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CUATRO AÑOS DESPUÉS

Así no es como se había imaginado su vuelta a Beacon Hill.

Y lo cierto es que Stiles tenía mucha imaginación.

Con lo que más de una vez se había encontrado fantaseado con cómo sería su regreso tras cuatro años de ausencia. Y aunque en la mayoría de sus fantasías el regreso del hijo pródigo era normal, con todos sus amigos esperándole en la estación de tren, y Derek y Lydia arrojándose a sus brazos nada más pisar el suelo, suplicándole que le eligiera a él o a ella (no dejaba de ser una fantasía, ¿no?); en otras ocasiones la fantasía casi se convertía en absurdo. Como cuando imaginó que el propio alcalde estaría allí para darle la bienvenida en persona, y que a su lado estaría Derek en representación de todos los hombres lobos del pueblo (porque resultaba que ya no era un secreto, más que nada porque la mitad del pueblo pertenecía ahora a su manada), y le pedía que se casara con él para juntos cuidar y proteger a todo el pueblo...

Sí. Stiles tenía mucha imaginación.

Y aún así, jamás imaginó que su vuelta sería como estaba siendo.

Nadie le estaba esperando cuando el tren llegó a la estación, a las cuatro de la mañana. Él fue el único pasajero que bajó del tren nocturno, y el que se subió al único taxi que había esperando, más que nada porque ya se había encargado de avisar de la hora de llegada.

Pero en esos momentos, mientras le indicaba al taxista la dirección a la que debía ir, no le importaba no haber tenido esa gran recepción. Sabía que, dada la situación, era algo absurdo e incluso cruel. Porque no era el mejor momento para celebraciones.

No cuando su padre estaba muriéndose.

Recibió la llamada ocho horas atrás. En Boston, donde estaba estudiando, no eran ni las once de la noche pero ya estaba en la cama porque al día siguiente tenía clase a primera hora y luego turno doble en el Archivo de la Universidad. Pero entonces todos sus planes cambiaron, porque la madre de Scott le llamó para decirle que su padre había sido herido, y que acababan de meterle en el quirófano.

No quiso darle detalles de cómo o por qué había ocurrido. Sólo repetía que tenía que ir al hospital lo antes posible.

Y aquella frase, pese a que era la segunda vez que la oía en su vida, logró que tuviera exactamente la misma reacción que la primera vez: que el corazón dejara de latirle durante un par de segundos, y que desde entonces hubiera actuado como un autómata, sin darse cuenta realmente de lo que estaba haciendo.

Cuando el taxi paró frente al hospital, sintió esa sensación extraña en la boca del estómago. La misma que tenía cuando las cosas se descontrolaban y sabía que no podía hacer nada para impedirlo. La misma que precedía a un ataque de pánico.

Pero no podía tener uno ahora. No cuando ni siquiera era él el que estaba en aquel hospital, luchando por su vida. No cuando probablemente aquella sería la última vez que viera a su padre.

Apretando los puños con tanta fuerza que notó cómo las uñas se le clavaban en la carne, Stiles se dirigió hacia la puerta principal y en recepción preguntó por John Stilinski.

Era la primera vez que veía a la enfermera de recepción. Ella, por el contrario, sí que pareció reconocerle, incluso con el cambio de look y el pelo más largo, llegando a parecer otra persona y, sobre todo, alguien más maduro que aquel mocoso de pelo casi rapado. Porque en cuanto Stiles habló, la enfermera le miró casi con adoración y le explicó que llamaría a Melissa McCall enseguida.

La madre de Scott apareció a su lado menos de tres minutos después. Vino andando, como si el peligro hubiera pasado y ya no había tanta urgencia en que viera a su padre.

The Long Way HomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora