Capítulo 2

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Con la última nota de Claro de Luna los invitados ya habían empezado a aplaudir. Todos sonreían y algunos silbaban. Me puse rojo y no supe que decir. Maggy parecía estar muy emocionada, sus ojos parecían tener lágrimas a punto de bajarle por la mejilla. Mi madre aplaudía y gritaba mi nombre repetitiva-mente mientras mi padre grababa. Debería haberse hecho director de cine en vez de camarero nocturno. Aún recuerdo cuando fuimos a Londres. Papá no soltaba la cámara para nada, grabó hasta a las palomas buscando migas de comida en el suelo.

Me levanté del taburete y me dirigí a picar algo. La música volvía a sonar con normalidad y la gente bailaba y conversaba. Estaba indeciso entre beber un vaso de Coca-Cola o zumo de limón (me encanta la limonada). Entonces me di cuenta que en el centro de la mesa había ponche de frutas, lo que nunca he probado. Me puse un vaso hasta la mitad, di un sorbo y con la misma escupí en el vaso. Sabía a plátano y melón, las dos frutas que más detesto. Disimuladamente puse el vaso tras una botella de refresco de naranja. Si alguien lo bebía no era culpa mía. En ese momento, Sarah se acercó a mí con una sonrisa pilla.

- Hola primito. ¡Ya eres mayor de edad! ¡Por fin! Ya puedes acompañarme a las discotecas los sábados por la noche –me dijo mientras se reía.

- Tú solo eres dos meses mayor que yo –le dije.

- Dos meses son dos meses en los que he ido a todas las fiestas que se me han presentado y me he cogido unos cuantos peos.

- Tú lo que eres es una borracha –dije sin cortarme.

- Pero se controlarme primito.

La miré de arriba abajo. Primito dice. Odio que usen diminutivos conmigo. Además, ella misma se contradice; primero dice que se ha cogido unos cuantos peos y ahora que se sabe controlar. A la pobre las amistades le han sentado bastante mal. Sarah vivió durante doce años a cuatro casas de la mía, pero se mudó a otro barrio poco después de que a su padre, es decir, ami tío, le dieran trabajo en un lujoso hotel como encargado de hostelería. En su nuevo instituto, Sarah empezó a llevarse con las "guays" de su clase. Son las típicas chicas que viven de su cuerpo y son sumisas a lo que un chico les diga, chicas que no harán nada productivo con su vida.

- Mira, esto es para ti –dijo Sarah enseñándome un paquete envuelto con papel marrón.

- ¿Qué es? –le pregunté sorprendido.

- Ábrelo y lo verás –dijo ella con una sonrisa.

- Sabes que no me gustan los regalos.

- No seas bobo y ábrelo –dijo mientras me ponía el paquete en las manos.

- Como eres, de verdad.

Comencé a levantar poco a poco la cinta adhesiva del envoltorio. Suelo ser muy lento. En navidad soy el que más tarda en abrir los regalos. Lo que había debajo del paquete comenzaba a descubrirse. Era jersey, un jersey gris. Lo saqué del paquete y lo desdoblé. Tenía la silueta de la Estatua de la Libertad y de un avión de papel que rodeaba el monumento por un línea con curvas formada por guiones. Debajo decía "Your future. Your life." ("Tu futuro. Tu vida.") La verdad es que me gustó y mucho.

- ¡Es increíble Sarah! ¡Me encanta! – le dije mientras la abrazaba.

- Vamos. No te pongas ñoño. Eres mi primo favorito y te mereces lo mejor. Ahora te espera una vida prometedora y debes perseguir tus sueños y no rendirte nunca, porque tú lo vales, y sé que llegarás a ser quien quieres ser, y que nada ni nadie podrá impedírtelo.

Hacía mucho tiempo que no oía a Sarah hablar de esa manera. Me sorprendió bastante. Me hizo emocionar. No pude hacer otra cosa que abrazarla fuerte y decirle que la iba a echar de menos unas cinco veces en menos de un minuto. A pesar de sus tonterías, la quiero, y sé que no la cambiaría por nada.

MetamorfosisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora