Lección 7

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Buenas madrugadas! No son horas para estar en la computadora y menos actualizando, pero bueno, estaba motivada y como llegué tarde a casa, pues es lo que toca. Son más, disfruten y piensen en que existen personas con mala suerte y después están Gintoki, Sōgo y Shinpachi.

Los niños son los mejores aliados de las mujeres

Esas pupilas carmesíes lo observaban con interés, como si fuera un bichejo en peligro de extinción del que solamente habían oído hablar a través de las revistas. Y de algún modo lo hizo conmemorar a una persona en particular, a alguien que también lo miró así cuando lo conoció por primera vez.

¿Podrían tratarse de los hijos de esa persona? Porque de ser así, esas cabelleras castañas no congeniaban mucho con la descriptiva física de la muchacha que tenía en mente.

—¿Qué sucede? ¿Por qué te has quedado callado, Gin-san? —cuestionó Shinpachi a su mayor; uno que estaba abrumado.

—Una mujer tan libertina como ella no podría haber...terminado convirtiéndose en madre. —Ignoró al de gafas y se centró en el dilema que le competía a él y a nadie más.

—¿De quién demonios estás hablando? —conversaba Kagura con ganas de atestarle un buen golpe en la nuca.

—Es decir, ¡mírenlos! ¡Son unos adorables gemelos que no lucen como si hubieran sido criados por un súcubo interestelar que solamente piensa en sí misma, que se la pasa creando armas de destrucción masiva y que ve a los hombres como simples juguetes sexuales que ocupa y desecha como vil basura para satisfacer su voraz apetito! —dijo Gintoki mientras parecía estarle reprochando algo a alguien que el resto desconocía.

—En realidad son mellizos —corrigió Nana.

—¿Quién habrá sido el pobre diablo que accedió a casarse con ella? ¿Qué pobre alma es la que tiene que cargar con ella y estos niños que bien podrían ser de otro?

Es que todos ya estaban desesperándose con la actitud de Sakata hasta el punto en que a la pelirroja no le importó mucho el enterrar al pobre hombre en el suelo como si fuera una patata.

—Kagura-chan, deja de destruir la casa que la casera va a asesinarnos en cuanto vea lo que ha pasado... No va va a creernos que un perro infernal vino desde el espacio exterior y decidió usar su casa como su patio de juegos. —Shimura continuaba siendo, después de tantos años, el único responsable y moralista del grupo.

—Entonces, ¿de quién son esos dos? —Tsukuyo cuestionó a los únicos que sabrían darle la respuesta.

—Son los hijos de Moka.

La respuesta de Raiko creó conmoción en cada uno de los desinformados. Todos conocían a esa mujer y su particular personalidad por lo que no podían relacionarla con esos dos niños.

—Ella y ser madre no pueden ir en la misma oración sin una negativa de por medio —susurró Kagura a la vez que estaba inmersa en un trauma severo del cual no escaparía fácilmente sin requerir de numerosas terapias.

—¡¿De Moka-san?! ¡¿Alguien como ella se ha convertido en madre?! ¡Pero si...! —Y entonces una incógnita más trascendental asedió a la cabeza de Shinpachi—. ¡¿Quién es el padre?!

—Sí, ¡dígannos cuál es el nombre del pobre desgraciado que terminó cayendo en las garras de esa maldita bruja destruye hombres! —El de la permanente todavía seguía cacaraqueando pese a su condición.

—Ciertamente no me imagino a esa zorra siendo una buena madre... Aunque si lleva a sus hijos por el sagrado camino del bondange, tal vez no sea tan mala madre como todos pensamos —expresó Okita con una sonrisa sumamente maliciosa. Incluso miró con perversión latente a Kagura, como si estuviera mandándole un mensaje muy directo y sucio.

~Shiny Days~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora