Parte 6 "Luchando con la Culpa"

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"YO, YO SOY EL QUE BORRO TUS REBELIONES POR AMOR DE MÍ MISMO, Y NO ME ACORDARÉ DE TUS PECADOS". (Isaías 43.25)

       El perdón que recibimos de Dios y de otras personas debiera ser una experiencia liberadora para disfrutar y celebrar. Pero muy a menudo sucede que cuando llega el perdón, la culpa no quiere retirarse de la escena, y esto es algo que debemos enfrentarlo espiritualmente.

"La culpa no nos permite 

disfrutar del perdón que hemos recibido" (F.S.)

       Existen personas infelices por la falta del perdón en sus vidas, pero me temo que también existen personas ya perdonadas, pero presas de la culpa, que son casi o igualmente infelices como las primeras. Debemos entender que la presencia del perdón no implica automáticamente la ausencia de la culpa, sobre todo cuando el daño que hemos causado a otros es grande, llegando a herir la confianza. Luchar con la culpa no no es cosa sencilla aún después de haber sido perdonados.

       La culpa paraliza a muchos buenos cristianos, quienes se sienten demasiado acusados por su pasado como para hacer cosas buenas para la honra de Dios y ser de bendición para otros. Sienten que lo que han sido o han hecho en el pasado los descalifica para ser agentes de bien hoy. ¿Cómo enfrentar los sentimientos de culpa?

       Primero: CONSIDERA EL PERDÓN DE DIOS como un hecho. Cuando Pablo escribe a los corintios, en cierta ocasión  les recuerda todo lo que ellos habían sido y las cosas horribles que habían practicado, no para acusarles ni provocarles sentimiento de culpa, sino para ayudarles a regocijarse en el poder perdonador de Dios que ya habían experimentado. Pablo les dice: "Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios". (1 Corintios 6.11)

       Segundo: ENFÓCATE EN EL FUTURO. El perdón cierra la puerta del pasado detrás de nosotros para que podamos mirar hacia adelante y avanzar en dirección a cosas mejores. No vale la pena quedarse sentado junto a esa puerta recordando lo desagradable de aquello que está detrás. El mismo apóstol Pablo sabía de primera mano que significa ser libertado de la culpa para vivir con propósitos renovados: "Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio, habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia..." (1 Timoteo 1.12-13).

       Existe además otro tipo de culpa, que resulta quizás más destructiva, y es aquella culpa que cargan aquellas personas que han sido víctimas del abuso. Muchas veces estas personas piensan que ellas son las culpables de lo que le han hecho, y sufren los tormentos de la vergüenza y la autorecriminación. Si tú eres una de estas personas, debes entender que la vergüenza le corresponde al abusador, no a ti. Ya no necesitas cargar con ese peso, puedes dejarlo caer a los pies de Cristo y recibir de Dios el poder para perdonar y cerrar la puerta del pasado.

¿Me doy cuenta que continúo culpándome de algo por lo cual ya he sido perdonado? ¿Estoy usando mi pasado como una excusa para no hacer algo positivo? La culpa hará que no disfrutemos el perdón que recibimos. Es un sentimiento negativo al cual nos sometemos voluntariamente, pero el perdón de Dios tiene el poder para libertarnos de ella y nos permite avanzar hacia el futuro con nuevos y mejores propósitos.

       CONÉCTATE CON DIOS: Padre amado, gracias por tu perdón y porque otros me han perdonado también. Te pido, en el nombre de Jesús, que quites de mi corazón la culpa que intenta mantenerme paralizado junto a la vergüenza del pasado. Te agradezco porque tu perdón me hace libre. Ayúdame a vivir esta libertad para hacer tu voluntad y bendecir a quienes me rodean. Amén.

F.S.

Un viaje al centro de tu CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora