Lección 6

568 28 0
                                    

Sí, soy yo nuevamente. Es que al ser cortitos, pues no sufro tanto en escribirlos. Además, creo que cada vez salen más largos. En fin, para quienes estaban preocupados por Shinpachi, ya pueden respirar en paz.

Los hijos a veces no heredan los malos hábitos de sus padres

Había muchas preguntas cruzando por su cabeza. Su delicada florecilla se encontraba en la copa más alta del árbol de cerezo de la casa; yacía plácidamente sentada, saludándole con una sonrisa de oreja a oreja.

¿Cómo había llegado hasta allí? ¿Por qué estaba tan feliz de hallarse tantos metros lejos del piso? ¿Quería matar a su padre de un susto? ¿Y por qué ese par de niños se veían tan inocentes sentados bajo la copa del cerezo comiendo un par de rebanadas de pastel? Todo era demasiado sospechoso.

—¡Ey, ustedes dos! ¿Cómo es que Shiho llegó hasta allá arriba? —vociferó Gintoki.

—Ella quería subir. —Kazuya respondió con la boca llena y un montón de crema batida alrededor de su boca; estaba a nada de convertir sus ropas en un batidillo.

—Y por eso la ayudé a que llegara —hablaba Kyōhei tranquilamente—. Fue muy fácil hacerlo. Solamente la arrojé y llegó.

—¡¿Se atrevieron a lanzar a mi hija como si fuera una vil bola de estambre?! ¿Les gustaría que su tío Gin-chan los aviente hacia el tejado? ¿Quieren ver la estratosfera? —Ese par se miraron y sonrieron. Pareciera como si sus amenazas fueran incentivos para ellos.

—Me pregunto si podrás lanzarme tan alto como papá. —El pelirrojo se acercó al samurái porque estaba muy dispuesto a dejar que hiciera lo que le había propuesto—. Tal vez sea posible porque dicen que eres fuerte.

—¿Cómo que tu padre te lanza? ¿Qué clase de infancia está creando en ustedes? Es mala idea que él pase más tiempo con todos ustedes. ¡Literalmente podría romperlos si se distrae y no los atrapa! —Supo que su ultimátum no significaba nada para ellos—. Bueno, supongo que me ha dado un poco de curiosidad...

—Gintoki, recuerdo que te mandé a buscar a nuestra hija. Explícame, ¿por qué razón te encuentras lanzando a ese niño como si fuera un costal de patatas?

La persona menos adecuada había aparecido. Y no estaba viendo con buenos ojos que Sakata estuviera lanzando al pelirrojo hacia arriba; lo hacía con tal fuerza que alcanzaba alturas notablemente peligrosas para un niño de su edad. Irónicamente ambos se divertían como si no fuera estúpidamente arriesgado.

—¡Deja de ignorarme y de parecer que estás disfrutando lo que estás haciendo! —gritó Tsukuyo antes de arrojarle toda una serie de kunais que impactaron en toda la anatomía de su bueno para nada hombre.

—Es mi turno, papi —pedía Shiho desde arriba. Había estado viendo el espectáculo desde primera fila—. ¡Mándame tan alto como a él!

—¿Por qué razón mi hija está trepada allí? ¿Por qué no has hecho nada para bajarla? ¿Por qué continúas lanzando a Kyōhei como si quisieras que viera todo el vecindario?

—¡Oh, todo se ve perfectamente desde aquí! —El Yato estaba prestando atención a su alrededor cada vez que alcanzaba el punto más alto de la expulsión—. Por cierto, se acercan a enorme velocidad hacia acá.

—¿Cómo dices? —Lo cuestionó al tenerlo entre sus manos.

—Sí. Dos sujetos se aproximan hasta acá con mucha prisa...

Y tan simple comentario alarmó a esos dos padres. Es que podría tratarse de una visita hostil y había pequeñas vidas que salvaguardar.

—¿Piensas enfrentarlos? —Lo interrogó tras estar sobre el suelo.

~Shiny Days~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora