Diciembre 3, 2015
El señor Saionji me dijo que saliera a dar un paseo estos días, para ''recuperar mi vitalidad juvenil''; supongo que noto mi cansancio durante la exposición, pero, bueno, él quería que estuviera ahí ¿No es cierto?
Con toda sinceridad, no pude evitar soltar una ligera risita cuando termino aquella oración, ¿Acaso aquel provecto, llego a notar en mi algún signo de la juventud de la que tanto me presume? Cuando nos conocimos, llevaba un mes de que te marchaste. Me encontraba sumido en mis pensamientos, en una cafetería cercana a la universidad, ¿Te acuerdas de ese lugar? Me llevaste unos días después de nuestro pequeño percance, que tarde o temprano, nos condujo al fin de nuestro pequeño ''idilio''...pero ¡Vamos! Que he comenzado a divagar...llevaba un buen tiempo sin cubrir aquellas manchas negruzcas bajo mis ojos, y había comenzado a desaparecer aquella rapada que tanto detestabas. Por supuesto, la única razón por la que se me acerco fue porque noto que estaba bocetando; camelia, una de mis flores favoritas. Tomo mi cuaderno sin pedirlo, voltee lentamente, y observe a aquella persona que me lo había arrebatado.
Un hombre, quizás de unos 60 años, de complexión un tanto ''atlética'', bronceado, ojos negruzcos y de escaso cabello canoso. Vestía de traje, gris oscuro, con pequeñas líneas blancas, y un sombrero del mismo color. Observaba el dibujo detalladamente.
-Veo dolor, en tu trazo- pronuncio, sin siquiera mirarme. Pregunte su nombre, mientras –nuevamente, con un poco de insolencia- se sentaba frente a mí, y hojeaba con cuidado aquel viejo cuaderno.
-Kazuto Saionji-me entrego una tarjeta, blanca, y escrito con letra negra y recta.
-¿Curador, y representante artístico?-lo observe con asombro y, al mismo tiempo, con algo de vergüenza, debido a mi actual aspecto, casi parecido a un mendigo...
-Tienes talento, muchacho-comentaba, dejando mi libreta en la mesa, y esbozando una suave sonrisa.
-¿A qué viene eso?
-Te estoy ofreciendo trabajo.
No supe que decir en ese momento...aquel extraño hombre, de ojos negruzcos, y sonrisa amigable, se había interesado en lo que yo dibujaba, lo que expresaba, lo que sentía.
-¿Aceptas?-Replico, sin dejar de observarme, como si examinara todo mi ser...había notado algo que nadie más había hecho.
-Yo...por supuesto, sería...sería un honor trabajar para usted.
-Vale, creo que tenemos un trato, ven mañana a las 4 de la tarde a este mismo lugar, y te explicare con más detalles que haremos- metió la mano en su saco, sacando un puro, el cual olfateo suavemente.
-Sí, aquí estaré.
-Yo pagare la cuenta por ti, mi joven y atormentado muchacho, no te preocupes por ello-sonrió, mientras me levantaba de la mesa y, haciendo un ligero ademan con la cabeza, me retire del local.
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Han pasado dos años
RomanceEn una cocina, de un viejo apartamento en la capital de Suecia, se encuentra un chico. Su rostro no refleja expresión alguna, parece una estatua; sin embargo, las lagrimas brotan de sus ojos, bajando sin piedad por sus mejillas, pero continua así, m...