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Todo era obscuro, me encontraba en un cuarto, o un lugar, o en la nada. Estaba completamente sola y eso me provocaba una profunda tristesa.
De repente escuché un ruido proveniente de algún lugar y solté un pequeño grito. Los vellos de los brazos se me erizaron cuando sentí que algo o alguien sopló en mi nuca. Con la Palma de mi mano alivie la ansiedad que aquello me provocó y cuando una pantalla gigante se encendió frente a mi di un respingo que me llevó hacia atrás.
La gran pantalla de tela se puso en blanco y luego lo que observe me dejo perpleja.

Cerca estoy pero lejos llego. Dijo Karen con una sonrisa de burla mientras le sangraba la nariz.
Eso me hizo tener tanta ira, que de mi salió un grito estruendoso que tenía guardado muy en el fondo, no de miedo, si no de enojo. Y seguí gritando.
Mientras lo hacía, también con desesperación empecé a rasgar la pantalla de tela, más sin embargo esta no cedía, no podía romperla o volverla pedazos de tela sin uso, y seguía reproduciendo las imagenes. Ahora era la señora Barris, repitiendo lo mismo que Karen, con el mismo tono y la misma cara burlona, en seguida Alan apareció y en vez de copiar lo de aquellas dos se empezó a reír,a reír con ganas, apuntando directamente a mi, acto seguido, Karen la señora Barris y Alan se reían.
Estaba observando completamente conmocionada, enojada y triste lo que sucedía, entonces mis puños repiquetearon contra la maldita tela y sólo podía gritar con todas mis fuerzas que se callaran, pero al parecer nadie quería hacerme caso entonces me derrumbe, me tumbé en el suelo tapando mis oídos, en cuclillas, gritando fuerte para no escuchar, pero el sonido se colaba en mis oidos de alguna manera, no podía hacer nada, así que de rabia comencé a llorar, mis sentimientos estaban mezclados en ese momento, todos se reían de mi. Sus risas se hacían mas grandes, más fuertes y más dolorosas, eran como cuchillos filósofos atravesando mi corazón, perforandolo hasta dejarlo inservible y cuando estas llegaron al punto de hacerse carcajadas, de repente callaron. Pare de llorar, seguía en cuclillas, el momento había sido muy intenso, todo estaba en silencio, me levanté de mi posición y me percaté que todos me miraban, sus narices estaban sangrando, sus ojos clavados en mi con una sonrisa ancha, comenzaron a repetir: Cerca estoy. Lo hacían con una tranquilidad y aunque sonrientes, con una seriedad que asustaba.
Luego comenzaron a hacerlo más rápido y mas rápido hasta que entonces la imagen en la pantalla cambio por la de un sujeto con máscara de león cuya voz era macabra riendo altamente sujetando su barriga para contener tanta gracia.

Y entonces... todo se volvió negro.

Abrí los ojos y estaba jadeando, estaba sudando frío y a mi mente le costó un poco captar la imagen que estaba presenciando. No estaba en mi habitación, esta era muy diferente, más iluminada aunque a la vez más apagada, la pintura blanca predominaba y hacía que eso me asustara.
Estaba en un hospital.
Al intentar si quiera mover la cabeza para ampliar mi campo de visión sentí un punzante dolor en el cuello y en la cabeza. Gruñí del dolor. Tenía un collarín al que intente tocar con las dos manos, pero descubrí que sólo podía sacar de las mantas mi brazo izquierdo. Oh por Dios, la mano derecha tenía una ferula, no puede ser, me fracturé. Sentí mucha impotencia y ganas de llorar exorbitantes, pero todo eso se relajó cuando observé a Alan sentado frente a mi, su cabeza al lado de mi pierna, profundamente dormido, sujetando débilmente mi mano.
Ya habían cesado los jadeos, pero el sudor caía aún por mi rostro.
Sonreí lo más que pudo dar mi rostro.
De repente me sentí incomoda, no por el contacto, sino por la posición en la que me encontraba acostada, así que quise moverme tratando de hacer el menor movimiento posible para no despertar a mi guapo, guapo durmiente. Con mi mano sana levante mi espalda y me moví con más brusquedad de la que quería mis extremidades inferiores.
Alan dió un respingo y con una linda cara saltó diciéndo mi nombre y preguntando si me encontraba bien.
Asentí con rapidez hasta que tuve que detenerme. Me estaba olvidando que caí con dureza por las escaleras de Alan. Me dolía, por lo tanto, mejor respondí que si, por ello me enteré de que mi voz estaba terriblemente ronca. Sonaba como si me hubiera tragado un trituradoro algo así.
Me dio pena con Alan y decidí privarme de hablar con el, pero la cosas se iba a complicar a la hora de comunicarnos, pues sin poder hacer gestos ni hablar, valla conversación que vamos a entablar.
Se quedó parado por unos instantes mirándome ó mirando al infinito. Le estaba pasando lo que a cualquier persona que despiertan a muy tempranas horas de la mañana. Se quedó embobado viendo un objeto. Como si estuviera en coma mientras esta despierto.
Pasaron pocos segundos en los que quería reirme de su cara, pero comprendí que no es propio de una dama, y se enfadaría conmigo por hacerlo. En seguida reaccionó, con lentitud se movió y volvió a su silla. Un suspiro cansado salió de el en cuanto dobló su espalda, apoyó sus codos en las piernas y su cabeza en las manos. Se frotó los ojos para después voltear a verme nuevamente y esbozar una tierna sonrisa. Le devolví el gesto.
El tiempo pasaba, y cada vez se hacía más incómoda el aura que había entre los dos. Aunque se que me reusé a hablar por mi horrible ronquera, creo que sería mejor romper el silencio que sólo estar mirándonos nerviosamente, voltear los ojos hacia otra parte y suspirar ocasionalmente.

Inside DarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora