Capitulo 8. Aquí estoy.

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Reaparecer no me ayudaría en nada.

Todo, incluso mis sueños no eran nada.

-Oye, tú - habló el que vestía de blanco - ¿Por qué no te callas? Me tienes harto - comentó mientras jugaba algo parecido al golf.

La cadena podía estrirarse para mi propio bienestar.

Mi mirada ya se hallaba en mis pies, me encontraba descalza y usando un vestido de ese color maldito.

-Te has olvidado de mí... - oí una voz a mi lado.

No reconocí aquella voz.

Miré como pude a mi alrededor, pero no había nadie.

-Eres de mente débil - volvió 

-No molestes - solté 

-Tu personalidad sigue intacta, por lo que veo.

-¿Quién eres? - pregunté

-¡Cierra la boca! - gritó el blanco

Sentí como una mano tomaba mi muñeca derecha, el tacto me proporcionó una seguridad tremenda, aquella sensación que había olvidado por completo.

¿Quién era?

Pronto esa cadena se destruiría, gracias a un chasquido de dedos de aquel.

El piso bajo mis pies tomó forma de pasto, sólo el área alrededor mía.

Allí pude diferenciarlo.

Mis lágrimas tomaron lugar en mis mejillas y chillé como niña pequeña, sin ánimos de nada, sin amor a mi misma, sólo la tristeza tomaba ventaja de todos aquellos actos vacíos que había hecho en mi vida normal.

-Perdona la tardanza - se disculpó.

Fue suficiente como para que yo corrierra a él, y comenzara a gritar y a lanzar pequeños golpes a su pecho.

El deseo de mantenerlo conmigo fue tanto, que el de blanco se giró a vernos.

Allí fue  su turno de gritar.

-¡Se suponía que tú nunca regresarías! ¡Tú jamás volverías!

El que vestía de negro me tomó fuerte por la cintura con uno de sus brazos.

-Estoy aquí - dijo tajante - Y tú la has lastimado - levantó su mano izquierda, que ahora se encontraba enguantada en su dirección- Ha llegado tu turno de sufrir.


El diario de un pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora