Tus ojeras,
tan solo con mirarlas
reflejaban en lo oscura
que se estaba convirtiendo
tu alma.
¿Arreglarse?
Hace meses
que no sabes que es eso.
Sales con un colega,
tan solo con uno,
¿por qué?
Porque de tres,
uno se va,
pero el que queda;
te falla.
Ya no te queda nada.
Estás sola, pequeña.
"Par de litros y para casa",
una frase muy dicha de cualquiera
de ellos.
Pero tú no vuelves a casa,
tú tienes ese pequeño rincón,
pequeño pero a la vez tan grande
cómo el infinito vacío
de adentro tuya.
¿Irónico?
Cierto.
Piensas en la gente,
sobre todo en papá,
en tu papá,
aquel hombre al que te pareces
como bien te dice mamá,
en ese hombre que
veías de vez en cuando,
y aquel padre que
apenas te ha llamado
en los últimos meses.
Ese padre,
que te dedicó tanto tiempo,
que se le gastó.
Aquel hombre que
niegas odiar,
pero odias querer.
Tu vida en sí
es un contradicho constante.
Piensas en ese chico,
aquel que te hacía quemarte
al quererle,
y ese personaje,
que te hizo llorar
tanto como lo quisiste.
¿Ya andas llorando otra vez?
Abre los ojos,
no te vale de nada seguir así.
Directamente,
no te vale la pena seguir.
Te odias,
te odias por haber demostrado
tanto por personas
que ni se molestaron en ver
lo mal que lo pasabas,
y tan poco por los que
realmente querían verte bien.
Te odias a ti,
¿por qué, cariño?
¿Por qué ya no eres
la niña de ojos tiernos
y sonrisa en rostro?
¿Por qué ahora eres
la chica de ojeras profundas
y cigarro en mano?
¿Por qué ya no eres
la niña de amor
en el corazón
y
ternura en la mirada?
¿Por qué ahora eres
la chica de rencor
en el corazón
y
odio en la mirada?