—¿Qué tal el día? ¿Muy aburrida?Mi madre había subido a verme sin quitarse el abrigo siquiera.—Pues la verdad es que no. He estado leyendo y viendo unapeli. Y estudiando, claro.Había sido un día mucho más que entretenido con Oliver. Cadavez estaba más a gusto con él, pero dudaba que a mi madre lepareciera buena idea que un chico se colara en mi habitación casitodas las mañanas.—Me he cruzado en la calle con el vecino. ¿Sabes algo de él?¡Alucinante! ¿Qué clase de poderes tenía mi madre parameterse en mi mente? ¿Sería una pregunta trampa? Tal vez, conalguno de sus recursos secretos, había averiguado que pasábamos lamayor parte de las mañanas juntos. No me extrañaría que hastahubiera puesto alguna cámara oculta en mi habitación. La estudiédetenidamente, pero ni su voz ni sus gestos dejaban ver que fuera consegundas.—Me extrañó que no se pasara por el hospital después de lobien que se portó contigo...—Sí, he hablado algún día con él. Va al instituto —me limité adecir hasta ver por dónde discurría la conversación.—La verdad es que parece un buen chico, aunque tímido. Yo nole hubiera dejado hacerse tantos tatuajes si fuera mi hijo, y eso quetengo que reconocer que no le quedan mal del todo... ¡Con lo monoque era de pequeño y esa piel tan preciosa que tenía!—¿Le conoces? —pregunté sorprendida.—¡Claro! ¿No te acuerdas? Vivían aquí hace muchos años. Túeras muy pequeña. Yo creo que tu padre todavía estaba en casa —respondió mientras se paseaba por la habitación recogiendo los restosde la comida y todo aquello que infringía su maniático sentido delorden—. No sé dónde habrán estado todos estos años... A la que nohe visto es a su madre. Aunque a lo mejor me he cruzado con ella y nola he reconocido. Como hace tanto tiempo...—Creo que su madre murió. Ahora vive solo. Bueno, su abueloviene de vez en cuando.—¿En serio? ¡Qué pena! Era una chica preciosa. Debió dequedarse embarazada de penalti, porque era muy jovencita.¿Por qué siempre que salía el temita de los embarazos metraspasaba con esa mirada acusadora? No tenía de qué preocuparse. En los últimos tiempos mi vida sexual se reducía al pico que me habíadado Álvaro en verano... Además, bien que se encargaba de mirar elcalendario donde yo apuntaba todos los meses el día que me venía laregla y de controlar que el paquete de doce preservativos que mehabía dado Eduardo siguiera cerrado y precintado en el cajón.Inolvidable el día que, molesta por que hurgara en mis cosas, se meocurrió cambiarlo de sitio. ¡En qué hora! Casi le da algo.—Era muy rubia, casi albina. Chocaba ver al crío tan moreno y, ala vez, tan parecido a ella. La verdad es que sigue siendo muy guapo,¿no? —dijo en ese tonito que odiaba mientras me guiñaba un ojo y melanzaba una sonrisa cómplice.—Yo no sé dónde le veis tú y Gaby la guapura. Además, estácon Morgan —error, error. Debí morderme la lengua.—Bueno, quizá no sea tu tipo, pero guapo es. ¿Con quéMorgan? ¿Es gay?¿Gay? Tenía que haber visto la escenita de la terraza... Por unmomento pensé en no sacarla de su error. Así, si descubría quepasábamos las mañanas juntos, no se preocuparía inútilmente.—Morgan es la chica que canta en su grupo —no me atreví amentir.—¡Ah! Así que tiene un grupo... No me sorprende. Le pega todocon esas pintas.—¿Qué tal el trabajo? —interrumpí. Mejor pasar a otro temacuanto antes.—Bien, cariño, con los líos de siempre. Por cierto, tu padre meha dicho que pasará mañana a verte. Oye, creo que deberíamos tenerun detallito con este chico —y yo que pensaba que ya habíamoscambiado de tema...—¿Qué quieres regalarle, mamá?—No sé, algo. Entérate de qué le puede gustar. Es lo menos.—Es que no tengo ni idea. No lo conozco casi... —me lanzó unamirada de reprobación—. Vaaaaaleee. Me enteraré.Oliver, que nunca me informaba de sus planes, en esta ocasiónme contó que había quedado con su tío Rubén. Me vino bien dedicartodo el día a estudiar y me cundió bastante. Estuve empollando hastalas siete más o menos, la hora a la que solían venir Laura y Gabriela.Oí el timbre y sus pasos subiendo la escalera, pero mi sorpresa fuemayúscula cuando, al abrir la puerta de la habitación, vi que no veníansolas.—Hola. ¿Qué tal estás? Laurita me ha estado informando de tuevolución...¡No me lo podía creer! Lo último que esperaba es que Álvaro sepresentara en casa. No estaba preparada.—Ho... Hola —me quedé rígida mientras me daba dos besos. Apesar de que tenía la respiración contenida, pude oler perfectamenteese perfume que me gustaba tanto—. Estoy bien, gracias.Me senté en el borde de la cama para tomar aliento. No teníasentido estar tan nerviosa. No podía pasar nada con Laura y Gabrielaallí.—Me alegro. Te veo muy bien. Estás guapísima —deslizólentamente su mirada sobre mi cuerpo. No puede evitar sonrojarme.Un ratito antes de que se presentaran había descubierto con horrorque, después de tanto tiempo sin apenas moverme, todas lascamisetas parecían haber encogido una talla—. Te mandé un mensajehace unos días, pero quizá no te funciona el móvil.—Sí, sí que funciona —contesté sin apenas mirarle mientrascruzaba los brazos en un intento de disimular el pecho—. Es que enese momento estaba ocupada y luego se me pasó.Por suerte, Gabriela salió en mi auxilio.—Te hemos traído los apuntes y unos cruasanes de la pasteleríade Laurita y, como no los cojas ya, me los como yo sola.Colocó la bandeja sobre el escritorio y le quitó el envoltorio. Pormuy ricos que estuvieran esos bollos, no quería verlos ni de lejos. Másme valía empezar a controlarme si aspiraba a volver a pisar la calle sintener que comprarme un fondo de armario nuevo.—¿Qué tal lo llevas? —preguntó Laura señalando las hojasllenas de operaciones y la calculadora que estaban en mi escritorio—.Veníamos hablando en el coche de que, si tienes alguna duda deMates o Física, Álvaro te puede echar una mano, ¿verdad?Él asintió al tiempo que Gaby casi suelta una carcajada que,afortunadamente, ahogó el cruasán que se había metido entero en laboca.—Déjalo, Laurita. No le des más trabajo, que bastante ocupadoestá con sus «líos» —hizo una pausa—. ¿No?—Seguro que puedo encontrar algún hueco —sentí que medesnudaba al clavar sobre mí su mirada.—Gracias —contesté con una sonrisa forzada. Menos mal queLaura era como era, porque el ambiente se podía cortar con cuchillo—. De momento, me apaño. ¿Qué tal por el insti?—Más o menos igual —Gabriela tenía la boca llena y casi no sele entendía—. La única novedad es que esta mañana han aparecidoun montón de pintadas de spray en la fachada y han roto las canastasde baloncesto. Ha sido la panda esa de macarras del pueblo.—Eso no se sabe. No puedes acusar a alguien sin pruebas —intercedió Laura.—Han sido ellos. Al parecer hay una cámara junto a la puertaprincipal y uno de ellos, el que siempre lleva la cazadora blanca, estáen la cinta.—¿Me puedes decir cómo eres capaz de saber esas cosas? —me dejaba estupefacta. Otra Jason Bourne como mi madre.—Yo me entero de TODO —hizo hincapié en el «todo» al tiempoque le lanzaba una mirada a Álvaro. Él bajó la cabeza, como si nohubiera pillado la indirecta, pero yo estaba segura de que sí.—Pues anda que no hay gente en vuestro instituto como parasospechar. También ha podido ser el pintas de tu vecino, con el currículum que tiene... —noté cierta inquina en el tono de Álvaro.—¡Eh! Al vecino ni me lo toques —amenazó Gaby—, que, apartede lo macizo que está, ganó mogollón de puntos con lo del accidentede Álex. Además, ha venido a visitarla varias veces. Es todo uncaballero, aunque conmigo espero que deje de serlo...A Álvaro se le mudó el gesto.—¿Estás diciendo que ese, ese... que le has dejado entrar en tucasa?—Baja la voz —respondí con firmeza. Me sentí más segura alcomprobar que, pasada la sorpresa inicial, podía dirigirme a él casicon total normalidad—. Claro que le he dejado entrar. Es bastantemajete y, si no llega a ser por él, lo mismo no estaba aquí hoy.—¿Insinúas que el que te haya ayudado lo convierte en buentipo? ¡Cualquiera habría hecho lo mismo! Ese tío es peligroso.Además de quemar su casa, ha estado metido en rollos chungos. Yono le dejaría entrar tan alegremente, Álex. Ten cuidado.Tenía que reconocer que, a pesar de que me sentía cien porcien segura con Oliver, me hacía ilusión que Álvaro se preocupara pormí.—Pues no te creas, que muchas veces son peores los queparecen no haber roto un plato. ¿No estás de acuerdo, Laura? —apostilló Gabriela.—Mmmm. Sí, es cierto. A veces no sabes de quién fiarte... Peroen este caso le doy la razón a Alvarito. Con esos antecedentes,deberías andarte con ojo.—Me alegro de que estés conmigo, Laura, porque tú siemprepiensas que todo el mundo es bueno y no es así —dijo Álvaro.—Por supuesto que no es así. Debería ser más desconfiada —sentenció Gaby lanzándole una mirada acusatoria.Y yo que me esperaba una tarde tranquila... Gaby en su línea,Álvaro de morros y Laura en la parra. Ni siquiera podía salir corriendo.Afortunadamente, la providencial aparición de mi madre acabó conese suplicio.—Chicos, siento echaros, pero vamos a cenar. Mañana tenemosmédico muy temprano. Gracias por venir.Me despedí de los tres. Álvaro aprovechó los dos besos de rigorpara murmurar en mi oído: «Te llamaré. Cógeme el teléfono, porfavor». Ese susurro se me clavó en el alma. Casi parecía una súplica.Provocó que mi coraza volviera a tambalearse. Además, desde unpunto de vista práctico, no podía pasarme la vida tratando de evitarle. Era el novio de Laura y, cuanto antes normalizara la situación, mejor.Pero ¿por qué tenía esa habilidad para descolocarme tanto?No tuve que esperar mucho para hablar con él. Esa mismanoche, cuando ya estaba leyendo en la cama, recibí un whatsapp en elque me preguntaba si estaba despierta para llamarme. No teníasentido aplazarlo más. De hecho, si era completamente sincera, elmotivo por el que venía dilatando la conversación era yo y no él: encierto modo, me daba pena terminar con cualquier posibilidad de quepudiéramos estar juntos. Gaby tenía parte de razón y Álvaro erabastante interesado y caprichoso en ocasiones, pero ella no conocíasu mejor cara. Yo sí, y por eso me gustaba. Álvaro era capaz dehacerme sentir única y especial, bonita y atractiva. Cuando estaba conél era como si el mundo no existiera y lo único importante fuera yo. Eradetallista y caballeroso: me sujetaba la puerta, me cedía el asiento, meayudaba a quitarme el abrigo... Ese tipo de detalles, que a Gaby leponían de los nervios, a mí me encantaban. Otro de los dones deÁlvaro es que escuchaba con sumo interés cualquier cosa que pudieracontarle y nunca lo olvidaba, aunque hubieran pasado siglos. Eradivertido y siempre lograba arrancarme una sonrisa.Los días de agosto que pasamos juntos recuperamos lo quehacía mucho tiempo habíamos perdido. Volvimos a ser cómplices,confidentes, «colegas a muerte», como decíamos cuando éramos máspequeños. Había vuelto a convertirse en la persona con la que más agusto me sentía, con la que podía hablar de lo que fuera; y él había tenido la misma sensación.Todo eso era Álvaro. Pero también era el novio de Laura y, pormucho que me doliera, esa circunstancia debía eclipsar todo lo demás.—Hola —descolgué antes de que llegara a sonar el primeracorde de High. No quería que mi madre me oyera.—¡Hola, Álex! —había en su voz una mezcla de sorpresa yalegría. Supongo que no estaba seguro de que respondería a sullamada—. Gracias por coger el teléfono. No sabes cuánto necesitabahablar contigo... Me ha encantado verte hoy. La verdad es que ibaalgo nervioso, porque no sabía cómo te iba a encontrar. Charlie medijo que te había visto fatal en el hospital y además tenía miedo de quete enfadaras conmigo por presentarme sin avisar... Pero estás muybien, Álex, tan guapa como siempre.—Gracias.—En primer lugar, quiero pedirte perdón y decirte que sientomucho todo lo que ha pasado. Cuando nos llamaron para decirnos quehabías tenido un accidente, a punto estuve de volverme loco. Si tellega a pasar algo, Álex...—¿Te parece poco lo que me pasó? —saqué toda mi acritud. Noquería ser cruel, pero tampoco quitarle importancia a lo sucedido.—No, no, claro que no —titubeó—. Lo que quiero decir es que...—¿Por qué no te presentaste en el parque, Álvaro? Fuiste tú elque insistió en hablar. Yo no quería quedar contigo, ¿recuerdas? Yosolo quería ir al maldito concierto, pero no me dejaste opción. Teestuve esperando un montón de tiempo. Te hice varias perdidas y nisiquiera te molestaste en contestar —no era propio de mí soltar lascosas tan directamente. Sin embargo, aquel era un tema demasiadoimportante como para andarse con rodeos.—Siento muchísimo no haber ido, pero... —el silencio se hizotan largo que tuve que intervenir.—Pero ¿qué?—Estaba dejando a Laura.Podía esperarme cualquier cosa, menos eso.