Capítulo 41: El Secreto de los Enanos

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Bno avanzaba corriendo por la Selva. Gotas de sudor perlaban su frente, pero su mirada estaba rígida por la concentración. Debía mantener una atención constante en dos planos diferentes, el físico y el mental. Con su problema de distracción se hacía mucho más difícil. Era como estar viendo algo diferente con cada ojo, o mover las manos en sentidos diferentes al mismo tiempo, o como situar la mirada justo en la línea de la superficie de un líquido, viendo tanto la parte en el aire como la del agua. Eso, diez veces peor, pues no sólo se mezclaban dos visiones diferentes sino también distintos sonidos, olores y sensaciones diferentes. Un sólo titubeo y perdería el contacto con uno de los planos.

Era más fácil concentrarse en la mente cuando cerraba los ojos, pero no lograría avanzar. Y no podía poner todo su empeño en el camino porque olvidaría por dónde debía ir. Era todo tan rebuscado que debía ver todo el tiempo lo que le mostraba la mujer desconocida en su mente. Su recuerdo estaba un poco borroso, tal vez porque había sucedido hace mucho tiempo, lo que le dificultaba aún más comprenderlo.

Tuvo un instante de duda cuando llegó a una bifurcación de árboles. En el recuerdo no lo había visto del todo bien, porque en ese momento la persona no había prestado atención a él.

Por la izquierda.

Le aclaró la mujer.

Oh, gracias.

Bno reanudó a la carrera por allí. Estaba asombrado de sí mismo por lo bien que estaba controlando aquel tipo de conversación. No había luna llena, apenas creciente, pero se sentía hasta mejor que en esos días extraños. Tal vez era la adrenalina por todo aquello que estaba pasando. Tal vez por la determinación que había tenido al elegir la opción correcta.

Bno tenía la remota esperanza de que si se daba prisa en encontrar el Brote y llegar a tiempo a donde estaban luchando sus amigos, tal vez podría curar a su madre con el poder de aquel vegetal mágico.

Sin embargo, no podía distraerse con esperanzas falsas. Tenía que concentrarse plenamente en aquello. Era la única forma de vencer a los Rumios Oscuros y escapar del Bosque de las Penumbras con el botín. Pero debía darse prisa. Confiaba en la capacidad guerrera de sus amigos, pero eran más los enemigos y acabarían venciéndolos por la fuerza.

Lo estás haciendo bien.

Le dijo la desconocida. No le contestó, pero agradeció que se lo dijera. Pestañeó, y la imagen del recuerdo se interpuso debajo de sus párpados como una hoja traslúcida. Era exactamente el mismo paisaje. Tal vez con las plantas un poco más crecidas. Decidió seguir ciegamente la guía y no concentrarse tanto en el camino. Luego se las arreglaría para volver. Después de todo, ese era El Secreto de los Enanos. Era mejor que la ubicación se mantuviera lo más ignorada posible.

Al cabo de un rato de vueltas y más vueltas a la carrera, Bno sabía que ya estaba muy cerca. Estaba exhausto, pero la idea de que pudiera acabar con todo aquello le dio fuerzas para seguir.

Sintió una punzada de injusticia por sí mismo. No encontraba demasiado bien que fuera él solo el que consiguiera el tesoro. Se supone que la misión para encontrar las Esencias de la Sabiduría era de los siete. Aún así, sabía que lo que estaba haciendo era correcto. Cuantas más personas se enteraran del camino, aunque sea vagamente, era más peligro para los Enanos. Ésa era su tarea. Él era quien tenía el poder para encontrar el Brote Que-todo-lo-cura. Aunque no supiera de qué se trataba exactamente y por qué lo tenía sólo él.

De pronto, un pensamiento lo atemorizó, haciéndole casi perder la concentración. «Al parecer ni siquiera debería haberme tomado la molestia de apoderarme del Brote. Nunca lo conseguirían por sí solos aunque no lo hubiera hecho». Eso era lo que el líder Rumio había dicho. ¿Qué habría querido decir? ¿Habría cambiado de lugar el tesoro? Bno rebuscó dentro de sí. «No, el no ha hecho tal cosa. Puedo sentirlo cerca». Era verdad. Tal vez por aquel extraño poder, Bno podía sentir todo lo que estaba vivo. Y el Brote tenía una energía particular, mucho más fuerte que cualquier vegetal. Bno era hasta casi capaz de sentir su aroma. No lo había hecho antes de entrar en aquel trance de poder, pero se preguntó si habría podido rastrearlo si no hubiera tenido la ayuda de la desconocida. Aún así, el chico estaba preocupado por lo que había dicho el tipo. No podía ser nada bueno.

El Viaje de las EsenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora