capitulo 27

6K 193 0
                                    



Allí estaba ella. Su expresión también se congeló, y se tambaleó hacia atrás sobre unos zapatos Converse blancos que nunca se atrevería a usar antes, apretando con fuerza un sobre blanco en su mano izquierda. Sus ojos azules como el cielo de pronto se quedaron quietos, y luego parpadearon rápidamente. Su boca se abrió al mismo tiempo que la mía para decir algo, pero la cerró.
Antes de que pudiera decir nada, sus pies hicieron un ruido seco en el pavimento del camino hacia la entrada, y se alejó corriendo, arrugando el papel en su mano pálida. Llevaba una chaqueta gris de capucha que le quedaba muy grande, y unos shorts blancos con manchones grises. 

-¡Espera! –grité, mirando hacia abajo para no tropezarme, y comencé a saltar en un pie hacia afuera, intentando apoyar en el suelo caliente mi pie malo. Pero ella se alejaba por las aceras desoladas corriendo. Entonces, desapareció en la esquina. Miré a los lados, en busca de alguien que nos hubiera estado viendo, algún taxi, algo. Pero no quedaban rastros de que Alison había estado alguna vez aquí. 
-¿Qué ha pasado? ¿Era ésa Alison? –Harry se paró de puntillas viendo más allá. Me mantuve mirando hacia la esquina, donde Alison se había escapado, dejando una nube de perfume de fresas que siempre solía usar detrás de ella. No me lo podía creer. Casi tres años y ella sólo… se iba. Desaparecía. Apenas y la había visto bien. No había tenido tiempo de invitarla a pasar, abrazarla y decirle cuánto la necesitaba conmigo. Ella sólo había salido corriendo sosteniendo ese sospechoso sobre blanco en su mano, arrugándolo. ¿Qué llevaba allí? ¿Habría sido tan sólo una equivocación, o había venido aquí para verme de veras?
-Huh–fue todo lo que dije, antes de dar pequeños pasos torpes de vuelta hacia la casa, mientras mi cabeza iba y venía en una nube negra. Parpadeaba varias veces a la vez, mientras apoyaba una mano en el sofá para sentarme, aún sintiendo el calor del pavimento ardiente en la planta de mi pie bueno. Harry me atajó desde atrás, y me sentó en sus piernas, estrechándome entre sus brazos.
-Oye, ¿qué ha sido eso? –masculló.
-S-seguro se equivocó de dirección –respondí, con los ojos cristalizados. Suspiré. -Ella se veía, bueno… -me corté, mordiéndome el labio. ¿Asustada? Sí. Ésa era la palabra. Quizás ella no hubiera venido para verme, después de todo. Ya iba siendo la hora de que aceptara que Alison se había ido para siempre.

*******

Me acerqué cojeando a la Universidad, frunciendo el ceño ante el dolor y evitando las miradas lascivas de algunos estudiantes de Ingeniería Mecánica que se habían acercado a Antwerkpest. Había recibido un texto de Amy con una foto de ellos vomitando en el aparcamiento unos minutos después de las tres de la mañana. Si seguían mirándome así, iba a montarlas en internet, montón de gilipollas.

Así que, sí. Fui al médico la tarde anterior a revisar mi tobillo, el cual había sido diagnosticado con un esguince y que ahora parecía un gran trozo de jamón de cerdo en la mesa el día de Navidad, todo cubierto de vendas y… ugh. El camino hacia la Universidad había sido lo más horrible. Es duro tener que apoyar tu pie torcido sobre una motocicleta para no perder tu jodida vida durante el camino. Y heme aquí. Caminando por los pasillos de la Universidad intentando hacer que mi pie actuara como un pie porque ahora mismo apestaba siendo tan sólo un pie. 

-¿Qué te ha pasado en el pie? –Amy preguntó, acercándose y tomando mi muñeca en el momento cuando empujé las puertas de la cafetería y comencé a acercarme a la mesa frente a la ventana. Naiara se llevó una mano al pecho mientras hacía una pequeña “o” con la boca. ¿Tan mal se veía? –Muevan el culo, gilipollas–reclamó Amélie, dirigiéndose hacia Liam y Zayn. 
-No pasa nada –dije, intentando sonar amable. –Estoy bien.
Liam me ofreció una silla, y puse una mano en el asiento antes de dejar caer mi trasero sobre ella. Mi pie dolía como el infierno.
-¿Cómo te pasó eso? –preguntó Zayn, dando un sorbo de su café. De hecho, era la primera vez que él me decía algo. Vaya. Esto era un progreso. Era increíble lo que tu pie deforme puede hacer.
-Me… caí –mentí, enrollando una servilleta con los dedos.
-Tengo pastillas para dolores en mi bolso –dijo Naiara, abriendo su cartera Louis Vuitton ultra-cara. Digamos que ella no poseía el don de la humildad.
-Dios, no –sacudí la mano frente a mí, riéndome, cuando en realidad quería romper a llorar. Puto dolor de mierda. –Enserio. Estoy bien.
-Oh –saltó, parpadeando y sonriendo plásticamente. –Bueno, entonces… está bien.
-¿Y no te duele nada ahora? –preguntó Liam, mordisqueándose un padrastro. Me encogí de hombros. “Dios, sí. Duele como el infierno”. 
-En realidad no –respondí, retorciendo más la servilleta. –Sólo siento un poco de frío en mis dedos –intenté sonreír, pero sólo salió una mueca extraña, mezcla del dolor que sentí cuando moví los dedos y de la risa que intenté fingir. Todos soltaron una pequeña risa y suspiré, complacida. 
Quiero decir, es algo tonto llegar un día a la Universidad implorando por pastillas para el dolor, cuando se supone que eres un adulto responsable. ¿O no?

