Soma.

7 1 2
                                    

Estoy algo preocupado ¿Sabes? El día de ayer me hice un esguince en el tobillo al resbalar en la bañera.

Haruhi llego casi al mismo tiempo que mi doctor particular, quien dijo que no era algo realmente grave, pero aún así me recetaría un relajante muscular y, por supuesto, que tratara de permanecer en resposo todo el tiempo.

-¿Cómo pudiste resbalarte de la bañera? ¿Tan ocupado estabas pensando en mi?- Pregunto el pelinegro en tono burlón, a lo que solté un leve gruñido.

-Sí, claro, ocupas mi mente todo el tiempo- revolotee los ojos. -¿Por qué no mejor vas y consigues mi medicamento?

Le entregue la receta, la cual tomo y leyó con detenimiento.

-¿Este? Es demasiado leve.

-Vale, entonces, ¿Qué propone que debería tomar, doctor Saionji?-replique sonriente, cosa que le hizo reír levemente.

-Propondría sexo, pero no quiero lastimarte más el tobillo- se acerco  a su bolso, y luego de hurgar por un momento en esta, saco un botesito naranja. Enarque una ceja.

-¿Y eso es?

-Le dicen "Soma"- pronuncio con lentitud aquella extraña palabra, como si quisiese que se mantuviera en mi mente. -Un relajante muscular, te hará bien.

Abrió el frasquito de plástico y, luego de darle un golpeteo con el dedo,  dos pastillas blancas cayeron en su palma. Probablemente hice una mala cara, ya que el sonrió de una extraña manera; daba miedo.

-No voy a matarte, tranquilo- tomo mi mano, dejándolas ahí. Mi vista se concentró en ellas, dos circulitos blancos con un nombre tallado en estos. Me hicieron recordar cuando debía de darle sus medicinas al abuelo: Todas me parecían prácticamente iguales, pero sabía que si alguna se me olvidaba, tendría dolores horribles en la mayoría de su cuerpo; los doctores nunca pudieron saber realmente que sucedía con él, mi familia siempre creyó que se trataba de cáncer, o deficiencia renal...

-¿Entonces?- Haruhi me miraba desde arriba, estaba más que impaciente, pero, ¿Por qué?

Suspire y, luego de mirarlas un momento más, las metí de golpe a mi boca, tragandolas.

-Toma.- el pelinegro me acerco un vaso con agua, cosa que yo acepte más que gustoso.

Los minutos pasaron y...empece a sentirme curiosamente agotado, aunque no tenía ganas de dormir. Ni siquiera sentía el aire en mis pulmones, una sensación exquisitamente abrumadora.

-Grandioso, ¿No es así?

Lo mire, y de verdad que me lleve un susto; y es que, lejos de que mi vista se haya tornado borrosa, una sombra oscura pareció envolverlo, salvo por la enorme sonrisa blanca que tenía.

-¿Qué...clase de...de droga...?

-Menos preguntas, querido.- sentí sus brazos alzarme con cuidado, lo que me hizo temblar. Aquella sombra suya me producía pavor.

Luego de eso, me dejo en la cama y se fue...no me desperté hasta hace unos minutos.

Quizás, me estoy preocupando demasiado...pero...no puedo evitar mirar el botesito de vez en vez.

Han pasado dos años Donde viven las historias. Descúbrelo ahora