II

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Un día papá

llegó a casa

y mientras tú jugabas

en la habitación,

mamá fue a hablar con él.

Se escucharon gritos,

se escucharon llantos,

se escucharon golpes;

se escuchó dolor.

Demasiado.

Mamá entra en tu habitación llorando,

y te coge en brazos para hablar.

Te llevan al salón,

en aquel lugar donde veías la televisión,

donde jugabas de vez en cuando.

Te dicen que papá ya no quiere a mamá.

Ni siquiera te inmutas,

asientes e indicas que prosigan.

Siguen hablando.

Dicen que papá se irá de casa al mes siguiente,

con su novia nueva.

Dicen que te quedarás con mamá,

que ya nadie vendrá a la caída de la tarde

y que ya no podrás abrazar a nadie a esa hora.

Que ya no podrás jugar con nadie en tu habitación,

y que tampoco nadie te bañará.

Que nadie te secará el pelo,

y que nadie te besará la frente

antes de ir a dormir.

Simplemente te dicen,

con otras palabras,

que papá,

tu papá,

desaparecerá de tu vida

muy poco a poco,

hasta que finalmente,

haya desaparecido por completo.

Hasta que solo quede

un recuerdo entre las sombras,

de lo que era tu papá.

Simplemente sentirás

que tu papá

dejará de quererte.

Pero a ti eso,

con tan poca edad:

te da igual.

Tan solo asientes y esperas el momento

de volver a jugar con tus juguetes.

Los días pasan,

y papá y mamá

ni siquiera pueden verse,

no se aguantan,

no se soportan;

no se quieren.

¿Cómo puede ser eso?

Te preguntas.

Dos personas que se han querido,

no pueden odiarse tanto.

Te dices a ti misma.

El tiempo sigue pasando

y papá,

tu papá,

se va de casa.

Antes de marchar,

te retira el pelo de la cara

y te besa la mejilla.

Mira a mamá con odio,

y atraviesa la puerta por última vez.

Le ves salir,

le ves irse para siempre.

Oyes el ascensor,

como asciende hasta tu piso.

Oyes como entra al ascensor,

y oyes como pulsa el botón

para bajar.

Tan solo oyes,

como se va para siempre.

Pero a ti,

eso,

te da igual.

Dejas a mamá llorando en la cocina,

y tú vuelves a jugar a la habitación.

El tiempo pasa,

los años pasan.

Papá al principio,

te veía mucho.

Pero con el tiempo,

dejó de hacerlo.

Papá se mudó de ciudad

con su novia nueva.

Y ahí,

perdiste el contacto físico con él.

Ahí realmente,

perdiste a tu papá.

Pero repito,

a ti eso,

te daba igual.

Papá ya no era papá,

y mamá tampoco era mamá.

Mamá ya no iba a recogerte al cole,

mamá te dijo que te hacías mayor,

y que debías de volver tú sola

a casa.

A una casa desierta,

en la que ya no jugabas con tus juguetes.

Dolor crónicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora