Capitulo 4. Iniciación

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Este día tan nuevo, no ha sido tan bueno como otros.

Y estoy exhausta.

Pero entrar a mi mente me asusta...

-Hola-saludó aquel vestido de negro que me miraba mientras sacaba un papel al estilo mapa de tesoro- He tomado el último crecimiento de tu bosque y termina aquí- señaló un punto en aquel mapa pequeño.

-Dices que esta es mi mente, ¿Por qué tan pequeña?

Aquel sonrió y negó con la cabeza, como si yo fuera estúpida, como si yo estuviera mal y el siempre bien.

El fastidio se apoderó de mi y suspiré tan alto, que él se giró y caminó en dirección al bosque.

No supe si seguirlo, pero algo le dijo a mis piernas que lo hiciera.

El chico ahora frente a mi, caminaba cabizbajo y con ambas manos en sus bolsillos.

¿Qué hacíamos aquí? ¿Ahora?

-Podrías decirme...-no logré completar, simplemente llevó un dedo hacia mi boca y continuó.

-¿Has visto lo grande que es?- preguntó dando un par de pasos hacia atrás.

Miré a mi alrededor.

Era verdad.

Cada árbol hechaba raíces en el suelo, cada una simbolizando algo que no pude entender.

Asentí en dirección a aquel que tenía una mano en la cintura.

-¿Qué es lo que falta para que esté completo?

Abrí los ojos un momento.

-¿Animales?

-Piensa más a fondo.

Parpadeé un par de veces y miré al cielo.

Eso era lo que faltaba.

Un cielo.

Le miré un poco aturdida.

¿Qué pueden significar el bosque y el cielo?

¿Es correcto que no lo haya?

-¿Y bien?- llamó mi atención.

-Un cielo...

-¿Sólamente un cielo?

-No sé a qué quieres llegar

-Bien, no tienes idea de lo que hacemos aquí ¿Verdad?

¿Qué debía responderle?

-Dime... ¿No tienes ambiciones? ¿No tienes un límite de vitalidad? ¿No tienes sed de algo nuevo y reconfortante?

Me sonrojé de la vergüenza,nunca pude llegar a pensar en ello, mi mundo se constituía de sólamente aquel color neutro... tan oscuro y cegador al mismo tiempo, que perdí el sitio al que quería llegar...

Al cielo...

Era cierto, tengo un límite de vitalidad y los alrededores de este bosque me lo recordarían todos los días...

Todos tenemos un momento para morir, pero no me iría de aquí sin hacer algo con mi vida...

Pero ¿El qué es la pregunta de todos los días?

Miré de nuevo al cielo, sonreí deseosa de una lluvia, levantando mi mano izquierda hacia arriba...

Puedo decir que toqué el cielo.

Aquel techo blancusco tomó el color azul de la tierra y supe que no solo aquel celeste se había tatuado allí.

Sino el color negro del universo.

El chico sonrió.

-No llegues al cielo... llega a esa estrella a la que llamas destino.

El diario de un pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora