Epílogo

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Tras mirar el armario durante unos veinte minutos, decidí ponerme la misma ropa que el día que conocí a Audrey en el concierto de The 1975.
La echaba de menos.
Día tras día la echaba de menos.
Día tras día pensaba en ella y en todos los recuerdos que teníamos juntos.
Recordaba el día en el que nos conocimos, todos los momentos vividos juntos, el día en el que empezamos a estar juntos definitivamente... Y el día en el que se había acabado todo definitivamente.
-Te prometo que esto no nos va a separar. -Recordaba que me había dicho Audrey, sujetándome las manos con fuerza y con lágrimas en los ojos, intentando esconderlas.
Se había aferrado a mí temiendo que la distancia nos separara, cosa que había hecho. Me había rodeado el cuello con sus brazos, enredando sus dedos en mi pelo, y me había besado como nunca lo había hecho.
-Nada nos puede separar. -Le había contestado.
-¿Me prometes que no dejaremos de hablar, por mucho tiempo que te vayas, que intentaremos vernos todo lo posible, que este año juntos no ha sido en vano?
-Te lo prometo.
En ese momento se había callado durante unos segundos, mirándome fijamente a los ojos.
-Prométeme que no me vas a olvidar, por favor.
-Audrey, ¿cómo te podría olvidar? -Le había pasado los pulgares por las mejillas, secándole las lágrimas.- ¿Sabes? Una vez leí que el primer amor nunca se olvida. Que el resto de "amores" son imitaciones de lo que sentiste en ese primer amor. Nunca se olvida. Es el sentimiento más fuerte que se puede sentir. Y tú, Audrey, eres mi primer amor. Y estoy seguro de que, aunque me fuese a la Antártida y no a otro Estado, te seguiría queriendo. Seguiría estando enamorado de ti.
Me había dado un abrazo por enésima vez, y me había susurrado: "Te quiero."

Llevábamos un año juntos el día que me enteré de que me tenía que mudar. No tenía ni idea de que nuestra escuela de interpretación fuese a tener tanto éxito y que nos cambiaríamos de Estado si queríamos seguir actuando. Audrey, como siempre, me había apoyado con mi decisión, aunque le doliera.
Había notado en sus ojos cómo, en el fondo, no le había agradado para nada la noticia.
-No me quiero ir, Rob. -Le había dicho, tumbados en mi cama. Tenía el móvil a mi lado, con el mensaje que me informaba de la necesaria mudanza.
-¿Y si no estuviésemos juntos, querrías irte? -Me había preguntado ella, apoyada en mi pecho.
-Es diferente...
-No lo es, Dylan. No quiero que no persigas tu sueño por mí. No quiero ser un obstáculo.
-No eres un obstáculo.
-En cuanto a la escuela de interpretación, sí. -Suspiró.- Dylan, tanto tú como yo sabemos que quieres irte. Tienes muchísimas posibilidades de conseguir el éxito que quieres si te mudas junto con la escuela. Y es tu sueño.
-Pero mi sueño también es estar contigo. Agarrarte de la mano todos los días, verte sonreír, escuchar tu risa, llegar incluso a formar una familia contigo en un futuro. Tener hijos y cuidarlos contigo.
-¿De verdad? -Había notado como sonreía.
-Pues claro.
-¿Te casarías conmigo?
-Una y mil veces. -Le había respondido, enredando un mechón de su pelo en mi dedo.- No me imagino mi vida sin ti ahora mismo, Rob.
Ella se había girado y se había inclinado para darme un beso.
-Te quiero muchísimo, Dylan. -Susurró.- Pero vas a irte. Te obligo a irte. No me antepongas a lo que llevas soñando hacer durante toda tu vida.
Hubo un silencio mientras la miraba a los ojos.
-Está bien. Me iré. -Sonreí.- Pero no perderemos el contacto, ¿sí? Y en cuanto pueda volver, volveré.
-O en cuanto pueda ir yo allí, iré. -Volvió a apoyar su cabeza en mi pecho.

Pero, a pesar de las promesas, con el tiempo, dejamos de hablar. Los primeros meses hacíamos videollamadas en cuanto podíamos, hablábamos por teléfono durante horas... Pero nuestros horarios empezaron a chocar. Ella tenía clase, yo pasaba cada vez más tiempo en la escuela de interpretación.
Y dejamos de hablar.
Yo pensaba continuamente en hablarle, pero me preguntaba si ya me habría olvidado, si habría pasado página.
Incluso me preguntaba si tendría otro novio.
Aparté ese pensamiento de mi cabeza y me puse la ropa que había sacado.
Ese día volvía a ir a un concierto de The 1975, el primer concierto al que iba después de en el que había conocido a Audrey.
Llegué al estadio justo cuando abrieron las puertas. Di mi entrada y entré.
Me dirigí a la pista; me situé en el medio, veía perfectamente.
Pronto empezó el concierto y me hice amigo de un chico que tenía al lado. Le pregunté qué pensaba sobre Chocolate, acordándome de Audrey. "Esa canción la he escuchado tantas veces que escupiría a alguien en la cara si me la canta", recordé que ella me había dicho.
-Está bien. No es de mis favoritas pero me gusta. -Me respondió el chico.- ¿Por qué?
-Tú... No la vayas cantando por ahí. Puede que una chica te escupa en la cara. -Me reí.
-¿Qué? -Enarcó una ceja.
-Mejor, olvídalo. -Suspiré.
La noche fue pasando y el concierto también, hasta que llegó Chocolate.
El chico del que me había hecho amigo (y del que todavía no sabía cómo se llamaba) me dio un codazo cuando empezó la canción.
-Tu canción. -Me dijo.
Asentí y sonreí levemente.
De repente, noté que alguien me empujaba por detrás. Me giré, algo molesto, pero eso cambió en seguida.
-Perdón, soy muy torpe. -Se disculpó la chica, intentando recuperar el equilibrio y mirando al suelo.
-¿Rob? -Pregunté, sonriendo.
La chica levantó la vista, y se le iluminaron los ojos.
-Dylan. -Dijo, formándose una sonrisa en su cara.

1975 [Dylan O'Brien]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora