Durante las dos siguientes semanas Suho visitó el centro en numerosas ocasiones sin importarle si llegaba algo más tarde a casa. Simplemente quería comprobar que todo iba bien y, en cierto modo, también quería ver cómo Jongdae estaba tomando toda aquella nueva experiencia.
Para alegría suya, bastante bien.
Era un día de primavera, tibio y brumoso. Suho había esperado mucho —si es que se le añadían los meses anteriores a esas dos semanas— para aquel momento y, no iba a negarlo, los nervios consumían cada centímetro de su cuerpo y le agitaban el estómago.
Ese día, por fin, iba a poder llevarse a Jongdae a casa.
Cruzó el semáforo que lo dejaba delante del llamativo y verde jardín que daba la bienvenida a la clínica, esta vez con un agradable aroma a humedad y flores, puesto que había estado lloviendo durante la noche. Nada más entrar por las amplias puertas del edificio, lo primero que vio fue a un feliz Jongdae sentado junto a un pequeño cactus en la mesa de la recepcionista. El chibi era exactamente del mismo tamaño que el cactus, lo que lo hacía ver mucho más pequeño e indefenso a primera vista, sin embargo su emoción y energía demostraban lo contrario. En cuanto le vio entrar este empezó a correr por la mesa intentando llamar su atención aunque realmente no era necesario, Suho sólo tenía ojos para él.
—¡Suho! —chilló con todas sus fuerzas mientras abría sus brazos, esperando que el rubio le cogiese. Aquel gesto hizo reír a la recepcionista, quién le acarició por la espalda y luego me dio un pequeño empujoncito para que se acercase más a su futuro dueño.
El nombrado esbozó una sonrisa al ver la alegría del niño cuando esté notó su presencia. Nunca pensó que causaría algo así en una de esas pequeñitas criaturas.
Sólo habían pasado dos semanas, pero Jongdae trataba a Suho como si fuera la persona más perfecta del mundo, su salvador y héroe. Aquello podía ser gracioso desde su punto de vista, puesto que cuando se conocieron las palabras que salieron de la boca del chibi no fueron las más agradables. Sin embargo, todo había cambiado, y en cada visita que hacía en la que pasaba tiempo con su chibi, comprendió que el pequeño lo único que quería era alguien que le quisiese.
Y no era que en el centro no recibiese cariño y atención, pero no era la clase de amor íntimo que cualquier chibi debía tener con su dueño.
Seokhyun avisaba a Suho de todos los seguimientos y demás datos que podían serle útiles. Aunque había alguna anécdota que no importaba demasiado en el seguimiento, pero al doctor le hizo gracia que Jongdae preguntase siempre antes de irse a dormir si al día siguiente Suho iba a visitarle.
El rubio dejó apoyada en una silla verde su maletín y se acercó de forma tranquila al chibi, quien los esperaba impaciente.
—¿Qué tal has estado? —preguntó mientras recogía al pequeño con sus manos con cuidado, como siempre hacía. Acarició con su pulgar la mejilla de este, ocasionando que el niño cerrase los ojos y se agarrase a su dedo como si fuera un peluche.
Si había una cosa que Suho en esos momentos agradecía, era que Jongdae supiese hablar. Los chibis no sabían hablar: había que enseñarles. Entre todos los montones de reportajes y cortos documentales que había visto, había aprendido que enseñarles a hablar era un proceso arduo en el que la paciencia era una cualidad imprescindible, y él en esos momentos no tenía ni paciencia ni tiempo, así que fue lo mejor, además, era un «padre primerizo», igual a los siguientes chibis si que les enseñaría a hablar desde cero.
Si es que iba a haber algún segundo.
—¡Hoy me voy contigo! ¿¡Verdad!? —preguntó entusiasmado Jongdae, ignorando complemente la pregunta de Suho. Este último iba a decir algo, pero la pequeña boca parecía ser una bomba de preguntas—: ¡Se lo he oído a Seokhyun! ¿Tú casa es grande? ¿Tienes mascota?
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ちび (Chibi)♡ {EXO}
FanficLos chibis habían conquistado el corazón de millones de personas en toda Asia, pero habían sido diez en concreto los que enamoraron completamente a la pareja. ¡Acompaña a Suho y a su novio Kris en la aventura en la que se lanzan tras adoptar a Jongd...