Entradas y amor.

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Le acompañé hasta su habitación.
-¿Entras?-dijo mientras sujetaba la puerta.
-Sé que antes te he dicho que sí pero...no. Buenas noches, señor Durm. Espero que disfrute su estancia.
El chico sonrió con cierta desilusión. No volví a la recepción ya que mi turno había pasado. Cogí mis cosas y me fui a casa de Max. Ni era puntual ni sabía entrar discretamente a los sitios. Abrí la puerta ligeramente pero las bisagras rechinaron, caminé por el pasillo de parqué y mis pasos se oían demasiado. Las llaves se me cayeron al suelo y después las pisé porque no veía en la oscuridad. Desastre es mi apellido. Conseguí llegar hasta la habitación, Max se había incorporado para verme.
-¿Ya estás aquí? -dijo adormilado.
-Sí, duérmete, por favor.
Rápidamente me deshice de mi ropa y me puse el pijama, tampoco soportaba el frío. Me metí en la cama junto a Max, que me pasó el brazo por encima y buscó mis labios.
-Duérmete. No quiero que mañana llegues tarde.
-Ni yo no poder besarte.
-Mañana probablemente tampoco podamos vernos.
Nos volvimos a besar y agotada me quedé dormida.

Empezaba otro rutinario día. Max me había dejado una nota como siempre. Esta vez me daba ánimos para todo lo que se venía por delante. Llegué al hotel y Meredith estaba agobiada, parecía haber envejecido más en esos días que en los 50 años que tenía. Sonreí al entrar y vi como se acercaba a mí. Tenía que despejar la sala para que desayunarán los señores. Estaba harta de hacer eso, la gente no-vip tenía el mismo derecho a estar ahí y desayunar en paz. Entraron otra vez en manada. El rubio de la gorra roja ahora llevaba otra negra con unas letras blancas "Pursuit". Se acercaron a mi como el día anterior, Erik me miró y se atrevió a decir Hola. Le correspondí con otro Hola y una sonrisa. El de la gorra cada vez me parecía más estúpido, se acercó a Erik para susurrar algo pero se oyó bastante. Si necesitas un casquete, Erik te la mete. Mira que simpática está. Respire hondo. Miré hacia la puerta, Meredith no estaba. Me acerqué a él.
-A ver, mi vida no es asunto tuyo. Igual deberías cerrar la boca, sino quieres que lo haga yo.
-Erik, no has hecho buen trabajo-el rubio parecía ignorar mis palabras. Abandoné el salón antes de hacer una tontería.
Sentía como la rabia me iba consumiendo, fui directa al baño. Me apoyé en el lavabo y me miré al espejo. Resoplé. Una tarde más, solo eso. Esta noche se van. Mi gesto manifestaba enfado. Cogí un poco de agua entre mis manos y me refresque, intentando tranquilizarme.
Salí del baño como si nada hubiera pasado y me fui hasta la recepción. Pasaron los amigos de Erik y el de la gorra. Ellos iban detrás. Pude escuchar como Erik le decía que me pidiera disculpas y como el otro renegaba. Se acercaron hasta donde yo estaba.
-Vamos, Marco. Hazlo-Erik empujaba a su amigo, Marco, hacia el mostrador. Este me miró y sonrió de lado.
-No, no voy a pedir nada. Me ha amenazado ella y el cliente soy yo.
-Marco-Erik le miró inquisitivo.
-No. Que me lo pida ella.
-Ni en tus sueños, rubito-dije mirando a Marco. De verdad, que si fuera otra mi situación le habría dicho algo peor.
El tal Marco volvió a sonreír y se dirigió hacia Meredith. Si iba a hacer lo que estaba pensando, iba a morir. Erik miraba la escena preocupado.
Meredith se acercó a mí, parecía enfadada.
-¿Es cierto que has amenazado a un cliente?-estaba muy seria.
-No...o sea, sí. Meredith, lo siento, pero él...-mi supervisora me interrumpió.
-No es a mí a la que tienes que pedir disculpas. Hanna, hazlo. -se retiró hacia su despacho, dejándome con los dos rubios.
-Vamos, Hanna. Pideme perdón- Marco hablaba con una voz aguda. No iba a caer en su trampa.
-Lo siento, Marco...-sonreía victorioso- siento que esta tarde perdáis el partido -su sonrisa se cambió a un gesto de asombro. La verdad es que yo no entendía nada de fútbol y ni siquiera sabía que posición en liga ocupaban los equipos. Erik reía a su espalda, parecía no darle importancia. Ambos se fueron, Marco iba totalmente indignado. La culpa era suya.
Alrededor de las cuatro, los futbolistas abandonaron el hotel con sus maletas. Después del partido, se irían directamente a Dortmund. Por fin, paz y relax. Los veía desfilar como el primer día. Erik se acercó hasta la recepción.
-Es una pena que no hayamos sido amigos-se apoyó sobre el mostrador. -Pero, quería darte esto. Como disculpa por lo de Marco-deslizó dos entradas para el partido.
-Gracias, pero no me gusta el fútbol. -se rascó la cabeza.
-Da igual, dáselas a alguien. Hasta pronto.
-Adiós. -cogí las entradas y las miré. Era la primera vez que veía unas así. Eran para unos asientos a pie de campo. Decidí hacer algo de provecho.
-¿Max?
-Dime, cariño.
-¿Te apetece ver el clásico?
-Las entradas llevan agotadas semanas...además a ti no te gusta el fútbol.
-Me han regalado un par y...sería una pena desperdiciar una tarde contigo.
-Esta bien. Te pasó a buscar una hora antes del partido.

Max apareció por la puerta del hotel, donde yo le esperaba sentada. Cogi mis cosas, me acerqué a él y le besé.
-Odio estar lejos de ti-susurré aún colgada de su cuello.
-¿Vamos o...?-Arqueó una ceja.
-Quiero ir, eso ya después.

Cogió amablemente mi abrigo y lo colocó en los asientos traseros de su coche mientras yo me sentaba en el asiento del copiloto. Íbamos rumbo al estadio, hablando de esos dos días tan ajetreados. Me dijo que le había salido una exposición de sus cuadros en la ciudad. Y es que mi chico a pesar de ser un economista licenciado prefería el arte. Yo no podía debatirle eso, yo también prefería ese estilo de vida bohemia y era por eso por lo que había aceptado ser columnista en una afamada revista de moda. Tan solo tenía que viajar por los lugares más hermosos y pacíficos del mundo y redactar una especie de blog sobre ellos, era el trabajo perfecto y podía llevarme a Max conmigo. Llegamos allí, el Allianz Arena, o eso ponía en la fachada, era un enorme construcción iluminada por miles de luces y con unas colas de gente hasta dos manzanas atrás. Gracias a nuestras entradas tan solo esperamos a que dos chicas pasaran delante. Tenían pinta como de modelos y seguramente serían las novias de alguno de los jugadores. Apenas nos sobraba tiempo para observar aquella gran infraestructura, caminamos rápidamente y llegamos a pie de campo. Estábamos justo al lado de una de las bandas del campo, las dos chicas se habían sentado con otra unos pocos asientos más a la derecha. Max sonreía y tomaba fotos del campo. La verdad es que la vista era impresionante.

Los jugadores salieron al campo y el partido comenzó

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Los jugadores salieron al campo y el partido comenzó. Me preguntaba donde se habría metido Erik. seguía pensando que era una tontería hacer un viaje tan largo para ser un mero observador, pero quizá él sentía algo más fuerte por su equipo.
El partido finalizó con una goleada por parte de los locales, las chicas de la derecha estaban felices, serían las novias de jugadores del Bayern. Probablemente los Vips de mi hotel estuvieran tristes. Sinceramente, no me importaba. Miré hacia Max, eso es lo que me importaba. Besé sus labios antes de ponernos de pie para abandonar el estadio. Caminábamos de la mano cuando alguien me sujetó por el hombro.
-Hanna, me alegro de que hayas venido- Era Erik y estaba feliz, parecía querer decir algo más pero al ver a Max, improvisó.-podíais haberos venido con nosotros a los palcos.
-No, gracias. Hemos estado muy a gusto. Por cierto, este es Max- Max le estrechó la mano.
Erik sonrió de nuevo y me dijo que esperaba vernos pronto mientras se alejaba. Max besó mi mejilla y volvió a sujetar mi mano. De camino a casa, me relataba las mejores jugadas a su parecer, yo no entendía ninguno de esos términos futbolísticos pero sonreía al verle feliz y asentía.

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