Capítulo 7

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Tras comernos las famosas hamburguesas de mi madre nos dispusimos a ver una película todos juntos, pero depronto alguien llamó a timbre. Era la madre de Maggy que venía a recogerla.

- ¿Ya te vas? - le dije.

- Me temo que sí... Es muy tarde y mañana tenemos que estar desde temprano en el aeropuerto.

- Joder, pues que corto se me ha hecho el día - le dije entre risas.

- Idiota - me dijo a la vez que se tiró a mis brazos.

Maggy se puso a llorar en mi hombro mientras me abrazaba sin controlar su fuerza. Yo intenté contener las lágrimas porque no quería hacer la despedida tan dura. Le dije que estuviera tranquila, que íbamos a seguir en contacto, y le prometí que algún día iría a verla a Múnich para comprobar que se estaba portando bien, pero su única respuesta era "Idiota, te quiero". No lo pude evitar, por mis ojos empezaron a bajar pequeñas lágrimas que iban aumentando según iban pasando los segundos.

- Yo también te quiero Maggy, y mucho, pero no olvides que esto es un nuevo comienzo para ti, una nueva vida, y que te vas a rodear de nuevas personas con las que seguro te va a sentir muy bien. Piensa que la vida es como una montaña rusa, empezamos en lo más bajo y poco a poco vamos creciendo hasta llegar a la madurez. Es ahí cuando empezamos a bajar, a subir, a dar vueltas sin saber cuál será el punto y final. No pongas comas donde solo caben puntos y finales. Es ahora cuando tenemos que cerrar una etapa de nuestra vida y abrirnos a una nueva y completamente diferente. Tenemos que volver a subir alto en nuestra montaña sin que importe si volveremos a bajar o a perdernos, la cuestión es aprovechar cada vez que podamos escalar, hacernos fuertes en ese momento y prepararnos para las caídas, de esto se trata la vida. No tenemos que pensar en que pasará mañana, o en dónde estaremos en diez años, solo debemos disfrutar el hoy como si el mañana no existiera, ¿vale? - le dijo mirándola a los ojos mientras intentaba volver a contenerme las lágrimas.

- Vale. - respondió sonriéndome.

Mi madre estaba en la cocina hablando con la señora Williams. Afri había empezado a intentar sacarle información de cómo iba a ser su nueva casa, dónde estaba situada, cómo era la universidad de Maggy, entre otras cosas. Lo típico que hacen dos madres cuando se juntan.

- Cariño, deberíamos irnos ya. Se está haciendo muy tarde, y ya sabes que a tu padre no le gusta acostarse después de las once - le dijo la señora Williams a Maggy.

Sus padres eran muy raros, tienen normas hasta para poner la mesa. Viven en un mundo perfecto que no existe ni en las películas, y eso ya es decir. Recuerdo que las en las últimas navidades sus padres tardaron en poner el árbol tres días porque no encontraban un rincón con el ángulo perfecto. ¿Qué es eso del ángulo perfecto? ¿Exíste un ángulo perfecto? ¿Exíste la perfección? Hay tantas preguntas estúpidas en este mundo que a veces me pregunto como hemos avanzado tanto en la humanidad.

- ¡Tened un buen viaje! - les dijo mi madre a Maggy y a su madre.

- Muchas gracias Silvia, espero que las doce horas de avión sean leves - dijo la señora Williams a mi madre.

- ¡Mamá! Todo va a ir bien, ya verás que el vuelo terminará en un periquete. - añadió Maggy.

- Eso lo dices porque tú no le tienes miedo a volar. Estoy aterrorizada, ¿y si se queda sin combustible? ¿o el piloto pierde el control?

- No se agobie señora Williams, el combustible no se va a acabar, siempre lo revisan antes de realizar cualquier vuelo, y claramente no van a poner a cualquier novato a pilotar un avión que vaya a transitar un viaje tan largo. - le dije intentado calmarla.

- Mamá... te agobias por nada. - dijo Maggy.

- Hija, si te pusieras en mi lugar me enterías.

- Que si, que si.

La madre de Maggy se dispuso a salir de mi puerta después de darnos dos besos a mi y a mi madre. Yo salí a acompañar a Maggy hasta la porche y entonces ambos nos quedamos quietos y callados mirando al frente sin fijar la vista en nada.

- Charlie, vamos a hacer una promesa. - soltó así sin más.

- ¿Una promesa?. - le pregunté con incertidumbre.

- Si. Quiero que nos prometamos que pase lo que pase siempre seguiremos siendo los mismos, que nada ni nadie nos va a hacer cambiar, y que por más tiempo que estemos sin vernos no nos vamos a olvidar el uno del otro.

- Te lo prometo. - contesté sin pensarmelo dos veces.

Nos miramos e hicimos la promesa con el meñique, esa promesa que no se rompería jamás, con la que la distancia que nos iba a separar estaba solo pintada en un mapa. Nos fundimos en un abrazo mientras la señora Williams la llamaba con la pita del coche, entonces ella me dio un beso en la mejilla y poco a poco se fue alejando. Tenía una mezcla de sentimientos que ni yo sabía descifrar. Estaba viendo como mi amiga de toda la vida se iba haciendo cada vez más y más pequeñita hasta que entró en el coche rojo de su madre. El coche empezó a dar marcha atrás para salir a la carretera, y de repente, los dos faros traseros se iban desvaneciendo en la niebla hasta que solo era capaz de ver dos pequeños puntos amarillos desde donde estaba. Se había ido, y esta vez de verdad. No sabía cuando iba a volver a verla, no sabía nada de lo que iba a pasar a partir de ahora. El fantasma de la incertidumbre me ha estado atormentando durante toda mi vida, y esta noche lo ha vuelto a hacer una vez más. Ni siquiera yo me aplico todo eso que le he dicho a Maggy de que hay que vivir cada día como si fuera el último, no puedo. Siempre me preocupo de lo que va a pasar, de lo que haré. No soy capaz de disfrutar de los buenos momentos porque siempre estoy a la espera de si esto saldrá bien, a la espera de logros que pongo por encima de lo que realmente importa. Cada uno de nosotros vive en la incertidumbre cada día, cada hora, cada minuto y cada segundo, pendientes del qué pasara. No somos capaces de disfrutar cada instante, de respirar las emociones y de calentarnos el corazón con las cosas buenas que tenemos ahora y no las que quizás tendremos mañana. La vida es tan impredecible que si seguimos viviendo así llegaremos a viejos arrepintiéndonos de no haber aprovechado el tiempo, porque el tiempo no perdona, es un regalo que no sabemos valorar y que se nos viene encima como alud de nieve, despacio pero rápido a la vez, sin avisar. Yo daría lo que fuera por volver atrás y por haber aprovechado más el tiempo con mi abuela Kate, sobre todo en mi etapa adolescente y de rebeldía. Empecé a no prestarle tanta atención, a dejar de sentarme con ella a ver las novelas de la tarde que tanto le gustaban, a no ir con ella a llevarles galletas a sus amigos de la residencia, a no hacer nada con ella, y de repente, sin esperarlo, se fue. Fue ahí cuando me di cuenta de lo estúpido que había sido. Es triste pensar que hay que llegar a estos puntos para aprender a valorar el tiempo, pero es así inevitablemente, no nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que lo perdemos, y ya no podemos hacer nada. Es la incertidumbre de la vida, el anhelo de cosas que realmente son pequeños detalles que nos hacen felices durante un tiempo, pero no para siempre. Aunque fuera de todo esto me queda esa promesa, esa promesa que nos hemos hecho y que se nunca se va a romper. La promesa del meñique.

MetamorfosisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora