Enfado

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Enfado

La salvación del teniente lavaba sus manos sin perder detalle de aquel recipiente tiñéndose de sangre; sangre que no era suya.

Escuchó pasos firmes, pero ligeros, seguidos de tres toques al marco de la puerta.

Miró por encima de su hombro y tomó un trapo para secarse las manos; luego se levantó y reverenció.

—Leah. —La señora Marriot pronunció su nombre con dulzura—. Acaban de traer una carta del Doctor Marriot; la envió horas después de que llegó a Bibury. Quiere que marche allá enseguida.

Ahogó un suspiro y preguntó intuyendo la respuesta.

— ¿Hay más enfermos? —Lady Marriot asintió—. Quédate. Yo iré en tu representación para ayudarle.

La más grande negó con la cabeza. Que la esposa del doctor sólo contestase con movimientos comenzaba a estresarle.

—Quiere que cuides al Teniente Blake en nuestra ausencia.

Leah no se esforzó en ocultar su expresión molesta.

—El Teniente Blake no es un niño; no necesita cuidados. Estoy completamente segura de que es capaz de cuidarse él solo... por algo es un militar.

—Necesita que cuiden de sus heridas, Leah... —murmuró y exhaló, profundamente, con pesar y cansancio—. Además, no sé en qué momento has creído que ésta podía llegar a ser una discusión cuando era enteramente un mandato. Partiré en una hora rumbo a Bibury. Espero que salgas a despedir mi carruaje.

Ya estaba entrada la noche cuando la Señora Marriot partió al encuentro de su marido. Leah la despidió desde la puerta y una hora después las mucamas le ayudaban a quitarse el corsé.

2

Abrió los ojos, sintiendo sus latidos a mil por hora. Una punzada le taladraba la cabeza; tenía los labios demandantes de agua.

Trataba, en vano, de ordenarle a sus ojos que no se cerrasen pues aún guardaban las imágenes de aquella pesadilla tan recurrente. Porque a pesar de no identificar a nadie, ni nada de aquel sueño, eso era para él: una pesadilla.

Tardó demasiados minutos en ponerse de pie y al llegar a la puerta de la alcoba ya se hallaba de rodillas.

Recargó su espalda en la pared con la finalidad de recuperar el aliento y lo que consiguió fue quedarse dormido otra vez.

Sus párpados caían pesadamente a pesar de que él intentaba, con todas sus fuerzas, abrirlos, pues algo había llamado su atención; una silueta femenina que se vislumbraba no muy lejos de él y que le resultaba familiar.

De cabello castaño, piel aperlada, manos de las que resaltaban sus venas al sostener aquel viejo libro, ojos chocolate detrás de dos cristales... mismos que se desviaron de su lectura y le dedicaron una mirada que le causó escalofríos.

Dejó el libro sobre la mesa de noche y se levantó ágilmente, hacia él, con indudable elegancia.

—Llevo buen rato esperando a que despierte, Teniente —dijo con una mezcla entre el enfado y el fastidio.

El joven Blake, a su vez, era bien conocido dentro del regimiento por su habilidad adaptativa. Si alguien le hablaba de buena manera, era todo un caballero; y si no...

— ¿Está diciendo que me dejó aquí tirado, por vaya dios a saber cuántas horas?

Y al mismo tiempo, Leah no era una mujer sumisa.

Yuanfen: Las mismas almasWhere stories live. Discover now