CAPÍTULO XV: EL FINAL

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Imre apretaba contra su pecho la mano sin vida de su amiga, mientras que Akemi cerraba los ojos de su compañero y amigo de la infancia, y con su propia ropa cubrió parte de los dos cuerpos. Imre juraba palabra por palabra que se vengaría de la persona que hizo sufrir a Bluma, juró al viento, al cielo que observaba, a la luna que lloraba, juró a la muerte misma que a costa de su propia vida mataría a Sakura y no tendría piedad de ella. La muerte de su amiga despertó el otro lado de Imre, aquel lado frío y oscuro que dormía.

Luego de despedirse de los novios, con el corazón aún más herido que antes, continuaron con su marcha hacia el lugar donde Discordia se encontraba, sólo era cuestión de seguir el rastro dejado por el animal. Viendo a tres de sus amigos muertos, comenzaron a reflexionar sobre la muerte que les esperaba, recién en aquellos momentos lograron caer en la realidad de que la encapuchada los esperaba con ansias.

Continuaron su caminar hasta que las huellas dejadas por el animal desaparecieron frente a la laguna que marcaba el límite hasta donde podían llegar.

—¿Es en serio? — preguntó Otto.

—Esta es la laguna que esta cerca de la casa — agregó Nagisa — No hay forma de equivocarse, acá están los carteles que hicieron Egmont, Hikaru y Akemi.

—Es verdad — respondió sorprendida Mitsuki — Sin embargo, las pisadas terminan aquí.

—Hemos estado caminando en círculos — dijo enfurecido Egmont.

—No puede ser que hayamos estado perdiendo tanto tiempo — agregó Akemi.

—Esa bruja maldita a estado jugando con nosotros — expresó cegado por el odio Hikaru.

—¿Y ahora que haremos? — preguntó Saga que hasta ahora se había mantenido en silencio registrando todo lo sucedido.

Todos exhaustos se sentaron en el suelo a descansar, el alma les pesaba más que el propio cuerpo, y sin darse cuenta los relojes que tenían puesto anunciaron el inicio del tercer día. Se preocuparon ya que el tiempo se les terminaba y no tenían pistas de dónde podían estar.

—No nos queda mucho tiempo — dijo Eskol — Si no nos apresuramos, todo habrá sido en vano.

—Pero no tenemos ninguna idea, sólo esta laguna — agregó Amateratsu.

—¡Eso es! — dijo con gran entusiasmo Bálder — Claro que no tiene sentido, desde un principio nosotros fuimos los que estuvimos equivocados; lo único que hicimos al dividirnos fue ayudarla con su plan. Pero cuando seguimos las huellas de aquel animal, nos trajo hasta aquí, nuestro punto de partida; un lugar que nos resultaba insignificante — y realizando unas palabras en una lengua que nadie entendía se dejó al descubierto un sello que comenzó a brillar.

El sello rojo fuego quedó brillando entre tanta oscuridad y Bálder entró en el sin preocupaciones y ante la vista de todos desapareció.

—¿Dónde estas Bálder? — preguntó Saga.

—¿Estás bien? — preguntó Imre.

—¡La tenemos! — dijo el dios saliendo de la oscuridad — El sello que Sakura había puesto no sólo fue para sellarnos sino también para ocultar su escondite de nuestra vista. ¡Rápido vengan!

Uno a uno, fueron entrando al sello, al principio con un poco de miedo y desconfianza, pero a medida que pasaban y veían que nada les sucedía empezaron a sentirse más tranquilos. Una vez que todos estuvieron dentro el lugar no era tan oscuro, unas luces rojas y otras amarillas servían para que los jóvenes pudieran ver por dónde pisaban.

El lugar parecía ser un cuarto antiguo, no tenía muebles, pero si polvo y telarañas; era evidente que no había sido usado en años o quizás en siglos. Walquiria al no tener el reflejo de la luna, volvió a su estado natural, y para no ser una carga avanzaba junto a Eskol, que no le gustaban los lugares cerrados, usando la pared como bastón. Mientras seguían avanzando, la joven colocaba sus manos en la suciedad de la pared, y sin darse cuenta tocó una especie de interruptor que separó el cuarto dividiéndolo en dos grupos.

ENTRE EL SOL Y LA LUNA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora