Skylar’s POV:
Mientras me maquillaba, pensaba en lo mucho que yo podría divertirme esta noche si tan sólo se me ocurriera olvidarme de todo esto. Pero, como si fuera poco, mi iPod seguía escupiendo canciones tristes por las cornetas desde la mañana. Ya sé que me estaba comportando como una gilipollas, pero como sea. Que me dejasen vivir mi vida en paz y deprimirme por una vez en la vida, no era un pecado o mucho que pedir, ¿o sí? Quiero decir, tampoco iba a tirarme de un puente por haber tenido una pelea tonta con Harry, o por el hecho de que él ni siquiera me había llamado y que tal vez no lo haría nunca. Me refiero a que, diciéndolo así, cuando te entristeces, te pones a pensar en todas las demás cosas que salen mal en tu vida y las sumas al drama inicial, lo cual termina siendo básicamente un monólogo suicida. Quizá yo sólo hice eso en lugar de hacer lo que antes: ir a su casa, decirle que era un idiota y luego acostarme con él.
Quizá yo sólo pensaba en todas las cosas malas que pasaban en mi vida. Metían a mi novio a la cárcel, agonizaba durante dos años, salía adelante, intentaba salir con un chico que no me proporcionaba ni la cuarta parte de la felicidad que necesitaba, mi madre se comprometía con un tipo al que ni siquiera le dirigía la palabra en realidad, y ahora vivíamos en su casa; peleaba con Harry, él ni siquiera llamaba, me intentaban matar al empujarme de una pendiente inclinada, Nathan me odiaba por una escena de celos en la cual casi le rompen la columna, había perdido a mi jodida mejor amiga porque ella se fue a Irlanda sin siquiera pensar que yo la necesitaba aquí, mi jodido mejor amigo también se había ido a estudiar a Philadelphia y ni una tarjeta de cumpleaños envió… y, y mi padre ni siquiera aparecía desde hacía más de dos años.
No es que yo pensara que mi vida era la peor de todas. Pero tampoco se trataba de suerte. Y, si fuera así, yo era un imán de la mala suerte. Una jodida red atrapa-mala-suerte. Una lámpara iridiscente donde revolotea la mala suerte.
De pronto, me di cuenta de lo infeliz que era.
Miré mi honda cicatriz en el interior de mi muñeca. Ya sabía que era pésimo y que era bueno que lo hubiera dejado de hacer a los quince. Pero… pero a veces como que era necesario. Quizás podría incluso desahogarme un poco. Tampoco tendría la necesidad de casi rebanarme una vena… quizás sólo, si lo hiciera con cuidado…
La puerta de mi habitación sonó con dos golpecitos, y luego se abrió. Sobresaltada, clavé la mirada en el espejo enmarcado cuidadosamente en la pared y continué deslizando el delineador negro por mi ojo cristalizado y maquillado, sacándome de mis pensamientos suicidas estúpidos.
Byron entró lentamente, asomando su cabeza medio-calva y elevando sus labios en una sonrisa incómoda.
-¿Cómo no te sacas un ojo? –bromeó, pero yo mantuve mi boca cerrada. “Delinea, Skylar, delinea”.
Ante mi silencio, él entró, cerrando un poco la puerta, y jugueteó con un hilacho de su camisa de tela a cuadros con nerviosismo. Casi fruncí el ceño. Apenas nos comunicábamos en el desayuno y algunas veces antes de irme a dormir. Todavía me era extraño vivir en su casa.
-¿Vas a salir? –inquirió, levantando el volante de la fiesta con una mano, y leyendo con detenimiento. Lo observé a través del espejo mientras fingía difuminarme el blush.
-Sí. Con unas amigas –respondí en tono neutro.
-Se oye bien –comentó. –Siempre solía escaparme de casa a fiestas con mis amigos.
Asentí débilmente, y comencé a guardar el maquillaje de vuelta a un estuche de Victoria’s Secret que me había regalado mi verdadero papá hacía como cuatro años. Todavía conservaba todas sus cosas. Al menos las que salvé de que Amanda las quemara o algo.
Byron vaciló, y se sentó en la cama con lentitud, sosteniendo el volante entre sus manos rechonchas. Alisé mi vestido color rojo cereza y suspiré, continuando con lo mío.
-Oye, Skylar, sé que no soy tu padre, ni nada –comenzó, y yo apreté los párpados. “Aquí va”-, pero… Quiero decir, ya sé que nunca podré reemplazarlo, obviamente, pero tal vez podrías considerarme de confianza, al menos.
Respondí con nada más que silencio, cerrando lentamente el cierre del estuche morado. Él suspiró.
-Es muy cliché este discurso, ¿vale? Y no voy a dártelo –se encogió de hombros, jugueteando con el volante. Me detuve, sopesando sus palabras frente al espejo. –Sé que esto del papá sustituto y la familia feliz no te gusta. Obviamente, a mí tampoco me agradó a tu edad cuando papá se casó con otra mujer. Sólo me gustaría que hablásemos de vez en cuando, y, que tal vez, saliéramos de compras o a tomar unos helados de vez en cuando. Me gustaría poder hablar contigo.
-¿Por qué? –dije al fin. “Al fin y al cabo, te vas a casar con mi mamá, no conmigo”, consideré decir, pero me limité.
-Porque has estado actuando muy extraña –respondió. -¿Es sobre algún muchacho?
Tragué saliva, y guardé el estuche en un cajón.
-No –dije apresuradamente, poniéndome perfume en zonas estratégicas. –Estoy bien.
-¿Estás segura? –inquirió.
-Síp. Estoy bien –musité, intentando sonar amable. –No te preocupes.
Caviló por un instante, y luego abrió la puerta de mi habitación.
-Ya sabes lo que te dije –musitó amablemente, y luego desapareció, cabizbajo.
******
La fiesta de ¡Antwerpkest! Se había llevado a cabo en un local de lo más lindo. Bueno, eso si citas las palabras exactas de Naiara cuando veníamos de camino en el auto de Amy. El lugar estaba atestado de gente, y, para mi sorpresa, la mayoría eran amigos de la Universidad, o personas que yo en realidad había visto antes.
Unos camareros con trajes blanco y negro se paseaban de un lado a otro llevando grandes bandejas repletas con aperitivos o copas de champán. Y, mirándolas, nunca dejaría de preguntarme cómo diablos costeaban fiestas como éstas. Quizás alguien las organizaba sólo para hacerse más popular, y recuperaba el dinero a base de lo que pagábamos por la entrada. Negué la cabeza cuando un rubio platinado de ojos azules y tez bronceada me ofreció la bandeja con copas de champán, y seguí caminando, deslizándome por entre los cuerpos apretados que bailaban al ritmo de una canción de 5 Seconds Of Summer. El ambiente olía como a un local de perfumes finos, champán y globos.
Naiara se apresuró hacia mí tropezándose sin querer con uno de sus tacones de diez centímetros, y echó una risita avergonzada para luego empinarse su copa de champán, acabándosela de un trago. Amy ya se hallaba charlando con un grupo de gente en otro lugar.
-¿Acaso todo esto no está genial? –comentó, admirada. Naiara era el tipo de chica que siempre se dejaba llevar por lo bonito. Aunque, sí. Yo también dirigía miradas ansiosas al salón, a rebosar de gente, música y humo. Por todos lados titilaban velas negras envueltas con sedas y flamantes flores.
-Dios, no conozco a nadie –añadí para mí misma, pero lo suficientemente alto como para que ella lo oyera. De repente, me provocó no haberlo dicho.
-¿Cómo que no? –exclamó ella, poniendo sus manos sobre sus caderas. Seguidamente, sonrió y me jaló del brazo. -¡Vamos!
Me deslizó a través de un gran grupo de gente, hasta que llegamos a un grupo aún más grande. Por suerte, mi alivio surgió desde lo más profundo de mi pecho al ver todos esos rostros conocidos. Saludé a un par de chicas que iban a mi curso de Mandarín, y le tanteé el hombro a Liam, quien me dio un gran abrazo. Olía realmente bien.
-¡Hey! ¿Qué tal? –me saludó con una gran sonrisa. Un camarero pasó por ahí, y agarré una copa de champán sin pensarlo. Quizás no fuera tan maravilloso cuando estás abrazada a un váter vomitando, pero, al fin y al cabo, yo necesitaba divertirme y alejarme un poco del tema de Harry, el anónimo y esa mierda.
-¡Todo bien! Me agrada tu traje –sonreí, jalando un botón de su chaqueta casual. Él lanzó una risita y me dio unas palmaditas amistosas en el brazo. Giré la vista a su lado, y tomando una copa, estaba Zayn, también. Quizás él hubiera sido grosero conmigo el otro día, pero al fin y al cabo, todos tenemos días de mierda. Que lo digo yo.
-¡Hey, Zayn! –lo saludé. Contrario a lo que creí, que de seguro pensaría que yo era una niñata malcriada y zorra, y luego me escupiría en la cara, el sonrió. Tímidamente, pero lo hizo.
Dos pequeños y fríos dedos tocaron mi brazo, y yo automáticamente solté mi mano de la de Liam y me di la vuelta. Era sólo Amy, con sus grandes ojos grises mirándome así como siempre hacía cuando algo estaba ocasionalmente mal. Me reí tímidamente para excusarme, y ella tomó un sorbito de su copa.
-Amy –balbuceé.
-¡No sabes a quién acabo de ver! –susurró, de repente cambiando de humor.
Apreté los labios embadurnados de brillo labial rosa. Ya sabía por dónde venía la conversación.
-¿A quién? –suspiré, y finalmente dije. Prefería recibir el golpe de lleno en lugar de evadirlo y demostrar que era una cobarde que se alejaba de la vida social sólo porque se peleó con su novio.
-¡A Harry! –dijo a susurros. Mi estómago cayó. ¿Harry estaba aquí? ¿Como… en una fiesta? Quiero decir, ¿para qué?
Sacudí la cabeza con los ojos bien abiertos, y parpadeé rápidamente. Todo a mi alrededor pareció girar al tiempo que daba pasos torpes hacia atrás.
-¿No estás feliz? –masculló, dando otro sorbo aún más pequeño de su copa.
-¿P-por qué tendría que estarlo? –respondí a la defensiva, luchando por salir de mi estado repentino de idiotez en el que rápidamente me había sumido. Rápidamente me erguí y comencé a enrollar un mechón de mi cabello en mi dedo índice, mordisqueándome la mejilla izquierda. Ni siquiera pude evitar el mirar a través de la gente aglomerada y hacinada en las esquinas del salón por unos ojos verdes espeluznantes mirándome desde el otro lado de la habitación, o unas manos cálidas posicionándose en mis caderas, o sus labios en forma de corazón en mi cuello, o… Espera, ¿en qué diablos se supone que estoy pensando?
-Me alegro –respondí fríamente, sorprendiéndome de lo bien que me había salido la indiferencia. Su rostro no cayó. Amy me conocía, tal vez, tanto como a la palma de su mano, y eso le daba ventajas. Como, por ejemplo, saber que yo me estaba muriendo de ganas por encontrarme a Harry.
-¿Y si te lo llegaras a encontrar? ¿Qué vas a hacer? –indagó. Jugueteé tanto con mi cabello, que jalé una de mis raíces. Yo también me había estado haciendo esa pregunta desde que salí de casa esa noche.
-No me lo voy a encontrar –espeté con nerviosismo, y ella arqueó una ceja, como diciendo “eres-patética”. Arrebaté una copa de una bandeja marrón que cargaba un barman alto con la mano temblorosa y me la acabé de un solo trago, sintiendo la parte posterior de mi cuello sudar. Amy arqueó ambas cejas, y se removió en su suéter de cachemira negro que cubría su vestido negro. Lancé miradas nerviosas a la habitación atestada de gente. No había rastro de rulos. O de ojos verdes brillando con las luces neón. No había nada.
Dejé la copa de champán en la bandeja y me tambaleé torpemente sobre mis tacones aguja que me molestaban en los talones hacia Nathan, quien contorneaba la boquilla de su copa medio-llena con el dedo sonrojado. Lo tomé del antebrazo, y él me miró con el ceño ligeramente fruncido. Rápidamente lo jalé hacia el centro de la pista, mirando fijamente al suelo donde se marcaban los reflejos suaves de las luces intermitentes de colores, sintiendo que mis ojos iban a salirse de sus órbitas mientras jalaba a Nathan detrás de mí, y me detuve junto a una pareja que se comía mutuamente. No quería ni imaginar que así nos veíamos Harry y yo la mayoría del tiempo.
Rodeé mis manos alrededor del cuello de Nathan, y comencé a mover las caderas al ritmo de la música. Sentí sus manos cálidas posicionándose en mis caderas, y su aliento en mi cuello. Pero a pesar de que estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano por disfrutar el baile, no se sentía como yo esperaba que se sintiera. De hecho, me sentía bastante incómoda. Es como cuando abrazas a tu viejo profesor de historia el último día de clases.
Apreté los párpados con fuerza y posicioné mi barbilla sobre el hombro de Nathan, y suspiré. Con o sin Harry, esta noche iba a pasármela bien.
Harry’s POV:
Lean con esto: http://www.youtube.com/watch?v=qPra_Wc29zU
Mis manos jugueteaban nerviosas sobre mi teléfono mientras intentaba procesar la copa de champán que acababa de apenas pasar por mi garganta. Mis dedos tamborileaban sobre la mesa de vidrio alumbrada con neón frente al bar repleto de licores que me daban náuseas ahora mismo. El reloj daba la una y media de la madrugada. Llevaba más de dos horas aquí sentado; apenas me había levantado a deambular por ahí para comprobar que no era un idiota con traje esperando a una chica que nunca iba a llegar, y ahora me parecía que eran ésas las exactas circunstancias.
Humedecí mis labios, y me acabé la copa de champán de un solo trago. ¿Cómo en el infierno yo estaba tan nervioso? Tan sólo era un estúpido baile. Tendría que hacer un solo maldito estúpido baile con Skylar. Pero la cosa era, que con ella no sería tan sólo un estúpido baile.
Cuando me di la vuelta hacia el centro de la pista, la vi.
Su cabello largo cayendo en ondas perfectas sobre su delicada espalda. Su pequeño cuerpo cubierto por un vestido rojo. Sus pies tambaleándose de un lado a otro sobre unos prominentes tacones, volviendo sus movimientos torpes. Unas manos que no eran las mías rodeando su delicada cintura. Apreté los dientes. Mi atención luego se dirigió al hombre que estaba delante de ella, abrazándola como si nunca la dejaría ir. Mi mano derecha se apretó en un puño cuando él rápidamente acarició su cintura y su espina. ¿Por qué la estaba tocando?
Ella recostó su mejilla en el hombro del gilipollas con el que tuve la pelea el otro día. Ella estaba cerrando sus ojos. Ella lo estaba sintiendo. ¿Qué estaba pasando? Humedecí mis labios mientras seguía observando la interacción. No me gustaba la forma en que la miraba… o como la deseaba. Cuanto más los observaba, más fuerte apretaba mis puños. Mis nudillos de repente volviéndose blancos.
De acuerdo. No voy a quedarme aquí parado como un idiota.
Obligué mis pies a deslizarse hacia delante, sintiendo mis puños pugnar por levantarse contra el rostro sereno y triunfante del hombre alto. Rápidamente, aparté a Skylar de los brazos del tipo, haciendo que su cuerpo chocara contra mi pecho. Su mirada verdosa brillante inmediatamente se levantó hacia mí, y sentí que sus músculos se volvían tensos.
Nathan me miró con odio mientras las aletas de mi nariz se abrían y cerraban con exasperación. Mi mano se cernió con fuerza en el vestido de Skylar, volviéndose un fuerte puño. Finalmente, suspiré hondo, soltando un gruñido por accidente. Esta vez iba a ser inteligente.
-H-Harry –titubeó. Atisbé una pizca de miedo en su voz. Sin apartar la mirada de Nathan, quien se cruzó de brazos frente a mí, retándome, tomé a Skylar de la mano, entrelazando nuestros dedos, e inmediatamente sintiendo la suavidad de su pálida piel, lo cual me proporcionó un placentero choque eléctrico a lo largo de mi cuerpo.
-Vamos –fue todo lo que dije, que salió en un fuerte gruñido grave. La jalé hacia mí, manteniendo mi mano sosteniendo su mano, y la otra acariciando su cintura. No me cabía en la cabeza que las sucias manos de otro hombre pudieron tocarla.
Mientras nos alejábamos, sentí que la mirada del tipo la seguía. Era evidente que la estaba chequeando incluso cuando ella estaba abrazándome, y cuando volteé, hubo una inclinación sutil de su cabeza mientras le miraba el culo. Oh, al carajo con esto.
-Que conste que no voy a ensuciarme el traje de sangre –gruñí, girando la cabeza de nuevo. Ella continuó mirando el suelo mientras caminábamos alrededor de las personas apretadas, como si estuviera siendo regañada.
La miré. Su rostro estaba serio. Como si yo la intimidara. Me di cuenta de la fuerza que ejercía en su mano cuando ella giró su muñeca en movimientos circulares, y relajé el tacto.
La conduje hacia el bar, y le aparté una silla, donde saltó y automáticamente entrelazó los dedos de sus manos en su regazo. Su labio inferior temblando.
-Estás preciosa –le dije, intentando sonreír, pero el amargo recuerdo de ella bailando con ese imbécil se mantenía pululando en mi cabeza. Ella tragó saliva. Asentí lentamente, analizando su expresión y mirando hacia otra parte. Yo iba a analizarla. Y, conociéndola, sabía que si le decía la más mínima mierda, ella explotaría aquí y ahora.
Skylar’s POV:
No sabía qué decirle. Él estaba aquí, junto a mí. Nuestras manos habían estado tocándose luego de tantos días sin siquiera hablar. Hasta llevaba un traje. ¿Había venido aquí por mí? ¿O éste era el momento cuando aparecía una chica y le estampaba un beso en los labios, y entonces él presumía que tampoco le importaba en absoluto?
¿O éste era el momento cuando yo tocaba su mano?
Bajé la mirada con un nudo en la garganta del tamaño de una pelota de tenis. Su mano apoyada en el asiento del taburete negro clavado al suelo estaba peligrosamente cerca de la mía, que temblaba cada vez más cerca de la suya. Sus ojos verdes miraban hacia otro lado y, curiosamente, él no me había forzado a decir nada más. Me había alejado de Nathan, y quizá ahora él estaba bien, porque yo estaba con él.
Los estéreos quedaron en un profundo silencio, y la multitud emitió un profundo y bullicioso abucheo mezclado de voces graves y agudas, cuando una canción lenta comenzó a llenar la habitación. Mirando hacia atrás, me di cuenta de que la mitad de la gente se había evaporado de la vista, dando paso tan sólo a algunas parejas que bailaban suavemente de un lado a otro.
Volví la vista hacia Harry, para encontrarme con la palma de su mano levantada hacia arriba, esperando que la mía se posicionara justo encima. Sus ojos verdes esmeraldas sonrientes y brillantes clavados en mi rostro.
-Te aseguro que no voy a pisarte un pie –sonrió, y se me escapó una sonrisa tonta. Era un cabrón, sí, pero sabía cómo sacarme una sonrisa cuando nadie lo conseguía.
Caminamos a través de la habitación tomados de la mano. Sus dedos rozando mi pulgar, acariciándolo. Sus manos revoloteando en mi cintura con suavidad. Nuestras frentes tocándose. Ambas miradas puestas una en la otra. La punta de nuestras narices rozándose. Nuestros labios sonrientes.
Comenzó a moverse de un lado a otro, acariciando mi cintura, mientras yo jugueteaba con los cabellos extremadamente suaves de la parte posterior de su cuello, sintiéndome como si me estuvieran durmiendo con cloroformo.
Plantó un delicado beso en mi mejilla, y cerré los ojos, sintiendo un enjambre de avispas asesinas en las paredes de mi estómago. Mi mejilla se posicionó en su hombro, y un hormigueo placentero de absoluta y genuina felicidad me invadió. Ahora mismo era cuando no me importaba el anónimo, o los negocios, o la profesora Fitz, o Byron, o Cyrus, nada. Ni siquiera que él era todo un asesino en serie, a pesar de que por fuera, podría verse un buen chico… O algo así.
Pero, de todos modos, tú no escoges de quién te enamoras.
-Lo siento –susurré, aún con los ojos cerrados.
-Shhhh. No puedo hablar y bailar al mismo tiempo –murmuró suavemente, bromeando. Esbocé una sonrisa involuntaria.
-Estoy segura de que puedes –respondí, acariciando sus mejillas cuando abrí los ojos para mirarlo. Un nudo de felicidad en mi garganta. -¿Cómo es que estás aquí? –pregunté.
-Aprendí a bailar –sonrió. –Con un poste.
-Ella no era más bonita que yo, ¿verdad? –sonreí.
-Nunca –bromeó.
–Lo siento –dijimos al unísono. Solté una risita.
-No tienes por qué disculparte –murmuró. –Tampoco quiero hablar de eso ahora.
-Entonces, ¿qué quieres? –pregunté suavemente, sonriendo.
-Estar aquí, contigo.
Sus ojos descendieron hasta mis labios, y rápidamente los tocaron con suavidad. Su tacto era tan sutil como el ala de una polilla, pero en mi corazón era real. Sus labios sabían a champán. El olor que emanaba inundaba mis fosas nasales.
-¿Te cuento un secreto? –murmuró contra mis labios. Sus ojos tiernamente cerrados.
-¿Cuál? –susurré.
Sus labios se curvaron en una sonrisa, y su nariz me hizo cosquillas hasta alcanzar mi oreja.
-Me enamoraste –susurró.
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Lost- segunda temporada-
Novela JuvenilBueno Chicas Aqui esta la segunda temporada de LOST espero que la disfruten tanto como yo .