Capítulo 8: "Fingiendo"

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Capítulo 8

"Fingiendo"

Harold:

    Esperé a que tomara asiento y empezamos a estudiar. La miré detallándola en mi silencio y sin querer empecé a recordar aquel comentario que su hermana Mary le había dicho y al cual ella había evadido a causa de mi presencia.


   No era de los que se impresionaban por el enigma o el misterio de alguien, pero saber aquel "porqué" me llenaba de curiosidad.


    Cuando terminamos de estudiar, le ofrecí algo de beber y le hice un recorrido por mi casa. A casi ninguna de las otras chicas lo había hecho, pero con Ariana había sido diferente porque ella, quizá porque ese día ella realmente me había hecho reír demasiado.


Ariana:

    Miré mi reloj y me resigne a la idea de que debía regresar a mi casa en su moto. Ni modo. ¡Que dios se apiadara de mí ese día!


— ¿Qué?— dijo graciosamente Harold al ver mi cara.

— ¿Qué de qué?— fingí amnesia.

— Esa cara...— se rio— Tranquila, tendré piedad contigo... Iremos en automóvil.


    Respiré hondo realmente agradeciendo aquella noticia.


— Gracias...— me permití sonreír y lo seguí, después de que tomó las llaves de su Mercedes-Benz SL 550.

— De nada...


Harold:

    Me fui acercando cada vez más a ella. Más de lo que tal vez había pensado hacerlo, hasta el punto que extrañaba su compañía.


— ¿Y bien? ¿Ya le has pedido que sea tu novia?— me preguntó Marcus, antes de salir a jugar con nuestro rivales.

— Todo a su tiempo, Marcus...— expresé con prepotencia al sonreírme.

— ¡Ya han pasado tres semanas! ¡Será que te estás rindiendo!

— ¡Eso jamás!... Ve preparando tu billetera, porque soy de los que cumplen con sus palabras. Y esa apuesta la gano yo...— le expresé con confianza, haciéndole disgustar.


Y salimos al campo.


Ariana:

    No era seguidora del equipo de fútbol del high school. Pero a veces había tomado la costumbre de ir como todos los demás, simplemente con el fin de verlo, aunque en mi silencio me lo guardara. Celebraba cada una d sus victorias, habría de admitirlo, pero más amaba ver a Harold celebrando lo buen Mariscal de campo que era. Y cuanto su equipo lo agradecía.


— ¿Y bien?— me preguntó Jennifer.

— ¿Y bien qué?— le pregunté sin entender a qué se refería. O más bien, no quería ver a que se refería.

— ¿Cómo van sus clases? ¿Qué tal te ha ido al conocerlo?

— Es uno más de todos aquellos que he ayudado.

Dije que te amaba... Pero mentíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora