Mala compañía

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Mala Compañía

Los segundos que el Teniente pasaba con Lady Leah se transformaron en minutos; los minutos en horas y las horas en días.

No hablaban de muchas cosas.

El joven Blake se dedicaba a tratar de descifrar a Leah, pero era misión complicada. De vez en cuando hacía preguntas que ella respondía con precisión, sin dar oportunidad a ninguna otra.

Buscaba comprender por qué sus sonrisas se borraban tan rápidamente.

—Buenas noches, Teniente Blake. —Se anunció Madame al llegar a la habitación de huéspedes—. La Señorita Leah me ha encomendado para cambiar sus vendas.

— ¿Dónde se encuentra Lady Leah? —Preguntó con el ceño fruncido.

—Fue a visitar a su prima, la señorita Victoria Hamilton. ¿La conoce?

Blake se quedó serio.

—No he tenido el placer....

2

Madame pasó una esponja con agua caliente por las cicatrices del Teniente y Blake tembló un segundo. Luego comenzó a ponerle las vendas; discutiendo internamente acerca de entablar conversación con el Teniente.

No iba a negar que sintió angustia al verle cicatrices que no eran recientes. Quería preguntarle acerca de ellas pero, cuando le miraba, éste mantenía un rostro inescrutable que la hacía retractarse.

—Estas suturas son perfectas, ¿No lo cree, Teniente? —dijo, al fin.

El joven Blake dejó de mirar al vacío para responderle a Madame.

—Son muy parecidas a las que me ha hecho el Doctor Marriot.

—El doctor le ha enseñado bien a Lady Leah. No por nada es su mejor ayudante. —Blake asintió—. Es una lástima que no se quede de forma permanente. Los señores la extrañan mucho.

Aquello capturó la atención del Teniente, por lo que comenzó a investigar con preguntas inocentes.

—Veo que los señores Marriot le tienen un aprecio muy grande a Lady Leah.

— ¡Oh! —Madame rio por lo bajo—. Ellos la aman profundamente.

—Entonces, ¿Por qué la Señorita Leah no se queda?

Madame suspiró.

— La Señorita tiene motivos.

Blake moría de ganas por preguntar cuáles eran, pero sería imprudente comentar cualquier cosa; incluso lo visto en noches anteriores. Además, indagar acerca de la vida de Lady Leah le daría derecho, a Madame o a la misma señorita, de cuestionar la suya y era algo que definitivamente no quería.

Era grande su curiosidad, pero no era tanta para sacrificar su intimidad.

—Espero que sus motivos no sean graves.

3

—Llevabas mucho tiempo sin aparecer por aquí, Leah. Sabía que habías vuelto a Castleton, ¡Todo el mundo lo decía!, pero no habías venido a verme

Reclamó Victoria. Una bella mujer de cabellos azabaches y rizados hasta la cintura.

Leah se quitó los lentes y los dejó sobre la mesa antes de beber de su taza de té.

—Querida prima, sabías que estaba en Castleton y tú tampoco fuiste a visitarme —dio un sorbo—. En mi defensa, he estado atendiendo gente del pueblo y me he convertido en niñera. Mis ocupaciones son grandes.

Yuanfen: Las mismas almasWhere stories live. Discover now