No pude dormir durante toda la noche, estuve divagando en una nube de ideas abstractas y cuestiones sin respuestas. Salí a dar un paseo por el barrio sobre las siete de la mañana, cuando se empezaban a ver los primeros rayos del sol. Al abrir la puerta vi a la señora Grace en la casa de enfrente regando las plantas de su jardín delantero.
- Buenos días Charlie, ¿que haces tan temprano por aquí? - me gritó desde el otro lado de la calle.
- Buenos días señora Grace. No podía dormir y quise salir a correr un rato para coger aire.
- Bueno, pues a quién madruga dios le ayuda querido. ¿Ya has desayunado? - me preguntó.
- No, la verdad es que ni me había parado a pensar en desayunar.
- Así no puedes ir a correr a ninguna parte, ¿y si te da un mareo mientras tanto? - me dijo con tono de regañina.
- No lo creo señora, además no voy a...
- No hay excusas que valgan, ven y pasa a tomar algo - me interrumpió.
- No hace falta señora Grace, de verdad. Estoy bien.
- No, no, no. Ven y de paso charlamos un rato y me cuentas tus planes de estudios para próximo curso. Tengo un bizcocho de canela recién hecho y tortitas.
Bizcocho de la señora Grace, lo más tentador que me han dicho desde hace mucho tiempo. Recuerdo pasarme largas tardes con mi abuela en su casa comiendo su bizcocho de canela mientras ellas hablaban de todas sus vivencias, tantos recuerdos escondidos en una masa de harina, leche, canela y azúcar.
- Esta bien señora Grace, acepto su invitación - le dije mientras cruzaba la carretera.
- Así me gusta hijo mío, haciendo caso a los mayores - me dijo entre risas.
- Pero me quedaré solo un ratito, me gustaría llegar al parque de Berth Wild antes de las ocho.
- Si mi niño. Tranquilo, mientras desayunes bien puedes ir a donde tu quieras - me dijo sonriente poniendo su mano en mi espalda e invitándome a entrar.
La casa de la señora Grace era una casa de época, muy grande, con cuadros bordados por ella, ventanas altas que dejaban entrar bastante luz natural y unos sillones antiguos que le daban un toque muy vintage. Tenía un gata blanca y peluda llamada Mandy que desde que entré se empezó a rozar contra mis piés. Había muchas fotos de ella y su marido, que perdió la vida por un cáncer de pulmón hace ya varios años, cuando yo era tan solo un niño. Sus hijos habían formado su familia bastante lejos de su madre. La mayor, Kate vive en Denver, trabaja en un hospital como doctora jefa. En cambio, el más pequeño, David, vive en Seattle y trabaja como diseñador de interiores. Los dos están casados y tienen hijos. Normalmente suelen venir a visitar a su madre en Navidad con sus familias, lo que es normal, porque en su casa cabría un ejército completo. El olor a bizcocho de canela invadía toda la casa, y al entrar a la cocina allí estaba, encima de la isla. Tenía una pinta increíble.
- ¿Quieres un café con leche? - me preguntó.
- Si señora Grace, muchas gracias.
- Córtate tú lo que quieras de bizcocho, estas en tu casa. - dijo señalando a un cuchillo que había en la isla.
- Muy bien, ¿cuánto quiere usted? - le pregunté.
- Tranquilo querido, yo corto el mío ahora, sin prisa.
Cogí el cuchillo y me dispuse a cortar un trozo del bizcocho. Lo puse en una servilleta de las que la señora Grace tenía en la encimera y le dí un pequeño mordisco.
- Mmm... ¡Está delicioso señora Grace! Sus bizcochos son los mejores - le dije saboreando el bizcocho.
- Ya ves mi niño. Una envejece pero la maña sigue estando - me dijo entre risas - ve al comedor si quieres y te sientas, desde que esté listo el café te lo llevo.
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Metamorfosis
Teen FictionCharlie Scott está cansado de todo lo que le rodea. Alyson Jones cree que todos tenemos un deber que cumplir en este mundo.