Tras nuestra verdad:Episodio II

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No podía alejar la mirada de aquel punto sobre el muro...dos semanas, dos semanas y el solo parecía haberse esfumado de un momento a otro. Quince días atrás creí que todo seria como antes, Nico y yo, tener una vida como la de cualquier otro. Luego ocurrió. Decirle la verdad tal vez no fue la mejor de las ideas que he tenido. Sin embargo era necesario, engañarlo no serviría en absoluto, y tarde o temprano correría riesgo de salir herido.
Por otro lado estaba Reyna, la antigua pretor del Campamento Júpiter. No existía forma de describir lo que aquel mal hizo con ella, las cosas comenzaban a ir de mal en peor. Por la noche podía oírla...con sus pesadillas, caminando por la habitación. Y yo era inútil ante aquello,aun sabiendo que ese seria mi final.
Tome entre mis dedos el anillo de Nico, que aun conservaba en una cadena de plata al rededor del cuello. Eso fue lo único que quise conservar de él después de darlo por muerto. Ahora la idea de perderlo otra vez se encontraba mas latente que cualquier otra. Más que salvar a Reyna. Más aún que salvarme a mi mismo... lo cual de algún modo era romper con absolutamente todos mis principios, algo que jamás creí que llegaría a hacer en la vida.
La antigua pretor pareció caer dormida al cabo de un tiempo, ya que los ruidos cesaron en la habitación contigua. Estaba empeorando. El miedo me corroía por dentro ¿Qué haría después?¿Cuál tiene que ser mi próximo paso? Lamentablemente no tenía hasta el momento una explicación para eso, ni un plan, ni una cura...solo los minutos contados. Eso era todo.
Ni pensar en mi madre. Convencerla sobre salir de la casa durante algunos días fue casi imposible. Ahora de ser correcta la idea de que no solo los semidioses pueden contagiarse, ella estaba en peligro también. Will Solace se había convertido en una bomba de tiempo. Mi intención era dejar detrás mio el menor daño posible, tal vez así todos se olvidarían de lo que sucedió, ya no habría enfermedad ni necesidad de curarla.
Pero todo recayó en el mismo punto: Nico. Él regresó a mi vida para cambiarla, consideré que podría ser la respuesta a este enigma, pero su repentina desaparición me confirmó lo contrario.
Las tardes de Agosto en Nueva York eran eternas. El calor y los sonidos de la gran ciudad, insoportables. Todavía me resultaba difícil creer que la gente ha soportado este caos desde siempre. Lo cual no resultaba de gran ayuda para palear mi lamentable situación. Por fortuna los ruidos en la habitación continua cesaron hacia ya un largo rato, y en el apartamento reinaba un silencio sepulcral. Solo quedaba el firme ajetreo, continuo y musical de la ciudad.

-Mírate ahí...¿Es que todos los hombres se convirtieron en esto ahora?

De acuerdo, tengo que admitir que aquella repentina aparición me hizo saltar de la cama. No tenía mi arco y flechas cerca, por lo que mi mejor arma en ese momento no era mas que un edredón de lana. Genial. Me lo podría colocar sobre la cabeza y fingir ser un fantasma. Eso sin dudas espantarían al intruso. Aunque la verdadera pregunta no era como lograría defenderme, sino quién demonios le permitió entrar. ¿Reyna?Poco probable ¿Forzó la cerradura? Nuestra puerta esta protegida con Niebla.

-¿En verdad no me reconoces?- sentenció la mujer frente a mi con una sonrisa maliciosa en el rostro.

Si bien comprendía lo que aquello significaba, o pretendía significar, la imagen de ella se veía increíblemente distorsionada. En efecto supe de quien se trataba al instante, en cuanto a reconocerla...eso era más complicado. Sus ojos eran de momento oscuros y brillantes, el rostro color oliva enmarcado por aquella mata de cabello negro; sin embargo al parpadear todo se volvía confuso y sinceramente no tenía idea sobre lo que estaba viendo. Ella se acercó lentamente a mi, colocando una mano sobre mi hombro. Los dedos de la diosa a pesar de trasmitir una extraña sensación de adormecimiento y conformidad, provocaron que los escalofríos recorrieran toda mi espina dorsal. ¿Qué demonios ocurre aquí?¿Por qué ella querría hablar conmigo?

-Yo...-comencé, pero Afrodita parecía decidida a no dejarme hablar.

-Tu padre, ha decidido que era conveniente fastidiar a Zeus por enésima vez en el siglo- suspiró indignada- Solo venía a traer un mensaje de él, sin embargo dada la situación, veo que podría hacer algo mas por ti Will Solace.

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