The Long Way Home

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El plan de Stiles de mantenerse ocupado toda la tarde no estaba resultando tan efectivo como había imaginado.

Primero decidió hacer el trabajo de fin de curso de económicas. Un trabajo que en teoría no debería entregar hasta dentro de dos meses, y para el que se esmeró todo lo posible en llenar de citas y referencias de al menos una veintena de manuales. Algo que sabía volvería loco al entrenador, y que probablemente le llevaría a conseguir un notable alto acompañado de la consabida nota de "no es bueno demostrar que eres más listo que el profesor", pero que al menos le había ayudado a matar unas cuantas horas.

Pero cuando miró el reloj y vio que solo eran las 8 de la tarde, quiso tirarse de los pelos. Su padre no llegaría hasta dentro de tres horas, con lo que necesitaba desesperadamente encontrar algo con que matar lo que quedaba de tarde. Preferiblemente, algo que no llevara implicado el buscar en Internet o en los archivos de Beacon algo de la manada de Alfas. Porque por muchas ganas que tuviera de hacer justamente eso, sabía que era lo último que debería hacer. Y ya no solo porque se lo habían repetido por activa y por pasiva todas las personas que conocía, sino por cierto orgullo propio. Aunque sólo fuera para demostrarse a sí mismo que su vida no dependía de lo que hicieran los hombres lobos. Que antes de que Peter decidiera transformar a su mejor amigo en un personaje mitológico, tenía una vida de adolescente plena y llena de curiosidades pertenecientes al mundo natural, y no al sobrenatural. Así que no sería muy difícil volver a esos intereses pre-hombre lobo.

¿Verdad?

Y así fue cómo, llevado por la desesperación de no querer pensar en lo que estarían haciendo los demás en ese preciso momento, acabó haciendo algo de lo que ni siquiera recordaba cuándo fue la última vez que hizo: limpiar su habitación. Y, Dios santo, tenía que haber pensado en aquella posibilidad mucho antes. Porque era como encontrar el filón de oro de cómo matar el tiempo.

Las siguientes tres horas las dedicó a colocar uno a uno todos los cajones de su ropa, incluso a distribuir la ropa por tipo de camisetas y temporada, tras lo que hizo una recolección minuciosa de restos de comida.

Después de haber llenado casi una bolsa de basura, pensó una vez más que su padre era un santo. Porque siendo el Sheriff del pueblo, estaba seguro de que tenía todo el derecho del mundo a arrestarle por poner en peligro la salud de los habitantes de aquella casa; en vez de limitarse a pasar por la puerta sin nada más que una cara de disgusto.

Cuando su cuarto estuvo completamente recogido, y mentiría si dijera que no le parecía más grande, sonrió satisfecho al ver que ya era hora de hacer la cena. Generalmente cenaban un par de sándwiches (el de su padre de pavo, por supuesto), acompañados de algo de ensalada y, si había algo que celebrar, de unas cuantas patatas fritas. Pero pensó que no estaría mal cambiar el menú de hoy, y que tanto su padre como la salud de su padre lo agradecerían.

Optó por preparar pasta vegetal hecha a mano. Ya que mañana no madrugaban ninguno de los dos, podían tener una cena un poco más pesada, lo que a su vez obligaría a que su padre no se fuera a la cama tan pronto. Y aunque en el fondo se sentía culpable por evitar que su padre no durmiera más cuando sabía que debía estar agotado, tampoco quería pasarse horas en vela dándole a la cabeza. Porque sabía que en cuanto su padre se metiera en la cama y el tuviera que hacer lo propio, pensaría irremediablemente en Derek.

La última persona en la que quería pensar. No solo por la preocupación de saber si estaría en peligro ahora mismo, sino porque sería recordar a una persona con la que desearía tener algo más que, sabía, jamás podría tener.

Stiles meneó la cabeza con fuerza, como si de esa manera pudiera obligar a sus pensamientos a salir del cerebro. Golpeó la encimera con el puño, enfadado consigo mismo por seguir dándole vueltas al tema, y decidió poner la radio para distraerse un poco mientras terminaba de hacer la cena.