Día 13.

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La verdad es que al él no lo conozco, me lo he encontrado por casualidad. Ahora me pertenece, estaba solo y nadie lo reclamó, ahora es mío.
Aunque su corazón ya no lo acompañe.

Estaba en el parque esperando a Gil para ir al cine con unos amigos, mientras llegaba estaba entretenida en el celular, hasta que un movimiento a mi derecha llamó mi atención, observé a un chico castaño dirigirse hacia un árbol, al tiempo que se recostaba en él. Por un momento lo noté tan tranquilo, hasta que vi unas lágrimas derramarse por sus mejillas, las cuales fueron limpiadas casi inmediatamente.

El dilema surgió una vez más ¿acercarse o no? Podría llegar mi amigo en cualquier momento. Entonces lo miré una vez más, tenía un semblante serio, pero me transmitía tanto a la vez.

*Gil, discúlpame con los chicos, les quedaré mal. Surgió un problema, pásenlo bien* -envié el mensaje a mi amigo y guardé el celular en mi pantalón.

Bien, ahí vamos.

—Hola –saludé un poco nerviosa temiendo su reacción.

No respondió, traía puestos unos auriculares. Me puse a su altura y toque su hombro, haciéndolo abrir rápidamente los ojos sobresaltado.

—¿Qué pasa? –preguntó sorprendido mirando alrededor del parque.

—Nada –respondí simplemente, fue entonces que poso su mirada en mí.

—¿Nos conocemos?

—No, pero podríamos –sonreí–. Soy Adilene.

—Liam –sonrió también.

Liam tenía una linda sonrisa acompañada de unos tristes ojos café.

—Te he visto hace un momento, ¿estás bien?

Me miró sorprendido.

—Sé que no es mi incumbencia, pero me has transmitido algo que ha hecho que me preocupe.

—Lo siento –se disculpó.

—¿Por qué te disculpas?

—Por preocuparte, supongo.

—No lo hagas.

Asintió.

—¿Qué te pasa?

—He terminado con mi novia.

—¿Eso te ha puesto mal?

—Sí, yo le amaba –bajó su mirada.

—¿Amabas?

Al levantar su rostro pude observar sus ojos cristalizados.

—Aún lo hago, pero ella a mí no. Todo se acaba sabes, no todo dura para siempre. Pero quizá ese fue mi problema, yo creía en nosotros.

—El amor es complicado a veces.

—La verdad, es que nunca creí que eso de que debemos dejar ir lo que amamos fuese tan real –respiró profundo–. Hasta que tuve que dejarla ir.

Al verlo tan roto, sentí algo oprimiendo mi pecho y unas ganas de llorar.

—Eso es... -se me quebró la voz impidiéndome seguir.

—No llores, lo siento.

—No, yo te he preguntado. Gracias Liam.

—¿Por qué? –preguntó extrañado mientras limpiaba su rostro.

—Por confiar en mí, una extraña.

—Ahora no lo eres –sonrió–. Y gracias a ti, necesitaba desahogarme tu eres la única que ha preguntado, nadie lo había hecho desde hace una semana y necesitaba –se detuvo–. Solo necesitaba dejarlo salir.

Asentí agradecida.

¿Cómo diablos me atreví a hablarle?

Ahora estaba más nerviosa que nada, ahora qué le decía, quizá vio mi incomodidad porque comenzó a reír, cosa que hizo que me relajara un poco.

—No digas nada vale, ya no hay nada que decir. Pero, ¿podrías hacerme un favor?

—Por supuesto –respondí inmediatamente.

–Quédate un rato más, no quiero estar solo.

Lo miré enternecida y no pude negarme.

Así comenzó todo, una linda amistad, quién diría que ese movimiento a mi derecha me haría voltear encontrándome a esos ojos tristes, dándome la oportunidad de ayudarle a salir un poco, a sanar un poco la herida. Creo que debería escribir un libro titulado "El chico del parque" y contar la gran persona qué es y lo hija de puta que ha sido su novia al dejarle. Aunque no puedo culparle del todo, lo sé. No podían seguir haciéndose daño, no cuando ya no había nada que los retuviera a seguir, ni siquiera los recuerdos, esos solo quedarían en el olvido.

El amor lo hizo caer, lo hirió, pero también lo hizo fuerte. Regresándole un amor distinto, una amistad, una amistad que si podía ofrecerle un "por siempre". 

¿Se puede tener damas de honor barones?

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