—Quería hacer las cosas bien por una vez en mi vida, Álex —continuó al ver que yo no decía nada—, así que me decidí a hablarcon ella. Pero tenía que quitarme a Charlie de encima. Fuimos hasta elrecinto ferial y allí conseguí perderle de vista. Sin embargo, Laurainsistía una y otra vez en ver el concierto. Pensaba que Gaby y túestabais ya allí y quería reunirse con vosotras.Se detuvo un instante, como para cederme el turno de palabra. Pero yo estaba muda. Me costaba tanto procesar toda aquellainformación que no me quedaban recursos suficientes como parahablar.—Por fin conseguí sacarla de allí e irnos a un sitio tranquilo.Estaba muy agobiado, veía tus llamadas perdidas y no podíaresponderte. Laura no debía enterarse de que había quedado contigodespués de cortar con ella. Y entonces le dije la verdad: que de untiempo a esta parte todo era distinto; que, aunque la queríamuchísimo, tenía dudas sobre mis sentimientos, y que debíamostomarnos un descanso... La pobre se puso a llorar, así que tuve quequedarme. Estuvimos hablando un montón, hasta que nos llamaron ynos enteramos de lo que te había pasado...Creo que, en términos informáticos, en ese momento estabasufriendo un desbordamiento del buffer. Estaba completamentebloqueada. Por desgracia, no tenía ningún botón con el quereiniciarme.Supongo que Álvaro tomó mi silencio como una constatación deque su explicación era insuficiente, así que continuó:—Hacía bastante rato que el concierto había terminado.Buscamos a Gaby por todas partes hasta que la encontramos y nosfuimos corriendo al hospital. Eduardo nos contó que te estabanhaciendo pruebas, que el golpe en la cabeza había sido brutal y que lasituación era muy grave... Aunque todos nos quedamosimpactadísimos, yo me sentía tan mal y tan culpable que creo queLaura se dio cuenta de todo. Fue tan angustioso... Las veinticuatrohoras siguientes eran cruciales para ver si se reducía la inflamación y,si eso sucedía, solo quedaba rezar para que no te quedaran secuelasgraves. ¡Y todo por mi culpa! ¿Cómo podía vivir con eso, Álex?—¿Cuál es el pero, Álvaro? —intervine al fin.—¿Qué pero? —no se esperaba la pregunta.—El pero de todo esto. Debe de haber uno, ya que ahora estáisjuntos.Me extrañaba que Laura no nos hubiera contado nada de todoesto ni a Gaby ni a mí. Por eso estaba triste y algo rara. Oí que Álvarose agitaba al otro lado.—El pero es que quiero a Laura —continuó después de tomaraliento—. Y no podía dejarla así. Me odiaría a mí y a ti también.Además, todos estábamos muy afectados por lo de tu accidente... Asíque al día siguiente volví a buscarla como si no pasara nada. Nohemos vuelto a hablar de esto, pero ya no es igual; y, aunque no dice nada, lo nuestro no funciona bien...Sentí una punzada muy dentro al pensar que Laura estabapasando por aquello sola. Era una persona tan buena que lo últimoque se merecía era esto...—Álvaro, Laura es perfecta para ti. No vas a encontrar a nadiemejor y que te quiera más. No seas idiota y no lo estropees.—Pero, Álex, yo... también te... quiero a ti.No. No. No. Llevaba toda la vida soñando con ese momento, demil maneras, en multitud de escenarios distintos, pero siempre el finalera el mismo: él me decía que me quería y no volvíamos a separarnosjamás. Ahora sabía que mi cuento no tenía un final feliz.—Pero yo no, Álvaro —hice acopio de todas mis fuerzas—.Laura se merece lo mejor, así que dejemos las cosas como están.Incluso a mí me sorprendió la frialdad de mi voz.—Lo mío con Laura tiene fecha de caducidad, Álex. Eso lo tengoclaro, y también que tú siempre serás mi chica. Da igual lo que pase,lo nuestro siempre será especial.Nos quedamos los dos en silencio. El único signo que meindicaba que él seguía al otro lado de la línea era el sonido de surespiración. Tras una eternidad pensando en qué decir, al final colgué.Intenté reprimir las lágrimas, pero fue completamente inútil.
* Hola chicas lamento haberme perdido tanto tiempo a partir de hoy voy a subir dos capítulos por semana , espero que les guste la nove tanto como a mi ... besossss :*

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Pero A Tu Lado - Amy Lab
RomanceÁlex es una estudiante de segundo de Bachillerato. Es divertida, inteligente y tiene muchos amigos. Pero su vida amorosa no está al mismo nivel. En realidad, ha sido bastante decepcionante hasta el momento, así que este año Alexia ha decidido centra...