Para qué has venido

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Eran cerca de las 8 de la mañana. Caminaba por la calle sin rumbo, apenas había dormido. En casa de Max aún quedaban algunas cosas que iría a buscar otro día. La luz estaba apareciendo por detrás de algunos de los edificios de Dortmund. Pensé en llamar a Marco, necesitaba arreglar lo pasado con Erik. Marqué su teléfono. Tras unos toques alguien contestó al otro lado de la línea.
-Diga- una voz femenina me habló. Parecía cansada.
-¿Es el teléfono de Marco Reus?-pregunté sin saber muy bien que decir.
-¿Quién es?-la voz parecía dudosa. Pensé que me había equivocado.
-Soy Hanna. ¿Scarlett?.
-¿Qué haces llamando a mi novio?-esta chica me desesperaba.
-Necesito hablar con Marco de un tema delicado-no quería contarle la verdad o Laura se enteraría de todo.
-Marco ahora mismo no puede ponerse. ¿Quieres venir?
Tras pensarlo, aprobé aquella idea y Scarlett me pasó la dirección. Cogí dos autobuses y en casi una hora llegué a la casa.
La casa imponía desde fuera. Me acerqué precavida y llamé al timbre. La rubia me dejó pasar, dentro de la casa estaba Marco. Caminaba hacia mí, sin camiseta, mirando al horizonte cuando verme le distrajo. Scarlett decidió dejarnos a solas.

-Hola-dije tímida, tratando de romper el silencio

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-Hola-dije tímida, tratando de romper el silencio.
-¿Qué haces aquí? ¿Ha pasado algo con Max?-parecía preocupado.
-Sí, bueno. Digamos que ya no seré Hanna Kummer.
-¿De verdad?-Marco parecía sorprendido.-¿Qué te trae por aquí?
-Erik, necesito su número. Ayer Max...le golpeó y...quería disculparme- parecía que mentía, aunque esa fuese la realidad.
-¿En serio?-asentí y volví a mirarle- ¿Has dormido algo?-dijo mirando fijamente lo que, supongo, eran mis ojeras.
-Sí, solo necesito el teléfono, por favor.
-¿Quieres que te lleve al entrenamiento? Seguramente este allí.
Dudé de aquella oferta. No era normal aquella amabilidad. Pronto había subido al coche de Marco Reus e iba camino del campo de entrenamiento. Marco aparcó y me miró. El camino había sido silencioso.
-Hemos llegado-dijo sacando las llaves del coche.
-¿Puedes...decirle que venga?-pregunté sonrojada.
-Erik estará solo. Se lesionó hace poco.
Ambos bajamos del coche. Seguí a Marco por los pasillos de aquel edificio. Al llegar a un desdoble me dio unas indicaciones, mientras él continuaba su camino. Avancé unos metros y llegué hasta el gimnasio, me asomé disimuladamente. Estaba vacío. Las indicaciones de Marco no me habían servido. Decidí continuar andando, allí en una sala con unos sofás y unas mesas había una cabeza rubia. Parecía Erik. Mientras me acercaba para comprobarlo, la idea de que fuera uno de sus compañeros me hizo pensar sobre la dirección de mis pasos más de una vez. Finalmente llegué hasta aquella zona y me senté delante. Era él, leyendo un periódico, con el rostro serio. Respiré, suspirando y noté como me observaba de reojo.
-Hola, Erik-dije analizando su atuendo. Sentí ganas de decirle lo guapo que estaba. Pero por primera vez en mi vida me callé
Él no dijo nada. Vamos Erik, sabes que estoy aquí. Continué observando, era inútil.
-Entiendo que no quieras hablar...pero tengo que decirte algo.-nada, ni un gesto. -¿No me vas a mirar? ¿Vas a comportarte como un crío?
Me miró, dejó el periódico sobre la mesa y se acomodó en el sofá. Entrelazó sus manos y miró al suelo. Tras ello, pasó la lengua por sus labios y me miró  fijamente.

Me quedé en blanco, observé su cara, no había ni un rastro del puñetazo de Max

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Me quedé en blanco, observé su cara, no había ni un rastro del puñetazo de Max.
-Quería pedirte perdón por el puñetazo de Max. Me alegro de que no te haya dejado marca-sonreí de forma forzada.
-No tienes que pedirme perdón por eso. Max me llamó esta mañana-dijo pausadamente con una voz grave. Me quedé sorprendida. ¿por qué tenía el teléfono de Max?.
-Entonces supongo que me tengo que ir.-me levanté y fui hacia la puerta.
-¿No crees que deberías pedirme perdón por otra cosa?-me hizo girar y mirarle de nuevo
-¿Perdón por qué?
-Tú me dejaste una marca mayor que la de Max.- no entendía nada- fui hasta tu casa para ver si estabas bien, ya me habías besado y...no te gusto. ¿en serio? ¿has venido hasta aquí, con Marco, una persona que no es de tu agrado, solo por un puñetazo?- sentí como me fallaban las fuerzas y me senté en una de las sillas cercanas. Negué con la cabeza. Cuando alcé la vista, Erik estaba cerca de mí.
-¿Quieres saber por qué he venido?- no sabía si llorar o hacerme la dura. No sabía que me pasaba. Había dejado a Max, mi prometido, apenas unas horas antes y estaba a punto de declararme a otro.
Erik asintió con la cabeza y cuando miré sus ojos supo que mi mundo estaba patas arriba, que nada estaba funcionando. Se sentó en frente de mí y cogió una de mis manos. Miré hacia el suelo. Estaba muy bloqueada. Con la otra mano sujetó mi barbilla y me obligó a mirar sus ojos azules con reflejos verdosos.
-No hace falta que digas nada. Ya se a qué  has venido- se acercó un poco y me besó.
Sí, a eso había ido.

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