Capítulo 6

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Maggie y yo volvimos a ser esos hermanos de corazón que siempre habíamos sido, la riña que teníamos se había quedado en nada, y todo esto tan solo con un abrazo. Me siento tan feliz de haberla podido ver antes de que se marchara, poder haberle hablado, haberme sincerado y sobre todo, haberla abrazado.

Ese día Maggie se quedó a cenar en casa. Mamá había preparado sus increíblemente deliciosas hamburguesas, mi comida favorita y también la de Maggie.

- Maggie querida, ¿quieres queso en la hamburguesa? – le preguntó mi madre.

- Sí señora Scott, con todo lo que le quiera poner – le contestó Maggie entre risas.

- Vas a llegar a Múnich como una ballena – le bromeé.

- ¡Repíteme eso a la cara! – me dijo Maggie con la ceño engruñado y la cara como un pez globo.

- Que vas a llegar a Alemania como una ballena – repetí riéndome.

Maggie se abalanzó sobre mí y me tiró al suelo, me levanté y nos empezamos a perseguir por todo el comedor.

- ¿A que no me pillas? – le dije.

- Lo llevas claro – se río.

Finalmente me acorraló en una esquina y me empezó a hacer cosquillas, algo muy típico en ella. Yo no podía parar de reír.

- ¡Estate quieta! – decía yo entre risas.

- Retira lo que has dicho antes y pararé.

- ¿El qué? Yo no he dicho nada.

- ¿Cómo? – me dijo mientras aumentaba la fuerza de sus cosquillas.

- Vale, vale – le dije - ¡Pero para ya!

- ¡Retíralo! – insistió.

- Está bien... Lo retiro – cedí a final.

- ¿El qué? – me preguntó con su sonrisa picarona.

- Que no eres una ballena – dije.

- Muy bien, así me gusta – me dijo guiñándome el ojo derecho.

- Chicos, ¡a comer! – gritó mi madre desde la cocina.

- Ya vamos mamá – contesté.

- Charlie, ¡llama a tus hermanos!

- Será.

Fui en busca de Henry y Kurt, los dos estaban en el cuarto de Kurt jugando a la Play Station 3.

- Vosotros dos, apagad la consola y a cenar – les ordené entrando por la puerta.

- ¡No! Espera a que acabemos esta partida – me contestó Kurt.

- ¡Tirad para abajo ya! Mamá me mandó a buscaros.

- ¡Que no pesado! Primero déjanos terminar la partida – seguía Kurt.

- Bueno, pues os quedáis sin hamburguesa.

- Yo quiero hamburguesa, ya voy hermanito – dijo Henry levantándose de la cama en la que estaba sentado.

- ¡Me sorprende que me obedezcas! – le dije sorprendido.

- Yo siempre te hago caso – me dijo Henry.

- Cuando te conviene pequeñín – dije mientras le frotaba la cabeza despeinándolo.

- Yo bajo ahora, cuando termine – dijo Kurt otra vez.

- A ver si maduras de una vez y empiezas a hacer caso a lo que se te dice, que ya tienes doce años – dije.

- ¡Que me dejes en paz de una vez! ¡Yo hago lo que me dé la gana cuando me dé la gana! ¡Tú no eres nadie para decirme lo que tengo que hacer! – me gritó.

Me cabreé tanto en ese instante que le desenchufé la televisión y la consola.

- ¡Tonto! ¡Idiota! ¡Animal! ¡Eres un capullo! ¡Te odio! – me gritó.

- Así aprendes de una vez que no puedes tratar a la gente de esta manera. Tienes que aprender a respetar y a no hablarle mal a los demás.

- ¡TE ODIO! – me gritó de nuevo.

- ¡Pues me alegro! – le contesté mientras me iba con Henry de su habitación.

Kurt se quedó llorando y cabreado conmigo, y todo por un estúpido juego. Es mi hermano y lo quiero, pero hay veces que no puedo con él, que me cansa y me hace sacar mi mal genio. Como nadie ponga a este niño en su sitio va a acabar mal.

- ¿Dónde está Kurt? – me preguntó mi madre.

- En su habitación, hemos discutido y se ha enfadado conmigo – le dije.

- Pero, ¿por qué? – me preguntó.

- Porque es un niño mimado mamá, y tiene que ser lo que él diga cuando él diga y no me da la gana. Se cree el rey de la casa y que él manda sobre todos nosotros, y me harta.

- De verdad que sois increíbles... Siempre estáis igual.

- ¿Ahora tengo la culpa yo?

- Charlie, ¡tú eres el mayor y tienes que darle ejemplo a tus hermanos! Ellos acabarán haciendo lo que vean en ti, y por eso en vez de acabar todo en una pelea deberías enseñarles que hay otras maneras para arreglar las cosas.

- ¿Estás segura de que acabarán haciendo lo que vean en mí o lo que vean en ti y en papá?

- ¡Bájame ese tono! Sabes muy bien que las cosas no se solucionan así, siempre echándonos la culpa a tu padre y a mí. ¡Tú también tienes responsabilidades!

- Sé que las tengo, pero me quitas las ganas de cumplirlas.

- ¿Yo?

- Sí, tú con tus gritos y tus reglas de que lo quieres todo perfecto, cuándo ni tú eres perfecta – le dije.

- ¡Basta ya! ¡Yo no te he educado así! – me dijo.

- Bueno, no empecéis a discutir por tonterías. Vamos a sentarnos todos tranquilos y disfrutar la velada, sin gritos ni nada. - dijo mi padre entrando al comedor.

- Es verdad. La pobre Maggy, se va mañana y aquí estamos nosotros montando un numerito sin sentido. - dijo mamá.

- Perdona mamá, nunca consigo controlar mi genio.

- Tranquilo hijo, después de la conversación que tuvimos la semana pasada yo debería también intentar apagar la llama en vez de avivarla. 

- ¡Sois increíbles! - dijo Maggy entre risas. Lo mismo estáis a punto de tiraros del pelo o de deciros cuanto os queréis. 

- Así somos. Una familia lago peculiar. - dijo mi padre.

- Y eso es lo que más me gusta de ella. - dije sonriente.

De verdad, no cambiaría mi familia por nada del mundo. A veces nos odiamos, otras nos amamos, pero siempre estamos el uno por el otro, y que seamos así es lo que nos hace especiales y únicos, y eso me encanta. No quiero tener una familia perfecta, ni si quiera una vida perfecta, quiero vivir aventuras en este barco y navegar en diferentes niveles, sin pensar que habrá detrás de la siguiente ola. Solamente quiero sorprenderme y recibir lo que venga con los brazos abiertos, ya sea bueno o malo, porque lo malo será una lección que traiga algo bueno, y lo bueno será otra pieza más en mi camino cuyo destino aún desconozco y quiero averiguar. ¿Cuál es mi destino? ¿Cuál es mi papel en este mundo? No lo sé, pero cada vez me siento más cerca de descubrirlo. 


MetamorfosisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora