Al principio,
no te gusta
estar sola en casa.
Lo detestas.
Pero al llegar tu madre,
cada día de trabajar,
cada día más tarde,
cada día más cansada,
cada vez te gusta más estar sola en casa,
cada vez te gusta más no verla,
cada vez la quieres menos,
cada vez sientes,
que ya mamá,
tu mamá;
no te quiere.
El tiempo sigue pasando,
y mamá ya no es la misma.
Papá dejó de pasar dinero,
y dejó de llamar.
También dejó de verte,
pero eso pasó antes.
Mamá no da abasto,
y tiene que trabajar más.
Mamá te dice,
que te hagas tú la cena,
que ya vas siendo mayor.
Sin ganas,
la haces.
Cenas tú sola
en la mesa del salón,
en aquella mesa en la que
tus padres,
te dijeron que se iban a divorciar.
Al próximo año,
vas a pasar al instituto.
Te ves mayor,
te sientes mayor.
Tu mejor amiga también quiere
pasar al instituto.
Creéis que será como en las películas,
que todo será maravilloso.
Mamá llega a casa,
cabreada por tanto trabajar.
Sin sentido,
se pone a gritarte
y a decirte lo mala hija que eres,
por no haber lavado los platos de tu cena,
y haberlos dejado en el fregadero.
Tú,
simplemente,
lloras.
Tampoco sabes muy bien por qué,
pero no entiendes
por qué mamá,
tu mamá,
te ha gritado
e insultado.
No entiendes
por qué mamá,
te ha dicho que eres igual
que tu papá.
No entiendes
por qué eso es algo malo.
Crees que tu papá es bueno,
que no te llama porque no puede,
que no pasa dinero porque no puede,
que no viene a verte porque no puede,
pero cuando mamá gritaba tanto,
empezaste a pensar
que no te llama porque no quiere,
que no pasa dinero porque no quiere,
y que no te viene a ver porque no quiere.
Eso te dice mamá entre tanto chillido,
entre tanta lágrima,
y tristemente,
entre tanto golpe.