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Pasó una semana hasta que Derek fue a verle.

Cuando Stiles entró en su habitación a la vuelta del instituto y vio al Alfa sentado en la silla del ordenador, se sintió aliviado y preocupado a partes iguales. Aliviado porque que Derek estuviera allí, después de días sin verle y sin saber nada de él, significaba que estaba bien; que los Alfas no habían atacado y que de momento las cosas seguían todo lo tranquilas que podían estar. Y aliviado también porque, que fuera precisamente Derek el que hubiera decidido ir a verle después de la última vez que estuvieron juntos, cuando dejó claro que no quería tenerle cerca; significaba que había pensado en ello y que consideraba ya iba siendo hora de que tuvieran esa conversación largamente pospuesta.

Y ahí era donde entraba la preocupación.

Sobre todo cuando Derek no hizo el mínimo gesto al ver que Stiles dejaba la mochila en el suelo, y se sentaba en la cama. Porque Stiles intuía que aquella era una conversación que era mejor tener estando sentado.

El hombre lobo estuvo casi cinco minutos sin hablar, tan sólo mirándole fijamente pero de un modo menos amenazador a como le tenía acostumbrado. Le miraba como si realmente no les estuviera viendo, y en cambio estuviera pensando en el millón de cosas que debían poblar su cabeza constantemente.

Así que Stiles aprovechó la ocasión para hacer lo mismo. Para tener el privilegio de poder observar a Derek con calma, recreándose en los miles de detalles que hacían de él un hombre misterioso y peligroso a partes iguales, pero a los que ahora podía sumar los cientos de detalles que pudo descubrir de él la última vez que estuvo allí. Y ninguno de esos detalles le hacían alguien peligroso sino una persona increíblemente fuerte y responsable. Tan responsable que nunca se concedía el privilegio de pensar en sí, aunque para el resto del mundo parecía que eso era lo único que hacía.

Se dio cuenta entonces de que realmente nunca entendieron lo que significaba la expresión que Derek siempre tenía. La misma que hacía que la gente se asustara e incluso huyera de él. Porque es cierto que parecía la expresión de alguien que estaba calculando fríamente cómo acabar con todos los que le rodeaban, causando el mayor dolor posible. Pero ahora sabía que era todo lo contrario. Que era la expresión de alguien que se había encontrado con un millón de problemas y que, sin saber cómo hacerlo porque nadie le había enseñado, tenía que solucionarlos a toda costa. Porque se suponía que ese era su trabajo.

En ese momento, Stiles deseó poder volver atrás en el tiempo. Para borrar todas las meteduras de pata que cometió cuando conoció a Derek, y hacer todo lo posible para presentarse ante él como un chico que le gustaría ayudar. No como el mocoso que profanó la tumba de su hermana asesinada y que luego le acusó de haber sido él quien la mató.

Dios. Normal que al principio sólo les tratara como a estúpidos adolescentes. Era justo lo que estaban siendo.

Pero, como siempre que le ocurría cuando empezaba a hablar consigo mismo, no fue capaz de filtrar lo que debía quedarse en su cerebro de lo que debía salir de sus labios.

- Entonces no lo sabías – dijo Derek de pronto.

- ¿Qué?

- Lo de Laura – respondió sin moverse - No sabías nada. Y yo tampoco os dije nada.

- Ah... - se rascó la cabeza en gesto nervioso – Bueno, tampoco es excusa. No teníamos derecho a cotillear cuando no te conocíamos y... Lo siento – se mojó los labios, la garganta seca por el modo tan intenso en que Derek le estaba mirando, lo que no hacía sino recordarle la última vez que estuvo justo en aquella habitación, en la misma cama sobre la que ahora estaba sentado – Sé que ha pasado tiempo y ahora hay otros asuntos de los que preocuparse pero... Quería que lo supieras.

The Long Way HomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora