Capítulo 1
"Recordando el ayer"
Ariana:
Estaba enardecida. Más que enojada. Solo a mí y al pato Lucas nos podían suceder las cosas más ilógicas y desagradables que un ser humano se pudiese imaginar. Me encontraba en el segundo año de mi carrera. Y debido a ello me había visto obligada a buscar un trabajo en un local de aquella ciudad de Los Ángeles. Mi beca no era suficiente para costear mis gastos. Y ya no quería seguir llenando de más cargas innecesarias a mis padres, al ser la mayor de tres hermanas. Las cuales aún se encontraban estudiando en la preparatoria.
Él había entrado junto a uno de sus amigos. Haciéndome recordar aquel instante tan desagradable de mi ayer. Y para mi desgracia a mí me tocaba trabajar en la barra de aquella cafetería aquel día.
— Buenos días, ¿me da un cappuccino?— me había pedido el rubio que estaba a su lado, sin aún percatarse de aquella impresión de asombro entre su amigo y mi persona. Mi peor desgracia se encontraba de nuevo en frente de mí.
— ¿Algo más?—pregunté con un tono que quería mostrar indiferencia. Como si fuesen unos clientes más aquella mañana de noviembre.
— ¿No vas a pedir nada, Harold?— le dijo Nathan, al observar su silencio. Encontrándolo extraño. Como si su mente no se encontrara allí presente—. ¿Harold?
Harold:
Como un cruel juego de la vida. Ella estaba allí. Removiendo aquellas preguntas que se habían quedado sin contestar. Haciendo que mí ser se frenara de repente a aquella casualidad de verla de nuevo.
— ¿Dijiste algo, Nathan?—pregunté al reaccionar. Al observarlo mirarme con cierta extrañeza.
— Pensé que estaba hablando con la pared...— sonrió. Aun así, no se había percatado de todo aquello que yo sentía adentro—. ¿Vas a pedir algo?
— Una taza de chocolate caliente...
— ¿Sólo eso?— expresó con curiosidad. Ya que había sido yo quien había insistido en entrar a aquel lugar al estar muerto de hambre. Mientras Ariana se alejaba un poco y nos preparaba nuestro pedido. Para luego entregárnoslo.
—Sí, solo eso... Vamos a una mesa.
No lo podía creer. Aunque intentaba fingir que su presencia no me había llenado de cierta inquietud.
Pensé que era lo mejor para todos. Pero creo que me equivoqué.
Cuando llegué a mi hogar. Me encerré en mi habitación. Aquellos pensamientos que me aturdían, y que pensé que jamás volverían a torturarme, se encontraban de nuevo en frente de mí. Reviviendo aquel ayer que aún no había podido olvidar. Y guardaba en mi silencio. En lo más profundo de mi ser.
Había cerrado la puerta, como muchas veces antes. Intentando fingir lo que había ocurrido aquel día cuando hice y dije lo que jamás debí hacer y decir. Cuando la dejé ir lejos aquella noche con aquella cruel palabra. "Dije que te amaba... Pero mentí". Traté de dormir, pero el reloj y las manecillas que me indicaban las horas me atascaban en pensamientos de lo corto que había vivido junto a ella. ¿Haciéndome sentir arrepentimiento?... Tal vez, aunque en aquel instante no lo quise ver. Sino justamente el día de nuestro nuevo reencuentro. Como si nunca nos hubiésemos conocido antes.
Ahora, en este instante, es otra noche, otro día que ha terminado para mí. Simplemente otra tormenta, simplemente otra lluvia. Pero ahora nada se sentía igual, ni seguiría siéndolo, como pensé que lo sería cuando cumplí con mi apuesta.
Ahora, vuelvo a preguntarme: ¿En qué estaba pensando cuando acepté participar en aquella absurda apuesta? ¿Por qué lo hice? ¿Qué paso por mi cabeza cuando debí comprender que no era justo jugar con los sentimientos de otro? Debí haber escuchado a mi conciencia y a la razón cuando me dijeron que no lo hiciera.
Ahora que he vuelto a verla a los ojos he comprendido que aquello que creí que había callado en mi interior. Había muerto. Y he vuelto a equivocarme. El sol jamás se puede ocultar con un solo dedo.
— ¿Ariana? ¡Dios, no lo puedo creer! ¡Eras tú!— dije al colocarme en mi ventana, mientras su rostro se dibujaba una vez más en mi memoria.
— ¿Qué he hecho en mi vida para merecerme esto?— decía Ariana enojada, al lanzar su bolso en la cama, mientras mi rostro le hacía sentir rabia por aquel reencuentro—. ¿Volverme a cruzar con "Harold Spencer"?
— Y lucía aún más hermosa que antes...
— ¡Es un verdadero cínico!... ¿Qué podría esperar de una mentira?
— Sin embargo, sus ojos me miraron como nunca antes nadie me había mirado antes. Con tanto desprecio.
Un silencio nos rodeó a ambos, a pesar de la distancia.
Un silencio que para ella fue roto cuando sonó su teléfono.
— Alo, buenas noches...
— ¿Ariana?
— ¿Robert?— dijo, bajando la guardia un poco para que aquella persona no se percatase de su enojo.
— ¿Quién más podría ser sino tu novio?— dijo graciosamente, sin imaginarse todo aquello por lo que había pasado Ariana en la mañana—. Pase por ti, pero me dijeron que ya te habías marchado...
— Sí, había pedido salir temprano para poder terminar un trabajo que tenía pendiente. Lamento no haberte dicho que no pasaras por mi hoy...
— No importa...— sonrió—. No te quito más tiempo... Mañana nos vemos en la universidad.
— Sí...
—Te amo...
— Yo también... Te amo.
En la vida no hay ningún manual que nos diga que instrucciones seguir para no cometer errores. Somos libres de elegir qué rumbo tomar en nuestras vidas, cuando se trata del amor. Porque una vez que haces algo. No puede ser deshecho. Ni se puede retroceder el tiempo. ¡Cuánto me arrepiento de no haberlo sabido a tiempo!
Desearía tener algún control remoto para rebobinar el tiempo con el botón de reiniciar. Entonces, así podría viajar de vuelta al día que la conocí. Y cambiar el rumbo de los hechos. Me hubiese negado a apostar. Y me hubiese permitido conocerla en realidad cuando tuve la oportunidad.
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Dije que te amaba... Pero mentí
RomansaHarold Spencer es el chico más popular y el capitán de fútbol americano del instituto. En el último año de preparatoria aceptó una apuesta, sin medir cuáles podían ser las consecuencias. Ariana Becker era la chica tímida y la rechazada de aquel inst...