Mientras caminaba hacia la mesa de siempre en la cafetería, observé con cautela al grupo de siempre, que se encontraba ahora sospechosamente más grande. En la radio sonaba una canción de David Archuleta, y el olor a chocolate caliente inundó mis fosas nasales desde el primer momento que pisé el suelo recién pulido, cuya cera dejaba rastros en el aire. Ya decía que el chocolate no podía oler tan raro.
-Hola, chicos –saludé en voz alta, y todos me dirigieron sonrisas espontáneas. Amélie tomó un sorbo de su café latte y me dedicó una mirada de tienes-que-contármelo-todo.
-Hola, Sky –Nathan se apresuró a decir, extendiéndome un café envasado en un gran vaso color terracota. –Guardé tu café.
-Um, gracias –intenté sonreír. No estaba segura de si podría seguir fingiendo que me gustaba Nathan. No ahora. No jamás.
-Oh, Dios, Sky –exclamó Naiara, totalmente fuera de sí, obligándome a apartar mi mirada de Nathan para fijarme en ella. Agitó sus cabellos albinos fuera de sus hombros, y rodeó mis hombros con uno de sus delgados brazos. –Luces fabulosa.
Sonreí, hinchando mis mejillas. Naiara siempre hacía ese tipo de comentarios. Podrías lucir horrible, pero… no, miento. Si no eres su amigo, eres una mierda para ella. –Te presento a Liam y a Zayn –sonrió ampliamente, señalando con la mano a dos chicos que se hallaban sentados en la mesa. De seguro que por ellos el grupo se me hacía más grande. Uno tenía el cabello castaño claro y ojos color café. Sus cejas eran perfectas y tenía un rostro amable. El siguiente, hacía círculos con su dedo encima de la pantalla de su iPhone. Tenía largas pestañas, piel aceitunada, y ojos casi amarillos. Su cabello estaba arremolinado hacia arriba y tenía una pinta de voy-a-joderte-si-te-metes-conmigo.
-¿Son nuevos? –inquirí. Ambos chicos asintieron, uno con más interés que el otro.
-Es un gusto, Skylar –el castaño respondió. –Soy Liam Payne –dijo, levantándose cortésmente de la silla de metal y extendiéndome su mano. La estreché con una sonrisa.
-Zayn –espetó el siguiente, el de las largas pestañas.
-Oh –me apagué. –Es… un gusto –sonreí, y él sólo me dedicó una mirada. Suspiré, y entonces Amy se levantó de la silla y me tomó del brazo, jalándome hacia otra parte.
-Ahora vuelvo –mascullé rápidamente hacia los chicos antes de dejarme llevar por la fuerza de Amy, quien caminaba a zancadas apresuradas hacia los ventanales de la cafetería. A continuación, se puso frente a mí.
-¿Quieres decirme en dónde diantre te metiste? ¡Estuve llamándote todo el día! –susurró, para asegurarse de que Naiara no aguzara el oído y escuchara absolutamente todo, para luego fastidiarme con ello.
-Estuve en casa de Harry –murmuré con una sonrisa apenada. Ella dio pequeños saltos conmocionados riendo como en mudo, y me agarró de las muñecas.
-¡No lo puedo creer! –abrió mucho sus ojos, y me dio un abrazo fugaz, riendo.
-Yo tampoco –admití, sacudiendo la cabeza, sintiendo los cálidos labios de Harry en mi frente todavía.
-¿Follaron? –sonrió.
-Um… -desvié la vista, sintiendo el color huir a mis mejillas. –Bueno, sí. Algo así.
-¡Tienes que contármelo todo! –alzó la voz, y un par de estudiantes con faldas cortas nos miraron por encima del hombro. –Yo te dije que tarde o temprano pasaría. ¡Te lo dije! Y, oh, madre de Jesús, él es tan guapo –rodó los ojos, alucinando. -¡Y muy inteligente! No tengo ni idea de cómo consiguió mi número. ¡Pero es genial haciendo planes!
-¿Qué planes? –arrugué el entrecejo, y ella sólo paró de saltar.
-Oh –musitó nerviosamente, pero luego rodó los ojos y siguió dando saltitos. –Bueno, te contaré. Después de la fiesta donde tú lo besaste, estuvimos hablando un poco por teléfono. ¡Él dijo que quería volver a verte! Así que, bueno, ¿tú crees que pude negarme? Quiero decir, sí fue cruel dejarte en la carretera, pero… -se mordió el labio inferior, y yo le di un golpecito en las costillas.
-Ya sabía que ustedes, sucios, lo planearon –rodé los ojos. -¿Cumpliste tu parte?
Ella asintió frenéticamente. –Le dije a Amanda que te habías quedado a dormir a mi casa.
Desde el penúltimo año de secundaria, cuando Amélie y yo nos conocimos, juramos que nos encubriríamos siempre que tuviéramos problemas o cuando no supiéramos de la otra. Eso había salvado nuestras escapadas a las discotecas por la noche, sus reuniones con sus novios que tomaban noches enteras, y mis secretas visitas a los centros de apoyo. Si no, ya estuviésemos alimentando a los gusanos en el cementerio.
-Tienes que contarme de Matt –le dije, y ella sólo se carcajeó en respuesta. –Ustedes, chicos, estaban muy juntos en la casa.
-¡Lo sé! Él es taaaaaaaaan lindo –rodó los ojos. –Me escribió un par de veces. ¿Crees que tenga novia?
-¡Nada que ver! –Sacudí mis manos enfrente de ella –Se veían muy contentos, ustedes dos.
Ella rió en respuesta. Sus ojos grises humedeciéndose. Seguidamente, caminamos hacia la puerta de la cafetería aglomerada de estudiantes desesperados por salir cuando sonó la campanilla. En la Universidad, si llegas después de la hora impuesta, podrías perder todo tipo de cosas que, definitivamente, te interesan.
Sentí un calor humano en mi brazo derecho, y me giré de golpe. Nathan sonreía ampliamente mientras se remangaba su camisa de vestir azul claro. Sus ojos tenían un brillo especial hoy, y su sonrisa era como sacada de Colgate.
-¿Quieres que te acompañe a tu clase? –inquirió, sonriente. Yo suspiré, pero a esa sonrisa sencillamente no podría decirle que no. Él seguía recordándome a Danny, mi antiguo mejor amigo, que ahora vivía en Philadelphia. Tres años atrás, él me había besado, y me había confesado su amor por mí. Pero yo estaba enamorada de Harry, así que había optarlo por ignorar sus desmanes. Tiempo después, éramos tan sólo dos extraños con recuerdos en común. Y yo no estaba dispuesta a permitir que eso pasara con Nathan.
-Si quieres –me encogí de hombros. Quizá si yo tratara a Nathan como un amigo, él simplemente entendiera que yo no quería nada más.
****
El salón de la profesora Fitz era cálido y seco. Un pequeño ventilador daba vueltas por encima del gigantesco pizarrón acrílico sin siquiera llevar soplos de aire a nadie más que a ella. Los ventanales estaban bien, pero todo lo que se filtraba por ahí eran hojas secas, viento seco y Sol. ¿Ni siquiera un poco de consideración a los futuros periodistas de la Nación?
Mientras anotaba lo que Fitz había escrito en la pizarra, mi iPhone vibró en el bolsillo de mi blue jean. Mirando al frente, lo saqué de mi bolsillo, para ver resplandecer un nuevo mensaje en la pantalla. Cuando lo abrí, una sonrisa involuntaria se dibujó en mi rostro.
“¿Te gustaría escaparte conmigo esta noche de nuevo? Xx”, decía el mensaje de Harry en mi iPhone. Me aclaré la garganta, removiéndome en la silla y agarrando el bolígrafo de tinta negra entre mis dedos. Fitz apartó su mirada de mí y se volvió a rebuscar en las estanterías por las guías de estudio. Bajé mi mirada de nuevo, y tecleé una respuesta.
“Creo que ni siquiera me lo estás preguntando realmente. Xx”
“En realidad no, y qué bien que lo sepas. X”
“Tonto. Estoy en clases ahora, x.”
“¿De qué color es tu ropa interior?”
Me mordí el labio, y volví a mirar al frente antes de contestar. Toda la sala, curiosamente, se hallaba en silencio.
“¿Cómo sabes que no llevo la misma que viste? Xx”
“Nunca imaginé que las mujeres llevaran ropa interior extra en sus bolsos cuando salen con chicos (;”
“¡Debí imaginármelo! Es negra, campeón”
“Mmmmm… quiero verla. Envíame una foto”
“¡Estás demente! No haré eso ahora mismo”
-¿Dayne? –la profesora Fitz habló. Su aguda y profunda voz de soprano resonó en el gran salón ecoico, y todos voltearon a verme. Amy, quien estaba a mi lado, miró mi teléfono con los ojos muy abiertos, y luego me miró con expresión aterrada.
-¿S-sí, profesora? –musité con voz sumisa.
-Qué bien que sepa utilizar aparatos electrónicos. Eso le servirá en un futuro periodístico. Pero no en mi clase. Démelo ahora mismo.
Tragué saliva, y miré mi teléfono. Un nudo del tamaño de una pelota de tenis se había formado poco a poco en mi garganta. Amélie me miró, horrorizada, y frotó sus sienes. Todos sabíamos que Fitz estaba más que enterada del ‘joven gángster’, mejor conocido como Harry Styles. Mi Harry.
-Dayne –me presionó, con voz enojada. –Espero por usted.
Ella extendió su mano, y movió sus dedos obligándome a levantarme y entregarle el teléfono. Me levanté de la silla, provocando un rechine de las patas de metal contra el suelo, y los pasos vacilantes de mis Converse se escuchaban por toda la habitación. Ella arrebató el teléfono de mis manos, y comenzó a deslizar su dedo por la pantalla. Seguidamente, levantó su mirada hacia mí. Ella de seguro había visto el remitente. Sus ojos verdes estaban muy abiertos, y su boca ligeramente se entreabrió. “Mierda”.__________________________________________________
lo siento chicas por demorarme demaciado en sibir capitulos
cracias a todas que an votado :)
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Lost- segunda temporada-
Teen FictionBueno Chicas Aqui esta la segunda temporada de LOST espero que la disfruten tanto como yo .