Capítulo XIII -Un suceso fantasmal
Era un sueño extraño. Formas vaporosas se mezclaban con luces y explosiones, oía sortilegios dirigidos a controlarle la mente. Un poderoso conjuro le había velado algunos recuerdos y, ahora, otro sortilegio iba a deshilvanarlos. Las palabras de Ramancia resonaron con fuerza:
Los que siembran con lágrimas
las semillas entre negra lumbre,
entre ocaso ennegrecido
la tiniebla sobre alumbre;
todo un mar ensombrecido,
convoca de la tierra a Thórlimás.
De la Tierra de Tutonticám,
olvidada la remota y bella Teitú,
se encamina fuerte sobre el velo
sobre barcos blancos de bambú,
navegando sobre morado el cielo,
un guerrero de los Naevas Aedán.
Tiempos del Caos lo pasaron,
sobre la guerra de un lamento, y
entre sus pilares tan fuertes,
donde brillaba su aposento,
días vivieron en paz inerte,
lugar que resta destrozado.
Canta la vieja Lírica del Viento, que
el que carga el saco de semilla,
pesado y lúgubre sobre su hombro,
pronto brillará con luz y alegría, y
desvanecerá su noche del escombro,
y nunca por volver su descontento.
Y como hoja que cae del árbol, la mente consciente del mozuelo fue cediéndole el paso a la mente subconsciente, donde el hechizo le desvelaría verdades ocultas.
Diez. Nueve. Ocho. Siete.
Seis. Cinco. Cuatro.
Tres. Dos.
Uno...
Estaba corriendo. Era uno de esos recuerdos que la magia le había escondido. Huía de Findus, Mowriz y Hogue. Al mirar hacia atrás, veía la imagen de Findus como una sombra que a veces se transformaba en el joven apuesto que había sido. Multitud de emociones se paseaban por su rostro: amabilidad, dolor, venganza. Cruzó varias calles y acabó en casa de Ramancia, donde paró.
El cielo, las nubes, el viento, su respiración, todo estaba en paz, en suspenso. Sabía que Findus estaba cerca, que Mowriz le seguía con las peores intenciones. Había una pared compuesta por tablones verticales de madera y, debajo de uno de ellos, un agujero por el que cabía. Entró y dio esquinazo a sus acosadores.
La oscuridad era total. Algo le llamaba en susurros. Caminó un buen rato por un pasillo, a tientas. No veía a dónde conducía, pero él ya lo sabía. Sin esfuerzo giro la manivela de la puerta que tenía enfrente y la cerró detrás de sí.
Se encontraba en la casa de Ramancia. La casa estaba muerta. Las paredes estaban tapizadas de telarañas. Gobernaba un silencio, como de luto.Volvió a salir al pasillo. Ahora no estaba oscuro, una débil luz iluminaba los muros, donde colgaban diversos cuadros. Se fijó en uno de ellos.
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EL SACRIFICIO (La Guerra de los Dioses nº 1)
FantasiaUn joven pastor estudia el horizonte ocupado de nubes grises. El verde pasto masticado por los rumiantes pronto morirá. Los tiempos han cambiado y la paz en el pueblo ha sido sustituida por angustia y temor. El joven fue llamado Manchego por su a...