Capítulo 1

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"Capítulo 1"

Sonrisas es lo que me gusta ver, alegría y felicidad en los hogares en el día de Navidad es lo que amo. Estoy aquí por una razón y esa razón son los niños.

-Norte, ¿no crees que necesites ayuda?- preguntó Conejo.

-En lo absoluto, yo puedo solo- respondí sin mirarlo.

Navidad se acercaba faltaba un mes y aún no tenía listo los regalos y lo demás. Había extraviado las listas de buenos y malos y tuve que volver a hacerla, por lo tanto, tardé mucho y lo más seguro es que daré regalos a todos los niños incluyendo a los que se portaron mal ya que no me alcanza para visitar casa lugar.

-Sabes... tú nada más piensas en el trabajo, date un tiempo... ¿No te gustaría conocer a alguien?- dijo Conejo con picardía.

-Conejo por favor- levanté la vista de mis listas para mirarlo- no tengo tiempo para eso... además, ¿No crees que ya estoy grande para esas cosas?

-Norte, sé que están algo viejo... y panzón, digo...- habló nervioso sin saber que más decir.

Volteé a verlo desafiante.

-¿Me dijiste viejo... y panzón?

Me miró aún más nervioso.

-Ahh... ¿no crees que deberías bajar de peso?- me brindó una sonrisa nerviosa.

Solté una carcajada.

-¿Y cómo quieres que esté?- pregunté divertido- ¿Quieres verme flaco? ¡Imagínate a Santa Clauss flaco!- estallé en carcajadas. No podía parar de reír hasta que el estómago comenzó a doler.

-Ah... creo que te verías mejor- dijo Conejo, encogiéndose de hombros.

Me sequé la lágrima que había salido y luego me pude serio, me acerqué a él y puse mi hombro sombre el de él.

-Los niños.

-¿Los niños?- preguntó confundido.

-Exacto, los niños al dormirse esperan al viejo gordo que les traiga juguetes. No puedo arruinarles la infancia.

-Bueno, tienes razón- dijo, comprendiendo mi punto.

Sonreí y volví a mi trabajo. Aquí en el Polo Norte yo mandaba las órdenes y tenían que cumplirse al pie de la letra. Conejo no ha tenido nada que hacer y por lo tanto se ha quedado unía días aquí en el Polo y me ha ofrecido su ayuda, pero tengo que hacer mi trabajo yo solo. Estaba haciendo un tren de cristal, reí por lo bien que me había quedado, es increíble lo que puedo hacer. De pronto llega uno de mis yetis.

-¿Cuántas veces tengo que decirte que toques la maldita puerta?- dije enojado mirando fijamente a Phill. Siempre lo mismo.

-WajaWajaWajaWaja

-¿Qué pasa?- suspiré cansado.

Phill habló tan rápido que apenas pude entenderle, me quedé procesando lo que me dijo hasta que por fin pude saber que era exactamente lo que quería decirme.

-Reúne a todos- dije con voz firme.

Phill había dicho que había una mujer en peligro cerca de nuestro hogar y como guardián era también responsabilidad cuidar de las personas.

No hay espacio para los dos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora