ENTRE EL SOL Y LA LUNA

CAPÍTULO V: PASADO PRESENTE

La semana de clases en el colegio Kagome había finalizado, los profesores, cansados, no veían la hora de terminar, aunque el trabajo los persiguiera hasta sus hogares; durante el fin de semana a cada profesor le tocaba confeccionar los exámenes para la siguiente semana, y aunque nadie quisiera, era su obligación, ya que el colegio Kagome era muy estricto.

Como se acercaban los exámenes, los alumnos de intercambio no tenían mucha idea de cómo eran, y Mitsuki quería pasar más tiempo cerca de Imre, quien mucho caso no le hacía; así que no tuvo mejor idea que invitarlos a estudiar durante el fin de semana en su casa.

—Bueno hemos llegado a casa — dijo con una enorme sonrisa Mitsuki.

—Bienvenidos a nuestra casa — Akemi expresó con los brazos abiertos mostrándoles una gran residencia a su espalda.

Cuando todos se dieron cuenta de la casa que estaba a espalda de Akemi y Mitsuki, se quedaron petrificados al ver lo enorme que era. Una casa antigua pero de jerarquía; poseía, tal vez, como cuatro pisos; el tejado era de color rojo como la sangre de antiguos dragones; las paredes de un verde musgo; un poco a lo lejos había un extenso jardín lleno de árboles, semejante a un bosque. Atrás de la casa una especie de pileta chica al aire libre rodeado de flores de todos colores.

El interior de la casa era igual de admirable. En la entrada se hallaba un recibidor en el que habían pocos muebles, en el centro una mesa chica con unos sillones a su alrededor y unas cuantas pinturas colgadas en la pared, quizás pudieron tener alguna influencia del Romanticismo pero siempre con su propia estampa, pensaba Egmont mientras recorría el lugar con la mirada. A su derecha una escalera en espiral daba a los cuartos de arriba, mientras que a la izquierda se hallaba ubicada la cocina que tenía una mezcla de antiguo y moderno. En el segundo piso se encontraba el comedor, un cuarto completamente rústico, una extensa mesa marrón oscuro hacían juego con sillas del mismo color pero con algunos detalles en blanco sobre el respaldo; los muebles coordinaban el equilibrio, todo lo que se encontraba dentro del comedor era de madera de pino o de roble; a su derecha se podía encontrar un pasillo que daba a una pequeña sala de estar y si se continuaba se llegaba a una antigua biblioteca; y finalmente al final del pasillo un baño.

La casa realmente era enorme, en el tercer piso se hallaba todas las habitaciones con baños incluidos, a la izquierda estaban los del personal, en el centro los cuartos de los miembros de la familia y finalmente a la derecha se encontraban los cuartos de huéspedes. En el cuarto piso se encontraba a disposición un gimnasio con una piscina incluida para cuando Mitsuki quisiera entrenar. Luego de terminar el recorrido Akemi y Mitsuki acordaron con todos que luego de cambiarse y acomodarse se encontrarían en el jardín para tomar un refresco.

Luego de que todos terminaran de ubicarse en sus habitaciones bajaron hasta el jardín, allí encontraron un puente largo que desembocaba en un hermoso gazebo de hierro dorado, adornado con unas telas blancas que caían en el lago; alrededor unas flores que le daban un poco de color. El atardecer se estaba despidiendo y la noche llegaba al cielo; y las luces amarillas se reflejaban en el agua, al igual que el gazebo dejando ver el verde resplandeciente del techo. Todos quedaron maravillados al ver semejante espectáculo, Mitsuki y Akemi los estaban esperando.

—Por favor tráiganos unos refrescos — ordenó Akemi a uno de los sirvientes que estaba a su lado.

—La verdad es que todos se ven diferentes sin el uniforme — sonrió Mitsuki, observando cómo todos se sentían más cómodos sin él.

—¡Qué hermosa casa tienes Mitsuki! — comentó con asombro Nagisa.

—¿Ehhhhh? — aclamaron todos juntos.

—¿Es qué acaso no habías venido nunca? — preguntó Otto a Nagisa que lo miraba apenada.

—No — se escuchó la negación rotunda de Akemi — Sólo Yuki, que también es de familia noble a pisado nuestro hogar — terminó de expresar.