Capítulo 17: No es Solo un Sueño

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—Bien, aquí estamos. Admiren, la maravillosa naturaleza de la Oscura Selva de los Enanos.

Dijo Lau, extendiendo los brazos para abarcar todo lo que veía.

—Hemos llegado.

Agregó Bno.

—Aquí comienza todo.

Concluyó Gab.

Siete jóvenes de pie junto a los primeros árboles tropicales, de cara al destino.

A su izquierda, el sol les regalaba su último rayo antes de desaparecer en el subsuelo.

A su derecha la luna, ya no tan llena como en la noche anterior, les devolvía la luz.

A sus espaldas, todo lo que conocían.

Se tumbaron en la hierba, exhaustos luego de toda una tarde sin parar de caminar. Pasaron un cuarto de hora tumbados en silencio, cada uno sumido en sus propias cavilaciones.

Como por ejemplo, Gab tenía los ojos cerrados, muy concentrado en el fino arte de oír el movimiento de sus tripas. Fía observaba pacientemente cómo cambiaba poco a poco el color del cielo, y una vez que estuvo completamente negro se puso a estudiar las figuras que formaban las estrellas, según las historias del Maestro. Lau, tumbado de cara al cielo, aplaudía abriendo exageradamente los brazos de tal modo que en su punto más amplio tocaban el suelo, para luego volver a subir y aplaudir nuevamente con los dedos juntos. Bía lo miró, extrañada y tal vez un poco irritada, pero él seguía aplaudiendo ensimismado. A veces parecía que aquel chico sufría algún grado de autismo, una rara maldición con la que nacían algunos niños, haciéndolos ausentes, callados y encerrados en su propio mundo, con la cual acababan muriendo prematuramente por no poder defenderse.

Mientras tanto, Licia y Jolyn jugaban con sus pies, pateándose suavemente la una a la otra. Bno era el único que estaba sentado, refunfuñando sonidos de frustración en sus intentos fallidos de pelar al cervatillo con su hacha de mano.

Luego de un rato Lau salió de su ensimismamiento y se dirigió a corregir la obra de Bno. Al cabo de un rato obtuvieron una fogata y una buena carne asada.

—Me resulta extraño no tener la necesidad de quitarle la piel y rasparla.

Comentó Licia mientras roía un hueso.

—Supongo que no nos serviría demasiado en nuestro viaje. Solo para añadir una carga más. Con Bno ya tenemos bastante.

Rió Bía. El chico le lanzó una mirada furibunda.

—¿Qué tienen contra mí? Soy maravillosamente útil.

Los demás siguieron debatiendo como si él no estuviera allí.

—¿Qué haremos entonces? —Preguntó Jolyn— ¿Dejar los restos aquí tirados?

—¿y por qué no?

La chica frunció el entrecejo ante la demanda de Lau.

—No sé, me parece una grosería para la naturaleza.

Fía asintió. Iba a decir algo, pero tenía la boca demasiado llena. Sin embargo, no se resistió.

—Fodríamos defarlo dentro de la selfa. Allí se defcomfondría más ráfido. Y eftaría menos fisible.

Algunos estuvieron bastante de acuerdo. Bno ni siquiera había entendido lo que la muchacha había dicho.

Gab dio un bostezo.

—Yo... no sé a qué esperan para echarse a dormir, pero yo tengo sueño. Hasta mañana al alba.

Se dio media vuelta y se dejó de oír. Bía le imitó. Los demás se quedaron unos minutos en silencio, con cara de soñolientos, hasta que decidieron hacer lo mismo que ellos.

El Viaje de las EsenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora