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Derek era el primero al que no le gustaba ser así.

Sabía que era alguien difícil de tratar, casi imposible. Alguien del que la gente se sentía segura estando cuanto más lejos de él, mejor. Alguien que conseguía que todo el mundo sintiera un irrefrenable deseo de atacarle e insultarle, y nunca estar cerca de él.

Lo sabía porque eso era justo lo que quería conseguir.

Algo para lo que se había esforzado con todas sus ganas. Porque si no lo hacía, ni siquiera habría sido capaz de sobrevivir.

Una forma de ser que empezó a gestarse aquel lejano día en que volvió a casa con su hermana, sólo para encontrarse con un incendio apenas extinto y un montón de policías diciéndoles que no podían entrar. Que lo sentían mucho pero que toda su familia, salvo su tío, habían muerto. Y que su tío Peter había sido llevado al hospital en estado crítico.

Aun a día de hoy, Derek quería pensar que tal vez habría sido distinto si no le hubieran dado la noticia de aquella manera tan cruda y horrible. Si en vez de ello lo hubieran hecho con más sentimiento, más lástima incluso, porque no dejaban de estar hablando de su familia. De toda su familia que acababa de morir de una manera tan agónica.

Pero quién iba a hacerlo.

Acababan de quedarse solos. Con apenas 15 años él, y Laura 18 recién cumplidos. Y aunque el hecho de que ella fuera mayor de edad facilitaba muchas cosas (de entrada, no tendrían que ir a ningún centro de menores), no evitaba el hecho de que siguieran estando solos.

Y, en su caso, solos y con un sentimiento de culpabilidad que le impidió volver a respirar con normalidad desde aquel día.

Sabía que Laura intuía algo. Afortunadamente, nunca llegó a hablarle de Kate, con lo que era imposible que supiera que fue por su culpa que toda su familia estuviera muerta o casi. Pero su hermana no era tonta, menos ahora que era el Alfa, y tenía claro que a su hermano pequeño le pasaba algo. Algo que no era sólo la tristeza y el dolor de verse solos y teniendo que huir, abandonando por completo la felicidad, paz y seguridad que les había ofrecido su familia, y que sería algo que jamás volverían a experimentar.

No. Laura Hale sabía que había algo más. Algo que impedía que Derek durmiera por las noches más de un par de horas, acosado por las pesadillas. Algo que le impedía sonreír, incluso cuando ya habían pasado meses y ella se empeñaba en hacerle pasar de página, porque después de todo ellos consiguieron sobrevivir y merecían seguir con sus vidas. Que incluso merecían volver a sonreír.

Pero desde aquel día en que su vida se transformó en un montón de cenizas, Derek sabía que él no se merecía nada de aquello.

Con el tiempo, el no desearlo se transformó en no quererlo.

Porque veía que era más fácil así. Que esconderse en ese caparazón de ermitaño, de persona fría y casi inhumana, hacía que el dolor fuera más llevadero. Porque cuanto más lejos estaba del resto del mundo, del resto de sentimientos, menos pensaba que él jamás tendría aquello.

Había veces en que era duro, por supuesto. Veces en las que se transformaba y corría por horas hasta acabar agotado, para hacerse luego un ovillo y llorar por sí mismo. Llorar por haber sido un crío estúpido que dejó que las promesas de una chica guapa destrozaran su vida y, peor aún, la del resto de su familia. Personas que le hicieron feliz, que le quisieron y protegieron como nadie más podría hacer, y que ahora estaban muertas por su culpa.

Con el tiempo, esas veces en las que dejaba que su parte humana saliera a flote y mostrara su rabia y dolor por lo ocurrido, se fueron volviendo cada vez más escasas y distantes. Porque cuando aquello ocurría, el dolor era tan insoportable que por instantes deseaba acabar con su vida.

The Long Way HomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora