4 de diciembre, 2015
La luz del sol me dio directo en los ojos, causándome un escozor terrible. No había dormido en toda la noche después de aquello, mientras que Haruhi, por su parte, había caído muerto justo después de haberse recostado a mi lado, incluso sé abrazo a mi cintura en diversas ocasiones.
Me levanté de la cama y me dirigí al baño, refrescando mi rostro con el agua. Me observe al espejo: mi cuello y pecho tenían chupetones y algunos pequeños moretones debido a las mordidas que me había dado. Me vestí, subiendo mi suéter hasta el cuello, en un intento desesperado por ocultarlos, y, sin embargo, imposible.
Al salir de la habitación, metí una mano al bolsillo del pantalón y de mi abrigo: vacío, mis cigarros se habían terminado.
-Mierda- murmure, mientras entraba al elevador y presionaba el botón de la planta principal; me recargue en la pared tras de mi y cerré los ojos lentamente, pensando nuevamente en todo...no había nada de remordimiento, no tristeza, o alegría...nada.
Camine hasta la avenida principal, y tome un taxi hasta mi apartamento, al cual subí rápidamente para después entrar al baño. Tuve que vomitar, posiblemente el abstenerme de alcohol me había afectado bastante...me lave los dientes y me dirigí al cuarto, en un intento desesperado por conciliar el sueño, ya que nuevamente no tenía hambre. Creo que Haruhi tenía razón, he adelgazado bastante...pero...simplemente no tengo hambre...voltee hacia la mesita de noche, en la cual estaba un pequeño reloj, una lamparita, y un jarrón en el que había colocado las flores, las cuales no se habían marchitado completamente, a pesar de que no les había colocado agua...Aún continuaba preguntándome quién era el remitente de aquellas florecillas rosáceas, y el por qué las había mandado. Solté una risita, porque, por un momento, pensé que se trataba de ti, que las habías enviado desde Tobermory, que tú mismo la cultivaste y te aseguraste que las flores crecieran así de preciosas, bueno ¿Verdad que soy un idiota? Después de pensar aquello solté una carcajada un tanto fuerte, por lo tonto que me sentía...y mi risa fue bajando su volumen, hasta que las lágrimas inundaron mis ojos, y apretaba mis labios temblorosos...creo que una parte de mi quería que así fuera.
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Han pasado dos años
RomanceEn una cocina, de un viejo apartamento en la capital de Suecia, se encuentra un chico. Su rostro no refleja expresión alguna, parece una estatua; sin embargo, las lagrimas brotan de sus ojos, bajando sin piedad por sus mejillas, pero continua así, m...