Cuando volteé hacia la derecha, Nathan estaba sosteniendo un vaso de café latte mientras jugueteaba con su teléfono. Vacilante, me levanté de la silla y sonreí hacia el grupo de chicos, quienes me siguieron con la mirada. Obviamente, todos habían visto lo que pasó en Antwerkpest, para nadie era una sorpresa que Harry me había apartado de Nathan justo en medio de la pista de baile, y que estuvo a punto de estampar su puño en el rostro de mi amigo. –Dentro de lo que cabe en mi definición de “amigo”-.

Lo tomé del brazo, respirando agitadamente e intentando esconder el hecho de que había atravesado media cafetería saltando en un pie. Él giró la vista hacia otro lado, y consideró seguir caminando. Me sentí como en esos momentos cuando intentas tomar el autobús a casa, y justo cuando te agarras de las puertas medio abiertas, éste arranca, y tú comienzas a correr con tus dedos enganchados en la puerta para que no te deje. Fue más o menos así.

-Nathan –lo llamé con voz suplicante. Él suspiró con fastidio y volteó la vista, dando pequeños puntapiés al suelo con su pie derecho. Guardó su teléfono en uno de los bolsillos de su pantalón de blue jean azul oscuro, y arqueó las cejas.
-¿Qué quieres? –espetó, mirando hacia otro lado, como si estuviera buscando a alguien.
-Juro que puedo explicar lo que pasó en la fiesta –comencé, pero él sólo intentó seguir caminando. Di dos saltos largos hacia donde se dirigió, sin soltar su brazo. –Por favor, déjame explicarte…
-No me tienes que explicar nada, Skylar –graznó de mala gana. Si mirabas a través de sus ojos azules, parecía que iban a perforarte con sólo estar clavados en ti. –Mira, estemos claros en algo, ¿vale? No voy a estar corriendo detrás de una chica que está ocupada. Sé que suena muy machista y lo que sea, pero, sorpresa –sonrió con los labios apretados, chorreando sarcasmo -, no soy ese tipo de chico. No quiero buscarme más problemas con tu… tu novio o lo que sea que él sea, ¿sí? Vale.

Intentó seguir caminando y yo aspiré hondo, insistiendo. Volví a agarrar su brazo y lo jalé hacia mí con fuerza. Un poco de su café se derramó en el suelo.

-Mira, siento tanto que esto haya tenido que pasar… -comencé, pero me corté, chasqueando la lengua. Vaya que eso había sonado ridículo. –Mira, sólo quiero que seamos amigos –dije al fin. Él chasqueó la lengua y se humedeció los labios, como si le hubieran dicho la estupidez más grande del Universo. 
-Amigos –repitió. Asentí. –Amigos… -reflexionó, mordiéndose su labio superior con los dientes inferiores. Bajé la mirada, apartando mi mano de él, avergonzada.
-Déjame pensarlo bien. Estás pidiéndome que sea tu amigo para que, en cualquier momento, H crea que voy a follarte y que después me parta la cara, ¿verdad?
-¡No! Yo…–me corté, y él asintió. Apreté los párpados con fuerza, sintiéndome una tonta. 

Sentí un dejavú. En la secundaria, mi mejor amigo, Danny Edge, había dicho y hecho todas estas cosas contra Jake Montgomery, mi antiguo novio, y luego contra Harry, confesando que estaba enamorado de mí, e incluso besándome. Yo había intentado explicarle, pero la situación sólo se me había salido de las manos. Y justo ahora no consideraba que esto fuera muy diferente.

-Nathan… -intenté decir, pero él sólo levantó su mano libre en respuesta, apretando los labios y sonriendo con sorna. Mi labio inferior comenzó a temblar.
-Déjalo así –dijo casi con amabilidad. Entonces, se alejó caminando, sacando el teléfono de sus jeans y llevándoselo a la oreja de inmediato. Miré a mi alrededor. La mesa donde se sentaban mis amigos estaba repleta de ojos curiosos mirándome, que luego se apartaron, fijándose en otra parte. Me tambaleé hacia atrás, y salí brincando de la cafetería, ignorando las miradas de los curiosos que se detenían a mirar mi pie herido y mis torpes saltos hacia adelante. Decididamente, hubiese sido mucho mejor haber tomado la opción de las muletas.

Miré el reloj gigante de vidrio que se hallaba estampado en la pared encima de la hilera de los casilleros hacia donde me dirigí. Faltaban diez minutos para la primera clase, así que me limité a rebuscar entre la infinidad de guías torpemente acomodadas dentro un bolígrafo y la guía de Inglés. Exactamente, la clase de la profesora Fitz. 
Cuando giré el montón de papeles engrapados para asegurarme de que fuera la guía correcta, me encontré con una gran nota escrita en rojo.

“Estoy más cerca de lo que piensas”.

Mi boca se entreabrió y mi estómago cayó. ¿Cómo diablos habían abierto el casillero? Se suponía que nadie entraba a la Universidad en las noches, tan sólo los profesores. ¿Y eso quería decir que el anónimo estaba… aquí? 
Escuché el crujir de las ramas, provenientes de los coquetos arbustos que adornaban el patio inmediato al pasillo donde me encontraba. Me giré de golpe, lanzando sin querer algunos mechones directo hacia mi rostro. 

La señorita Fitz estaba de pie frente a mí, mirándome fijamente con sus ojos verdes que tiraban hacia cafés. Sus brazos cruzados sobre su pecho, una ceja levantada. El fantasma de una sonrisa estaba curvado en sus labios pintados de rojo casi fluorescente. Su mano derecha apretando un bolígrafo rojo. 

Con la mirada temblorosa, cerré el casillero de golpe, deseando salir corriendo.

Lost- segunda temporada-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora