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Alan tapaba su boca con su mano derecha, mientras daba un grito agudo que se reprimia con la Palma de su extremidad bronceada, su rostro reflejaba sorpresa, expresaba que no entendía lo que habían escuchado sus oidos, también se le podía ver consternado por la fuerte revelacion, el estaba completamente extrañado, su pelo lacio el cual parecía en extremo sedoso, negro como la noche, se había puesto de punta.
Se quedó mirándome fijamente bastante rato, las avellanas que poseía por ojos se hacían más grandes, estaba esperando a que hablara, a que le dijera como rayos había ocurrido eso, como pude caer ante los encantos de Albert, lo esperaba, sin embargo no quería contarle más sobre mi pasado, el pasado que me atormentaba, el que me hacía llorar tan fuerte como para quedarme dormida, pero había algo que me obligaba a seguir haciendolo, tal vez que me encantaban de verdad sus músculos, oh su voz grave de macho Alpha, oh quizás su preciosa personalidad, algo había entre el espacio vacío de veinte centímetros que nos separaba a él y a mi, algo así como una fuerza, mayor a mi, a la del mundo, a la del pensamiento, mucho más fuerte, que me incitaba a continuar contándole mi vida entera, esa fuerza me sacaba las palabras aunque yo no tuviera deseos de Compartirlas con Alan, era raro, me daba escalofrios, me provocaba temor. La estúpida fuerza volvió a hacer de las suyas, le dio a Alan su respuesta, que seguía esperando en silencio mientras me miraba por esas ventanas avellanas que me derriten.
- Si, me enamoré de Albert. Dije vagamente.
-¿Como mierda fue a suceder? ¿Por que?, no me lo explico. - Alan gritaba exasperado, caminaba de izquierda a derecha con rapidez. Otra cosa Que me desesperaba de los demás, la inquietud.
-Pues...-Comenze dudando de continuar el relato mientras hacia con mi dedo índice un churro con mi cabello.-Pués... -Aún dudaba.
- Continúa.-Alan me lo pidió con tranquilidad, ya no estaba dando vueltas como un loco.
- Ok. Bueno, dímelo tu ¿no es algo obvio? El pasaba mucho tiempo conmigo, yo pasaba demasiado tiempo con el, algún día uno de los dos terminaría gustando del otro, pero nunca imaginé que yo seria la que caería hipnotizada a los pies de el. -Hable firme.
- Ok si, si era algo muy predescible, era inevitable enamorarse de una persona cuyas cualidades son de lo más sinceras contigo, se que el corazón es estúpido, que no puede ver más allá de lo que muestra una persona. El maldito amor se cree dueño de nosotros y nos utiliza a su antojo parar reirse un poco. Inevitable. -Alan suaviso su voz.-¿Bueno y luego que sucedio? - Pasaba por mi mente la idea de ya no seguir, pero Alan estaba muy intrigado, tanto que no podría ser capaz de dejarlo con las dudas, me dispuse a proseguir, cuando Alan me hizo una petición.
-Cuéntame por favor, todo lo relacionado a eso, cada suceso, cada pequeño detalle, quiero saberlo todo, hasta la basura más inmunda que tiraste en esos dias,
T-O-D-O, -deletreo la palabra haciendo énfasis en las dos últimas letras,
- ¿entendido?
- Si, claro señor presidente ¿Algo mas Que se le ofresca al Rey ? -Dije sarcasticamente.
-Si, que dejes de hacerte la tonta y me cuentes de una buena vez, por que me estas dejando con muchas dudas y preguntas que no puedo responderme a mi mismo. -Parecía desesperado.
- Si, si, si, ya mismo continuo, tranquilo, Relájate un poco.
- Yo me relajo tu habla. -Hablo el lacio prácticamente ignorandome.
-Ok.- Seguía muy nerviosa, me estaba poniendo estresada.
-Sucedió debido a que nuestra amistad ya había durado años, toda mi vida estuve con el en los momentos de dificultad, en los de alegría, en los de tristeza. Albert siempre se encontró ahí, a mi lado, leal como siempre, si yo necesitaba un hombro en el que llorar, en el cual sentirme tranquila, protegida, inmune a todo y a todos él me lo prestaba, se portaba como todo un caballero, abriéndome la puerta, dejandome pasar a mi primero, ayudándome con las cosas pesadas, en fin muchas cosas más, el comportamiento de niño travieso se le esfumó a los 14 años de edad, mientras yo enfrentaba uno de los momentos más duros de mi vida, el maltrato escolar, podía sobrevivir a los "golpes" de mi padre, a sus bofetadas, a sus cinturonasos a todo que viniera de él-. Exageré , creo que realmente hago bien mi trabajo de mentirosa.
-Pero nunca pude hacerle frente a los insultos de mis amigos(as), me dolían más que cualquier tunda de mi padre, más que golpearse en el dedo meñique del pie, más que quitarse los padrastros de los dedos, infinitamente más que eso -. Alan sacó una pequeña risa, que enseguida borro de su rostro por que lo mire con furia mientras se encontraba recostado su hombro izquierdo en el Álamo gigante.
-¿Puedo seguir? -Dije irónica.
- Ó si Katy, disculpame, es que no creo que exista algo que duela más que lastimarse el dedo pequeño del pie. -Alan volvió a reir, lo mire de nuevo con enojo, se volvió a callar.
- Pues aunque no lo creas existe, ahora, seguiré. ¿En que estaba? Ah si ya recorde. -Pensé en voz alta. -Pues yo pasaba los peores momentos de la vida cuando Albert comenzó a interesarse en mis sentimientos, me apoyaba, me defendía, sobre todo me ayudó a no escuchar palabras de aquellas personas que sobre todo no se han visto al espejo, me prohibió en cierto modo escuchar a el mundo entero, me hizo comprender que la báscula no era mi enemiga, que gorda, obesa, pelota etc. Eran sólo palabras, yo termine comprendiendo que eso era verdad, que ya no me mataba ser el tema de los demas, que en las peores situaciones no necesitas más que a uno para sobrevivir, lo más importante, que ese uno siempre estaría ahí apoyandote, guiándote hacia tu mundo perfecto, hacia la superación, directo al cielo. Yo tenía a mi uno, y era él.
-Wow.- Alan levantó sus largos cinco dedos derechos para darme a entender que parará. - Eso es precioso Katy, en verdad, pero ¿no te parece algo contradictorio a lo que sucedió esta mañana?
-Si. - Baje la mirada hacia los zapatos deportivos que traía puestos Alan, bonitos, Azules de tono marino, con velcro, marca Pumas. No le había visto ese par, son muy lindos, claro, el siempre usa zapatos hermosos, seguramente compra unos nuevos cada quincena, por que jamás le eh visto repetir calzado más de tres veces en el año y medio que eh vivido por estos territorios. Continúe mirando hasta que realcé la cabeza para mirar a Alan desanimada.
- ¿Que más sucedio? Alan estaba pegado a la historia, lo tenía como un perro adiestrado, tranquilo, obediente y también algo atento.
-Como es común, el tiempo paso, crecimos, maduramos, cambiamos más de lo que creiamos, hasta que pensé en lo bien que se portaba conmigo, como me adoraba y defendia, en todo lo que vivimos juntos, como sus rizos cafes me encantaban, todo eso, me enamore, que mejor traducido me idiotice con su forma de ser , con todo el. No lo supo por mucho tiempo por lo mismo la amistad seguía creciendo, mi amor crecía y el más caballeroso se hacía.
-Ok, Alto, Alto, Alto Alto, ay un pequeño detalle que aún no me queda claro, si su amistad crecía y el era caballeroso ¿que fue lo que paso? ¿Que coño le hiciste para que pasarán de ser los mejores amigos por siempre a los mejores enemigos hasta la muerte? - Desconcertado me pregunto.
- Relájate amigo, que a eso voy. Yo estaba decidida, le confesaria mi sentir, le diría que lo amaba esa bella tarde de otoño mientras las hojas muertas en tonos de amarillos a cafés caían de los árboles que ya se preparaban para invierno, lo sacaría de mi, por que ya no podía aguantar, estaba casi gritándo a los cuatro vientos mi amor por Albert era en serio ya no soportaba mantenerlo en secreto, ya no podía ocultárselo más, así que lo cité ese día bajo un Pino viejo que conservaba la Universidad por el echo de ser antiguo, Aceptó.
Ya nos encontrábamos ahí los dos, ya te podrás imaginar, puesta de sol, cielo colorido, pajarillos cantando, la escena perfecta, hasta que comencé a hablar del tema.
Primero que nada Albert se puso muy incómodo, no hablaba, estaba sonrojado su piel lechosa en ese momento impregnada de rojo me lo confirmaba, le comenze a decir lo especial que era para mi, el papel tan importante que jugaba en mi vida, y entonces llegó el momento de hacer la pregunta, estaba transpirando por todas partes, en especial de la frente, que escurria litros de sudor, más bien parecía que me habían bañado con un vaso de agua justo en la cara, Albert sospechaba pues me pregunto si me encontraba nerviosa, no le contesté nada, apreté los puños, finalmente me arme de valor y...

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