar a reírse.
-En fin. -Quité el pie de mi skate, me agaché y le giré el pie un poco hacia la izquierda.- Así.
-¿Y ahora?
-Te impulsas con el otro y cuando estés avanzando lo pones detrás del derecho, pero más torcido. -Me encogí de hombros.
-¿Y ya está? ¿Así de fácil?
-Sí. Aprendí en dos tardes. -Me reí.- Te espero al final de la calle. -Le dije, para que empezase a avanzar. Me impulsé con el pie y empecé a alejarme de Dylan. Giré la cabeza para ver cómo se montaba en el skate, y como cogió mucha velocidad, al impulsarse se cayó para atrás y el skate siguió hacia delante.
Me bajé de mi skate y cogí el suyo, el cual venía hacia mí, y llegué hasta donde estaba él riéndome.
-No me hace gracia. -Dijo Dylan, medio riéndose en el suelo.
-Sí te hace gracia. -Intenté dejar de reírme.- ¿Te has hecho daño?
-No mucho. -Se incorporó.- En el fondo ha sido divertido.
-Levántate, que ahora te enseño mejor. -Le tendí una mano, la cual aceptó y se levantó.
Le di el skate y esperé a que lo pusiese en el suelo.
-Vale, ahora te vas a subir y vas a mantener el equilibrio en él.
-Nunca se me ha dado bien el equilibrio.
-A mí tampoco.
-¿En serio lo tengo que hacer? -Suspiró.
-¡Súbete!
Rápidamente, apoyó el primer pie y con cuidado, el segundo. Por sorpresa, no se cayó y aguantó en equilibrio.
-Muy bien. -Le dije.
-¿Ahora? Eres una profesora muy aburrida, Rob. Cuando te conocí en aquel concierto pensé que eras más divertida. -Sonrió de lado.
-Cállate, idiota.
-¡Deja de llamarme así!
-Perdón, O'Brien. -Me reí, a lo que él suspiró.- Vale, esto va a ser más divertido. No soy una aburrida. -Me subí a mi skate.- No te bajes del tuyo y dame tus manos.
-¿En serio?
-Tú hazlo.
Dylan me dio las manos, pero antes, añadió:
-Ya sabes, no me tires de las muñecas.
-No lo haré. -Le cogí de las manos y entrelacé nuestros dedos.- ¿Así mejor?
-Mucho mejor. -Sonrió.
-Vale, ahora mantén el equilibrio. Yo voy a ir impulsándome y voy a ir tirando de ti, así que no te sueltes. Cuando veas que ya lo controlas mejor, empieza a impulsarte tú. -Le expliqué. Él asintió con la cabeza, esperando a que empezase, y así lo hice.
Al principio Dylan me apretó las manos, seguramente porque tendría miedo, pero después le vi menos tenso.
-¿Vas bien? -Le pregunté.
-Sí, bastante bien. De hecho, creo que puedo empezar a impulsarme. -Dijo, antes de bajar un pie del skate e impulsarse. Hizo eso varias veces hasta que le fue pillando el truco.
-Vale, creo que puedes ir solo. -Afirmé.
-¿Qué? No, no, no, no... -Le solté las manos y frené, para que siguiese el solo.- ¡Audrey, no me sueltes! -Exclamó, una vez que ya le había soltado.
-¡Me has llamado Audrey! -Grité, mientras él seguía avanzando con el skate.
Por un momento pensé que aguantaría y seguiría hasta el final de la calle con el skate, pero en seguida se cayó hacia un lado.
Cogí mi skate y fui hasta donde él estaba en el suelo.
-Segunda caída. -Gruñó.- ¿Cuántas veces te caíste tú cuando aprendiste a montar en skate? -Preguntó, mientras se levantaba con la ayuda de mi mano.
-Si te digo la verdad, ninguna.
-Vaya, tú sí que animas.
-Pero si ya lo vas pillando.
-No.
Suspiré y le di su skate para que se montase. Dylan lo hizo y puso una expresión extraña en la cara, preguntándose qué vendría ahora.
-Bien, lo siguiente que vamos a hacer es parecido a lo que acabamos de hacer, pero evitando caídas, si es posible. -Me reí.
-Lo siento por ser un patoso, profesora Robinson. -Sonrió Dylan.
-¡Que no me llames así! -Exclamé, pegándole un pequeño puñetazo en el brazo.- Vale, tú te subes al skate y yo te agarro, igual que antes, solo que ahora yo voy a ir andando y no en el skate.
-Guay. -Asintió Dylan. Me dio una de sus manos y se la cogí, mientras le indicaba lo que tenía que ir haciendo. Recorrimos la mitad de la calle agarrados, hasta que decidí volver a soltarle, por lo que casi me mata, pero esta vez no perdió el equilibrio. Siguió hasta el final de la calle y no se cayó. Una vez que llegó al final, se bajó del skate, corrió hacia mí, y con una sonrisa en la cara, me dijo:
-Y así es como se aprende a montar en skate en una mañana y no en dos tardes.
-¿En serio? ¿Ni un "gracias"? ¿Nada?
Dylan se rió, antes de agarrarme por la cintura y levantarme en un abrazo.
-Vale. -Dije, una vez que me dejó en el suelo.- Quizás eso ha sido demasiado.
-Estoy eufórico. Tenías razón, eso ha sido genial. -Respondió, todavía con la sonrisa en la cara.
-¿Ah, sí? Pues... -Dejé el skate en el suelo y puse mi pie derecho en él.- ¡Te echo una carrera hasta el final de la calle!
-Eh, ¡eso no es justo! ¡Ni siquiera sé si ahora volveré a mantener el equilibrio! -Se quejó, una vez que yo ya había empezado.
No miré atrás, hasta que Dylan llegó a mi lado:
-Bueno, parece que el alumno ha aprendido rápido, ¿verdad, profesora Robinson? -Sonrió, cómo no, de lado.
-Te acabas de ganar una caída. -Dije, ya que ya le había avisado de que si me volvía a llamar así le tiraba del skate. Y así lo hice. Me incliné hacia su lado y estiré los brazos para empujarle, perdiendo el equilibrio y cayéndome encima de él.
-Me estás metiendo el pelo en la cara. -Se rió Dylan.
-Lo siento. -Respondí, quitándome de encima de él.- Mierda, los skates.
-¿Qué les pasa? -Se puso detrás de mí.
-Que van directos a la carretera principal. -Dije, y empecé a correr hacia ellos para que no se los llevase por delante un coche. Justo antes de entrar en la carretera principal, Dylan me rodeó con sus brazos la cintura, parándome y evitando que me metiese en la carretera, mientras observaba a los skates metiéndose en ella.
-¿Estás loca? -Gritó Dylan, soltándome y poniéndose en frente de mí.- ¿¡Te ibas a tirar a la carretera, en medio de todos los coches que te podrían haber matado, por coger los skates que puedes comprar otra vez en la tienda!?
-No me sobra el dinero, Dylan. -Suspiré.
-¿Y qué? ¿Te pensabas matar?
-Directamente no pienso. -Me reí.
Dylan suspiró y agachó la cabeza.
-Anda, vamos a la tienda y te compro otro yo. -Empezó a andar, justo antes de que un señor se acercase a nosotros:
-¿Esto es vuestro? -Preguntó, sujetando nuestros skates.
-¡Sí! -Exclamé, cogiéndolos.- Gracias. -Sonreí.
-Tened más cuidado, podrían haber provocado un accidente. -Añadió.
-O una muerte. -Me susurró Dylan.
-Lo tendremos. -Le respondí al señor, antes de girarme hacia Dylan.- Anda idiota, que no hubiese entrado en la carretera. No soy tan tonta.
-Sí lo eres. -Se rió Dylan, antes de montarse en el skate y retarme a otra carrera.

1975 [Dylan O'Brien]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora