Capítulo VIII

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Posteriormente de hacer las cuentas con el Duque, aquel día no le fue posible a Mr. Runnell retornar a su villa. Por la mañana llegó al castillo y se reunió con el administrador antes de marcharse a Londres, pero esa tarde cuando se disponía a salir, el frío invernal trajo consigo una nubes tan sombrías, y una lluvia tan recia, que paralizó toda posibilidad de salir. Él estaba en el despacho del Duque mirando por los grandes ventanales, percibió a lo lejos, todo se fundía en un cielo oscuro y mucha niebla, sin poder ni siquiera distinguir con claridad el jardín. Cuando escuchó un toque y se giró:

—¡Lady Ellie Bedford!

El corazón de él deseaba salir por la boca, cuando vio a la dama, está esa tarde estaba radiante:

—Oh, Mr. Runnell disculpe, buscaba a mi padre...

—Su padre se marchó a sus aposentos.

—No pensé encontrarme con usted en todo este tiempo.

—El Duque me solicitó ayuda con los números, mientras su administrador está en Londres.

—Ya veo ––. Ella muy tranquila se aproximo y le dijo ––. Wau su herida se curó, y casi ni se nota que estaba allí.

—¿De veras?

—Si, es muy invisible casi imperceptible.

Ella levantó la mano y con sus dedos tocó el lugar donde estaba la herida y ahora la cicatriz, ese simple toque lo dejó frío, y una ráfagas de sensaciones corrieron por todo su cuerpo, y automáticamente echó hacia atrás, ella se dio cuenta y dijo:

—Perdón...

—No es que mi cara debe estar fría, y su mano está muy cálidas...

—Será mejor que me marche...

—No se vaya...

Él instintivamente levantó su mano y la tomó por el brazo cuando ella se giraba para marcharse, él inmediatamente miró las manos unidas y se recordó lo que había expresado el Duque del administrador y para que ella no se diera cuenta de su turbación le indicó.

Ella al sentir la mano de él en su brazo al girar, se le inundó de alegría el corazón, pues eso le indicaba que a él le agradaba su compañía...

Lady Ellie Bedford lo miró a los ojos, y por un momento vio en ellos una luz especial, pero solo fue por un instante, pues al bajar él la vista hacia sus manos unidas, dijo:

—Deseo que me diga antes de marcharse, ¿Quienes son estas personas?

Y se aproximó al escritorio, abrió el libro de cuentas y mencionó algunos nombres, ella visiblemente confundida, indicó:

—Esos son los sirvientes de la mansión en Canterbury.

—Gracias, ahora si desea puede retirarse.

Lady Ellie bajo la cabeza en forma de reverencia y salió a toda prisa del despacho, y decía para sus adentros, idiota como pudiste tocar su rostro, y al recordar se de lo suave de la piel del caballero se estremeció, y camino a hacia la biblioteca, ya que en su recámara estaban las sirvienta limpiando su chimenea.

Al llegar tomó su libro y un candelabro, ya que por lo gris del cielo todo estaba oscuro, discurrió hacia un saloncito anexo a la biblioteca, en el cual había una cómoda fornitura para leer. Se encaminó al alféizar de una ventana, el cual era bien amplio, se sentó en él, cruzando las piernas como un turco, poniendo el candelabro en un lado, de inmediato corrió las amplias cortinas marrones poco a poco, para evitar que se apagaran las velas, quedó aislada por completo, dejó el libro a un lado y llevó las manos a su rostro y sin saber porqué lloró.

Pacto de Amistad 2 (Amor en Silencio II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora