CAPÍTULO III: EN LA OTRA ORILLA

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En la Academia de Bellas Artes de Dusseldorf el tiempo transcurre de manera distinta. La Academia tenía varias sedes en distintas ciudades debido a su prestigio; era conocida por haber generado muchos artistas famosos.

En la escalera a su entrada principal están grabadas las palabras "Fur unsere Studenten nur das Beste" ("para nuestros estudiantes sólo lo mejor"). Era una Academia muy estricta en cuanto a su reglamento de convivencia, pero un poco liberal a la hora de impartir sus clases.

En la Academia, se daban clases de todo tipo para los alumnos de nivel básico, y clases específicas sobre arte, música, literatura y danza para los alumnos de grados superiores. En éstas clases se encontraban los hermanos Gottschalk; donde cada uno de ellos se especializaba en un área distinta.

Imre, el mayor de los tres era un joven sobresaliente en todo aquello que se decidiera a emprender; era de altura considerable, cabello rubio y corto; tenía ojos verdes que quitaban suspiros a todas las jóvenes de la academia. Dentro de las áreas que ofrecía la Academia, Imre se destacaba en la parte de música haciendo uso de la guitarra, entre otros instrumentos. Poseía una personalidad un poco extraña, algunas veces bueno y tímido; otras rebelde y extrovertido; una personalidad doble e intrigante.

Walquiria, la hermana del medio; agraciada en su figura como si hubiese sido la preferida de los dioses. Una joven enérgica, que destacaba en literatura; sus historias eran elogiadas tanto por alumnos como profesores y habían ganado diversos premios. Walquiria, al igual que su hermano Imre, poseía unos ojos verdes sorprendentes, grandes y redondos; pero muertos. Ella, por alguna falla de la naturaleza, o como le decían sus amigas, por envidia de las diosas, había nacido ciega; nunca pudo conocer más allá de lo que la luna le mostraba.

Finalmente el tercero de los hermanos se llamaba Egmont, una persona de un carácter bastante fuerte; él era conocido por la habilidad de sus manos, se destacaba tanto en pinturas como en esculturas. Egmont tenía casi los mismos atributos que su hermano, lo único que los diferenciaba eran sus ojos grises y su masa corporal, se entrenaba bastante, por lo que su cuerpo era tallado cual escultura griega. Él se paseaba por la Academia con un aspecto desaliñado, toda su ropa cubierta de pintura, el pelo recogido por una cola; y como era bastante solitario siempre se lo podía ver por los pasillos leyendo algún que otro libro de Historia, lecturas de pasatiempo que lo volvían uno de los alumnos más cultos del lugar. Juntos, los tres hermanos, de maneras distintas lideraban la vida en la Academia Dusseldorf.

Durante las mañanas se impartían clases básicas para todos los alumnos.

—Sólo espero que el profesor de matemáticas no sea tan aburrido este año. —Y el cabello ondulado de color marrón dejó al descubierto el rostro casi perfecto de Bluma—. ¿No lo crees Imre?

—Cualquiera de estas clases me resultan aburridas.

—Si, si, ya lo sé, todo lo que no tenga nada que ver con la música te aburre. Eres muy básico Imre. —Sonrió suavemente mientras su cara se recostaba sobre su mano a la espera de la llegada del profesor.

Bluma conoció a Imre antes de asistir a la Academia, en un concierto de uno de sus guitarristas preferidos; todos llegaron a pensar que Bluma quedó maravillada ante la belleza de su amigo; pero la verdad es que no fue así. Luego del concierto Bluma venía caminando con una de sus amigas cuando Imre, que venía distraído volcó su bebida sobre la ropa de la joven.

—¿Acaso eres idiota? —Le gritaba sin levantar la vista—. ¿Eres ciego o qué? —Finalmente al levantar su vista, sus miradas se entrecruzaron y la simpatía floreció entre los dos—. Perdón, ya sé, te quedaste deslumbrada por mí belleza. —Le respondió irónicamente.

ENTRE EL SOL Y LA LUNA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora