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Habían pasado diez días desde que regresó a Boston.

Diez días que habían transcurrido bastante más rápido de lo que esperaba, gracias sobre todo a la cantidad de estudio que tenía atrasado.

Pero Stiles nunca había estado tan agradecido a los profesores que exigían temarios horriblemente tediosos y casi infinitos. Porque eso significaba que tenía que pasarse días enteros estudiando, sin poder parar un segundo para salir con sus compañeros o, mejor aún, pensar en cierto hombre lobo.

Aunque en su caso, gracias a la prodigiosa mente que la madre naturaleza le había otorgado, el ponerse al día con los apuntes sólo le llevó una semana... Con lo que iba a tener que empezar a buscarse otros entretenimientos para no tener un solo minuto libre y así no pensar. ¿Y no era un chico afortunado por ello?

Stiles se dejó caer en la cama de su habitación, tapándose la cara con el libro de estadística que ya se sabía de memoria. Pensó por un instante en llamar al Archivo de la Biblioteca donde había estado trabajando desde que entró en la Universidad, y preguntar si necesitaban ayuda de algún tipo... Incluso estaba dispuesto a hacerlo gratis.

Y sí. Ya sabía que eso sonaba a desesperado. Pero es que estaba desesperado.

Tanto, que incluso estaba pensando en la posibilidad de ir a la fiesta del próximo sábado. No para emborracharse y tal vez acabar enrollándose con un desconocido en los baños públicos de la Hermandad (desde la última charla con Derek se había prometido no volver a hacerlo, porque tenía orgullo y respeto propio y se merecía algo mejor que eso), sino simplemente para, tal vez, distraerse un poco hablando con la gente.

Claro... Porque en las fiestas de Hermandad la gente va para hablar y conocerse mejor.

Soltando un suspiro casi agónico, cogió el portátil del escritorio.

Era hora de revisar unas cuantas páginas de la Wikipedia.

- Stiles. Preguntan por ti.

La voz de su compañero llegó a través de la puerta que daba acceso al mini salón que compartía con otros dos estudiantes.

- Si es por lo de la fiesta del sábado, diles que paso – respondió a voces, sabiendo que se estaba escondiendo de dar explicaciones. Pero para dos meses que le quedaban de Universidad, sinceramente, le daba lo mismo

- No... No creo que sea de la fiesta.

Stiles soltó el portátil de mala gana sobre el escritorio. Y aunque en el fondo tenía que estar agradecido por la interrupción, la verdad es que tampoco tenía ganas de hablar con nadie.

Salió de su habitación y vio a Mike en medio del mini salón. Estaba en frente de alguien que se había quedado parado al otro lado de la puerta de entrada.

- ¿Quién es? – se acercó a su compañero para poder ver a quien quiera que fuera que preguntaba por él.

Stiles se quedó, literalmente, sin respiración.

Porque Derek Hale estaba allí.

Allí.

O eso parecían decirle sus ojos. Aunque la verdad era que todo tenía aspecto de espejismo. Porque Derek estaba en la puerta de su dormitorio, en Boston, como si acabara de ser teletransportado desde Beacon Hill.

Estaba igual que la última vez que le vio: los pantalones negros ajustados, una camiseta azul oscura sobre la que llevaba la eterna chaqueta de cuero, y con las gafas de sol aún en la mano.

The Long Way HomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora